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29 de abril de 2024

Los escritores Noemí Trujillo y Lorenzo Silva, que acaban de publicar 'La forja de una rebelde'

Cultura

Lorenzo Silva y Noemí Trujillo: «Los libros nos han salvado la vida»

El matrimonio, consagrado ya como referente de la novela negra en España, firma a cuatro manos 'La forja de una rebelde', una novela criminal que se desarrolla en las semanas duras del encierro de 2020

Lorenzo Silva ha ganado el Nadal, el Planeta y una de sus novelas, La flaqueza del bolchevique, fue adaptada a la gran pantalla. Es conocido por su serie de novela negra que sigue a la pareja de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Noemí Trujillo es poeta y escritora, no solo de novela, sino también de relato breve y de literatura infantil y juvenil. Casados, tienen, además del matrimonio, otro proyecto en común: una serie de novelas policiacas con la inspectora de homicidios Manuela Mauri como protagonista. La Editorial Destino publica La forja de una rebelde, una de las primeras novelas pandémicas, que empieza, además, con un paralelismo entre la protagonista y Trujillo, ya que la madre de la escritora falleció el mismo día que se decretaba el estado de alarma en España.
En esta segunda novela, Mauri se enfrenta a un doble crimen ocurrido en plena alerta sanitaria, a finales de abril de 2020. La joven Carlota Vargas, de 19 años, ha encontrado a su padre y a su madrastra muertos a escopetazos en su vivienda. Se topaba con la terrible escena cruenta a su regreso de una fiesta ilegal, organizada por ella misma y celebrada con otros amigos, saltándose el confinamiento, y será el testimonio de todos ellos, rebeldes, narcisistas e inmaduros, prácticamente con todo lo que se cuente para afrontar la investigación en un Madrid asolado por la muerte y sitiado por el virus. Una oportunidad para bucear en todos los aspectos psicológicos y emocionales que han marcado los dos últimos años, y que Silva y Trujillo realizan con arrojo y elegancia en esta novela.
'La forja de una rebelde', de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo

'La forja de una rebelde', de Lorenzo Silva y Noemí TrujilloPaula Argüelles

Publican La forja de una rebelde, que se describe como una novela policiaca en clave hiperrealista. ¿Por qué hiperrealista?
−Creo que, como narradores, nosotros nos sentimos más cómodos teniendo una cierta conexión con la realidad. Sobre todo si hablamos de algo como un crimen, una investigación criminal, la vida de unas personas en una circunstancia real como ha sido la pandemia... Nos sentimos más cómodos tirando de los elementos que te proporciona la realidad y fantaseando con ese pretexto, que es también una opción literaria y artística completamente legítima, pero no es la nuestra. Pero sí que hay alguna invención, alguna licencia, aunque no sucede nada que no pudiera suceder tanto en términos criminales como policiales. El crimen que se investiga está inspirado en un crimen real que sucedió durante la pandemia. No intentamos reflejar ese crimen ni mucho menos, pero los conflictos y las circunstancias están tomadas de la realidad y la investigación criminal también se sujeta a como es una en realidad.
¿En qué se traduce eso?
−Por ejemplo, es algo que impide a nuestros personajes hacer todas esas cosas tan estupendas que hacen algunos investigadores de la ficción, que trabajan prácticamente solos, y donde los jueces entran y salen a su antojo. Nuestros policías están sometidos a las restricciones legales que tiene un policía para investigar un crimen.
Se basa en un crimen real, aunque no sucedió en Alcalá de Henares, sino en Villarejo de Montalbán. ¿Quién les ayuda para plasmar adecuadamente cómo se lleva a cabo una investigación policial?
−Trujillo: Lorenzo conoce a bastante gente y en este caso nos llamó la atención este crimen real. Hablamos con una de las personas que estuvo investigándolo, pero me gustaría señalar que lo que hacemos en la novela no es la recreación de un crimen real, o sea, no es un truco. Nos inspiramos en un crimen real como anclaje a la realidad. Es decir, hubo dobles homicidios durante la pandemia, durante la primera ola y el estado de alarma. Nos llamó la atención este en concreto por una serie de circunstancias. Parecía un robo, pero finalmente la investigación demostró que había sido otra cosa y que había otros motivos, por lo que contactamos con las personas que llevaron la investigación y nos dieron su opinión. Sobre todo a nivel humano, porque más allá de los detalles macabros, es difícil entender por qué ha sucedido ese crimen, por qué una persona es capaz de matar a dos personas a la vez, en un mismo acto, con una violencia tan extrema, con una escopeta de caza...
−De hecho, la novela muestra que la investigación «psicológica» es casi más importante que los datos y las pruebas, porque te ayuda a entender quién lo hizo... y por qué.
−En los últimos tiempos, quizá por influjo de ficciones audiovisuales como CSI, se ha puesto mucho el acento en que la investigación criminal contemporánea tira de elementos científicos, tecnológicos, etcétera, y que en eso consiste investigar. Eso es una herramienta no sólo útil, sino muchas veces decisiva. Pero cuando hablamos de delitos contra las personas, cuando hablamos de homicidios, cuando hablamos de crímenes en los que hay siempre un componente personal importante, la parte psicológica es tanto o más importante. Eso es lo fundamental, porque las personas no se matan aleatoriamente, no se matan por razones arbitrarias, no se matan porque se les ocurre de repente (aunque, de vez en cuando, hay personas trastornadas que cometen crímenes aleatorios, pero esto no es lo normal).

