
Clemente, en un plano del documental
Movistar Plus+
El secreto de la derrota más humillante de la España de Clemente
La selección que fracasó en Chipre en 1998 fue espiada por el entrenador rival en un entrenamiento previo a puerto cerrada
Es la derrota más recordada de Clemente junto a aquella contra Italia que nos echó de Estados Unidos 1994 y el batacazo contra Nigeria en el Mundial siguiente: fue la que supuso el adiós del vasco al cargo de seleccionador. Ocurrió en Nicosia el 8 de septiembre de 1998, en partido clasificatorio para la Eurocopa del 2000.
«Aún siendo el mismo voy a hacer cosas diferentes», anunció el vasco en la previa. Así fue: el once de aquel día estuvo en las antípodas de aquel otro mítico, lleno de centrales, que había ganado a Eire años atrás, en la que fue una de las victorias preferidas de Clemente. Contra Chipre, aquel día de septiembre, formaron Cañizares; Míchel Salgado, Nadal, Alkorta, Sergi; Etxeberría, Hierro, Raúl, Luis Enrique; Alfonso y Morientes.
Enfrente, una selección que contaba con muchos jugadores que no eran profesionales, como Engomitis, currante en una compañía de telecomunicaciones, o Pittas, que trabajaba en un banco de siete de la mañana a tres de la tarde.
«Nunca he contado esta historia a nadie, y tampoco he escrito sobre ella», relata Michalis Gavrielides, periodista deportivo que ha seguido al equipo chipriota durante 30 años, en el tercer y último capítulo del documental La España de Clemente (Movistar Plus+). Y, a continuación, explica una de las claves –hasta ahora desconocida– de esta derrota: «Javier Clemente decidió no ir a entrenar al estadio de Lárnaca», empieza su relato. Ese campo, llamado Antonis Papadopoulus, es en el que se disputó el partido. Pero el seleccionador español optó por preparar el encuentro en Nicosia. «Creo que ese fue un gran error de mi querido amigo Javier Clemente», juzga Panikos Georgiou, el oficial encargado de la política nacional de inmigración de Chipre que era entonces el técnico del conjunto rival de España.Panikos Georgiou llamó a su amigo el periodista Michalis Gavrielides y le preguntó si podía ir a su oficina, desde donde se veía el campo en el que Clemente decidió entrenar a puerta cerrada. Le dijo que sí. «Mientras tomábamos café y fumábamos vimos el entrenamiento de la selección española», recuerda el seleccionador chipriota en el documental. «Nuestro entrenador era policía. ¡Espió el enemigo!», bromea Gavrielides. Pero no era una broma sino algo muy serio. Clemente resta miga el espionaje («es igual, no es muy deportivo, pero tampoco me preocupa»), pero ya sabemos que es un hombre que rara vez admitió un error. Pero no su homólogo chipriota: «Yo creía mucho en mi equipo y en mis jugadores. Cuando vi cómo tenía pensado jugar España, empecé a ser más optimista todavía. Así se lo transmití a mis futbolistas».
Dos días después, sobre el campo pasó todo lo que había previsto Panikos Georgiou. España salió a la ofensiva: «A Clemente le habían dicho siempre que era muy defensivo. ¿Y aquel día qué jugamos? ¿Tres defensas y todos los demás para arriba? ¡No sé la cantidad de delanteros que jugaron!», recuerda el que fue el portero español, Santiago Cañizares.
España perdió 3-2 y Clemente ya solo aguantó unos días más. Hasta su amigo José María García le dijo en directo que se tenía que ir. Así que el seleccionador le dijo a Ángel Villar, entonces presidente de la Federación Española, que se iba, que dimitía, si bien en rueda de prensa comunicó que fue «un acuerdo» consistente en «una rescisión bilateral». Se acababa así una convulsa etapa de seis años. Hoy sabemos que la culpa fue del espionaje.