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02 de mayo de 2024

Un astronauta en una de las misiones Apollo

Un astronauta en una de las misiones del programa ApoloNASA

Por qué sigue siendo difícil llegar a la Luna si ya se hizo varias veces hace 50 años

El aterrizador Odysseus es el último de una lista de vehículos que han experimentado dificultades en los últimos meses y años. ¿A qué se debe?

El accidentado alunizaje del aterrizador Odysseus, de la empresa estadounidense Intuitive Machines, añade un caso más a la lista de vehículos espaciales que no han logrado posarse con la trayectoria y suavidad deseada sobre la Luna.
Pese a que Odysseus ha logrado realizar buena parte de las labores de análisis y medición para las que había sido enviado, los daños sufridos en una de las patas al establecer contacto con la superficie lunar obligaron a la compañía a acortar la duración de la misión y engrosaron a la nave a la misma categoría que el módulo japonés SLIM (que alunizó de costado tras experimentar un fallo en uno de los motores durante el descenso), el también estadounidense Peregrine (que ni siquiera llegó a la órbita del satélite y se quedó a medio camino) o la sonda rusa Luna 25 (que iba a ser el primer vehículo humano en llegar al polo sur de la Luna hasta que terminó estrellándose contra ella el pasado verano), entre otros.
Solo cinco países, de hecho, han conseguido aterrizar con éxito en el satélite: EE.UU., la extinta URSS, China, India y, recientemente, Japón. La sucesión de fracasos o éxitos a medias refleja que, más de medio siglo después de que una generación de 24 astronautas estadounidenses tomaran tierra sobre suelo lunar entre 1969 y 1972, alunizar una sonda, aunque sea no tripulada, sigue entrañando un desafío titánico. Y hay varias razones que lo explican, según expone un artículo publicado en el portal Live Science.
En primer lugar, señalan varios ingenieros de la NASA, expertos en ciencias espaciales y responsables de compañías privadas, intervienen los factores de tecnología, experiencia y conocimiento. Pese a que los sistemas tecnológicos actuales son mucho más avanzados que los que se utilizaron en tiempos del programa Apolo, el hecho de que durante más de cuatro décadas no se haya vuelto al satélite, y que solo recientemente una nueva hornada de sondas haya retomado esta gesta, evidencia que tecnología no equivale a éxito, y que dominar el nuevo software y hardware desarrollado es necesario para una correcta ejecución de las maniobras.

Generación perdida

De la misma forma, añaden, los ingenieros que participaron el programa Apolo han ido retirándose del servicio y muchos, probablemente, ya han fallecido, lo que conlleva una notable pérdida del conocimiento adquirido aquellos años.
Las pruebas de Apolo y, en general, de la carrera espacial y del desarrollo de la industria aeronáutica, implicaron un continuo aprendizaje de ensayo-error, al igual que ahora ocurre con esta sucesión de alunizajes bruscos o frustrados. «La gente tiende a olvidarse de los fracasos de las misiones como parte del proceso de aprendizaje. Todavía es difícil aterrizar en la Luna, pero está lejos de ser imposible», dijo Jack Burns, director de la Red para la Exploración y las Ciencias Espaciales de la Universidad de Colorado en Boulder, que cuenta con financiación de la NASA. «Estamos reaprendiendo cómo hacer esto, pero también lo estamos haciendo con una tecnología nueva y diferente», apuntó por su parte John Thornton, director ejecutivo de Astrobotic Technology, constructora del aterrizador Peregrine, que fracasó en enero.

Si tuviéramos mil millones de dólares para realizar esta misión, nuestras posibilidades de éxito aumentarían considerablementeJohn ThorntonDirector ejecutivo de Astrobotic

A nivel científico, una dificultad que presenta la Luna es la delgadez y variabilidad de su atmósfera, lo que impide incluir en los vehículos espaciales paracaídas que los frenen.
A todo esto, las fuentes consultadas también suman el siempre vital factor de la financiación. Los recursos actuales de la industria espacial son mucho más limitados que los de la década de los 60. La NASA, por ejemplo, recibe ahora menos de un 0,5 % del presupuesto federal de EE.UU. frente al 5 % que recibía en plena época de rivalidad con la URSS. «Eso lo cambia todo», resume Thornton, porque supone que ahora la agencia estadounidense y, por descontado, las empresas privadas, cuenten con mucho menos dinero para fabricar y diseñar sus vehículos (además, en el caso de la NASA, el presupuesto ya no se destina solo a la llegada a la Luna, como sí era el caso en los 60).
«Si tuviéramos mil millones de dólares para realizar esta misión, nuestras posibilidades de éxito aumentarían considerablemente. Pero estamos tratando de hacer esto a un costo mucho menor, lo que significa que hay que intentarlo muchas más veces antes de llegar a ese momento decisivo de: 'Está bien, ahora ya sabemos exactamente cómo hacerlo a este precio'. Va a llevar tiempo llegar a ese punto», remarcó el responsable de Astrobotic.

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