Las personas no se matan por razones arbitrarias, sino por relaciones problemáticas. En una investigación la psicología es tan importante como las pruebas policiales

¿Y por qué se matan las personas?
−Lo normal es que si alguien pierde la vida violentamente, sea por alguna relación problemática. Y además el investigador criminal llega a posteriori, cuando no le puede preguntar a la víctima, por lo que tiene que intentar entender quiénes son esas personas con las que se relacionó y dónde puede estar la clave del crimen. Y por ejemplo, al final, se acaban interviniendo teléfonos y comunicaciones y se acaban rastreando los historiales de navegación de algunas personas. Pero para poder hacer eso tienes que saber a quién se lo puedes hacer. Tú no puedes ir a un juez y decirle: «Pinche todos los teléfonos de todas las personas que rodean a la víctima». A nosotros no solo nos interesa porque nos parece más verosímil desde el punto de vista policial, que los investigadores de homicidios intenten comprender y conocer a las personas con las que están tratando, sino porque también eso es mucho más interesante en términos narrativos. Nos interesa mucho más la relación, el diálogo, el duelo, el pulso entre dos personas, una a lo mejor mintiendo y la otra intentando desvelar las mentiras, que hacer un inventario de pruebas periciales informáticas.
−En la novela se describen de forma magistral las relaciones, especialmente las tensiones que generó la pandemia. ¿Qué les inspira, de dónde beben para dibujarlas así?
−Trujillo: Hay un momento de la novela en el que un protagonista del equipo es escritor y están hablando de sus libros, y el subinspector le dice a Manuela Mauri: «Ya sabes que un escritor siempre se alimenta de su círculo más cercano, pero eso salimos nosotros en sus novelas». Es inevitable que las cosas que te van pasando en la vida acaben en tu literatura. Pero como decía James Joyce, «la imaginación es memoria»; es decir, hay una parte de ti, pero luego al pasarlo a la ficción se mezcla con otras muchas cosas. Aunque haya experiencia personal, está ficcionada. Lorenzo tiene otra serie de novela negra, Bevilacqua y Chamorro. Hay muchas diferencias entre esa serie y la de Manuela Mauri, empezando por la más obvia, que es que en una el protagonista es un hombre y en esta es una mujer; pero también hay analogías, como en el tema del hiperrealismo. La serie de Bevilacqua también busca ser real, creíble, que se sostenga, que no sea fantasiosa. La otra analogía tiene que ver con la psicología de los personajes, pero creo que en esta serie de Manuela Mauri las tramas personales tienen tanta importancia como la investigación policial.
¿No dejamos de ser nunca quienes somos, ni siquiera en el trabajo?
−Lo personal lo impregna todo. Para mí era importante que la protagonista no fuera solo una investigadora de homicidios, sino que la viéramos en otras facetas también de su vida. Porque uno no es solo su trabajo, no es solo el trabajo que desempeña; el trabajo es una parte de la vida, pero hay facetas como persona: la familia, las relaciones, los amigos. Y para mí era importante que todo esto estuviera presente desde el primer libro. Este segundo libro, al tomar la decisión de que se desarrollara durante la primera ola de coronavirus, nos daba un contexto muy especial: el confinamiento. ¿Qué paso en nuestras casas cuando todos nos encerramos con nosotros mismos, con nuestro grupo burbuja? Un confinamiento forzoso, cada uno encerrado en una convivencia obligada con quien fuera, todo tu espacio invadido por las relaciones familiares y profesionales, los colegios cerrados... ¡Somos la primera generación de padres que hemos tenido que asumir una labor docente durante muchísimos meses!
¿De qué forma, al ser un personaje femenino, habéis querido poner el acento en la dificultad generalizada de la mujer para diferenciar el ámbito personal del profesional?
−Hay una realidad que tiene Manuela y que tienen muchas mujeres, que es que de entrada y por defecto, y ante la duda, las obligaciones familiares recaen sobre ella. De hecho, ella está divorciada y los hijos que tuvo en común con otra persona no viven con esa otra persona, viven con ella, con lo que ella es la que tiene que solucionar la intendencia, aunque su pareja también colabore. Y ella tiene más asumida la obligación de llevar adelante a sus hijos, con los que además comparte el confinamiento, aunque de una manera especial, porque tiene que seguir trabajando: hay pandemia, situación familiar complicada y un trabajo que le exige salir de casa. En definitiva, la novela la presenta sometida a una presión máxima, tanto como profesional, como en su papel de madre. Y tiene otro elemento que no podría tener jamás un varón en sus circunstancias: un problema ginecológico que le representa una dificultad añadida, porque además tiene que buscar tratamiento médico en un momento en el que la sanidad está paralizada.
Los escritores Noemí Trujillo y Lorenzo Silva, que acaban de publicar 'La forja de una rebelde'

Los escritores Noemí Trujillo y Lorenzo Silva, que acaban de publicar 'La forja de una rebelde'Paula Argüelles

La literatura está muy presente también en el libro, no solo a través del título: se cita a Agatha Christie, a Cortázar, a Rilke, a Arturo Barea... ¿Es un personaje más?
−Este libro es muy especial en ese sentido. El primer libro se titula Si esto es una mujer, que es un homenaje a Primo Levi, que tiene un libro que se titula Si esto es un hombre. De lo que se trata es de coger un escritor y una obra del siglo XX que ha sido icónico y paradigmático y ofrecer una relectura. Porque con la cantidad de novedades que existen hoy, se olvidan casi al momento, pero tenemos grandes libros en una tradición literaria increíble. En este segundo libro hemos hecho un homenaje a Arturo Barea y La forja de un rebelde, que es un testimonio de la España de principios de siglo XX hasta la guerra civil española. Arturo Barea tuvo que exiliarse tras la guerra, y es un poco una metáfora de una generación que lo perdió todo con el exilio. Como en este segundo libro hablamos mucho de la pérdida enmarcada en la pandemia, quisimos que fuera un homenaje a todos los libros que hemos leído durante la pandemia. Porque los libros nos han salvado la vida. Es decir, este juego de intertextualidad que hacemos va un poco más allá.
¿Qué mas referencias literarias hay?
−Trujillo: La principal es Arturo Barea, que es quien tiene la analogía durante todo el libro. Pero también está Agatha Christie, que es una mujer muy polifacética: fue enfermera durante la Primera Guerra Mundial, también fue poeta y escribía novela negra: ¡una mujer escribiendo novela negra consiguió uno de los mayores éxitos del siglo XX con Diez negritos, y creó dos personajes icónicos que nunca coincidieron en sus novelas! También aparece Cortázar, en cuyos cuentos lo inesperado irrumpe en la realidad y lo cambia todo. Y de alguna manera eso es lo que nos ha sucedido con la pandemia. No nos la esperábamos, y lo ha cambiado todo. Nuestra vida ha cambiado radicalmente.
−Silva: Es muy importante en la construcción del personaje de Manuela una idea, que es que es una policía que lee, y que lee desde siempre. Haciendo una paráfrasis de una novela que se llama El policía que ríe, ella es una policía que lee, y no debería sorprendernos porque hay una gran cantidad de novelistas actuales que son policías en activo: Víctor del Árbol, Pérez Cervantes, Rafa Melero, Esteban Navarro... No es tan raro que acaben escribiendo literatura los policías que se dedican a la investigación, porque en una investigación criminal en el fondo estás construyendo una historia a partir de las pruebas. En este caso, Manuela es alguien para quien la lectura ha sido también una manera de relacionarse con la realidad. Y también es una especie de prisma a través del que ella examina los comportamientos ajenos. Y como a cualquier persona lectora, eso le ha aportado otra faceta a su vida: la lectura es un espacio, un espacio de existencia y de encuentro con los demás. Por ejemplo, ella durante la novela tiene problemas con su hijo mayor e intenta estar más con su hijo pequeño, y construye un espacio de encuentro en torno a la lectura, desde Los tres mosqueteros hasta Moby Dick.

Para cualquier persona lectora, la lectura es un espacio de existencia y de encuentro con los demás

Hay muchos temas en la novela, pero es cierto que es una de las primeras en tener la pandemia como marco, y un poco también como protagonista. ¿Surgió la idea durante el encierro?
−Trujillo: En mi caso, hay varios acontecimientos personales que figuran en la novela, y uno de ellos fue que el 14 de marzo de 2020 murió mi madre. Ese mismo día se anunció el estado de alarma y mi experiencia personal fue la dificultad de vivir un duelo. Estuve muy rara mucho tiempo, no sabía qué me pasaba, pero no podía vivir el duelo, era algo antinatural, y la gente seguía muriendo. En ese momento hice la reflexión de que muchos hijos se estaban quedando sin padres: hemos vivido un proceso de muerte colectiva durante dos años, y especialmente duro durante la primera ola. Y aunque para mí no fue fácil, pensé que era importante dar ese testimonio, porque con el tiempo corremos el riesgo de olvidarlo. La serie es realista, los personajes envejecen según según van pasando los años, se cuenta la realidad española... así que no podíamos obviar su contexto, y la pandemia estaba presente. Nuestro reto era contar el lado emocional.
−Silva: Desde siempre nos hemos intentado acercar a cuestiones relevantes. En la primera novela lo hicimos con una cuestión tristemente muy relevante en nuestra sociedad, que es la explotación sexual de personas, fundamentalmente mujeres. Y estábamos dándole vueltas a cuál podía ser la segunda historia y llegó la pandemia, llegó el confinamiento. Manuela nos permite hablar de todas estas cuestiones, a Noemí le permite dar un poco salida literaria a su duelo, nos permitía hablar de la situación que estábamos viviendo todos. Pero no es un libro sobre la pandemia: creo que para hacer esa prospección literaria profunda sobre lo que ha significado la pandemia necesitamos un distanciamiento que no tenemos. Pero hay otra cosa que también puede hacer la literatura, que es levantar acta, dar testimonio vivo, en caliente, de los detalles, para que luego, a lo mejor dentro de unos años, alguien haga los análisis correspondientes. Para eso sí que estamos a tiempo. Porque la pandemia, más allá de los avatares sanitarios y administrativos, removió una serie de cuestiones que tienen que ver con el lugar que las personas ocupan en esta sociedad, el lugar que ocupan dentro de su familia, la relación entre generaciones, que ya estaban ahí desde antes en términos conflictivos, pero que la pandemia vino a incrementar o a potenciar. Y eso es lo que intentamos contar a través de la historia.
En ese sentido, ¿cómo lo han recibido los lectores? Porque quizá a muchos no les apetece leer sobre la pandemia aún...
−Siempre nos preguntan si no nos planteamos olvidarnos de la pandemia, es decir, contar la doble investigación del crimen, pero sin el contexto. Y nos llamó la atención. Pero a la vez también nos decían que al verlo en el papel se habían emocionado mucho, porque de alguna forma una sociedad no asimila sus fracasos hasta que no llegan al cine. Y normalmente el paso previo para llegar al cine suele ser la literatura. Cada uno tiene su pequeño conjunto de historias sobre lo que ha vivido durante la pandemia. Y verlas reflejadas en papel ha sido una ayuda. Hemos estado aislados mucho tiempo, seguimos de alguna manera en un grupo burbuja y cada uno lo gestiona como puede. Ocurre algo que es consustancial a la literatura y a cualquier forma de representación artística: se ocupan con mucha frecuencia el dolor. Los griegos desarrollaron como herramienta social la tragedia, no la comedia. Y está demostrado que esa representación artística al final es superadora, es reparadora.
Los escritores Noemí Trujillo y Lorenzo Silva en El Debate

Los escritores Noemí Trujillo y Lorenzo Silva en El DebatePaula Argüelles

−En esta segunda novela vemos el desarrollo de Manuela y como cómo a pesar de sus contradicciones hay un trasfondo bueno en ella, siempre he intentado hacerlo lo mejor posible. ¿Hacia dónde habéis querido llevarla?
−En el primer libro ella tenía una coraza emocional muy fuerte por lo que le había pasado. Acababa de vivir el suicidio de un compañero que le había afectado mucho, estaba de baja y de alguna manera la investigación que se cuenta en el primer libro la ayuda un poco a superarlo. En los dos años que pasan entre un libro y otro vemos cómo ella ha roto esa coraza: empieza a comunicarse más, la conocemos mejor, es más humana. Nosotros como escritores «a cuatro manos» tenemos como referencia al matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö, y en el primer libro de su serie dicen que un buen policía tiene que tener tres virtudes ser lógico, ser sereno y estar tranquilo. Manuela las tiene, pero la pandemia ha alterado su serenidad. En una colección de estudios titulada Maternidades políticas de representación se habla de la situación que han vivido las madres durante las pandemias. El contexto ha sido muy contradictorio, con los colegios cerrados y todos los prostíbulos del país en funcionamiento. Nos interesaba por eso esta triple faceta que tiene Manuela como mujer, como madre, como policía. La tradición de la novela negra, que mayoritariamente se ha escrito por hombres, ha tenido a hombres como investigadores, y eran un poco herméticos en el plano emocional. Manuela es real, tiene muchos frentes abiertos y en todos hay cosas que mirar.
¿Vamos a seguir conociendo a la inspectora Manuela Mauri? ¿Qué futuro tiene esta saga?
−La idea es continuar. Nuestro referente es el matrimonio Maj Sjöwall y Per Wahlöö, y ellos escribieron 10 novelas, a una al año, entre 1965 y 1975. Nosotros, por temas de agenda y por el proyecto individual de cada uno, no podemos escribir una al año, pero sí que nos gustaría homenajearles publicando 10. Y continuar con los guiños literarios que hay continuamente en la serie, y ellos se merecen uno, porque trabajaron mucho por romper el prejuicio de las cuatro manos.
¿Sigue existiendo ese prejuicio, lo perciben?
−Sí, porque la gente no lo entiende. Es decir, hay una visión como de la autoría muy vinculada a la teoría del genio, como si fuera algo que siempre es individual. Pero escribir a cuatro manos implica un trabajo cooperativo e implica renunciar a veces a tu individualidad para dejar espacio a la del otro. Es una negociación permanente. Hay autores, de hecho, que escriben libros a cuatro manos y adoptan un seudónimo único para que no se vea que son dos personas. Hay varios casos internacionalmente, incluso dentro de la novela criminal. Pero a nosotros nos da igual. Ya tenemos la historia para la tercera novela... una historia con cariz criminal que sucede en la realidad.
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