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Manuel Ventero con el libro 'Damas y reinas'

Manuel Ventero con el libro 'Damas y reinas'

Entrevista con el escritor Manuel Ventero

¿Cuál es el poder de las primeras damas y de las reinas consortes hoy?

Manuel Ventero, director gerente de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE, publica Damas y reinas, obra que surge para «estudiar el papel de la mujer en su rol de consorte de un jefe de Estado»

Los datos están recogidos y analizados en el libro: las jefaturas del Estado están mayoritariamente en manos de los hombres. De los 194 países reconocidos por Naciones Unidas, 161 tienen a un varón en la Jefatura del Estado y solo 25 a una mujer. Si hablamos de las mujeres consortes 123 son primeras damas y 24 consortes reales.

Sin embargo, ha cambiado la forma, las funciones e incluso la figura tanto de las reinas consortes como de las primeras damas a lo largo de la historia.

¿Cómo es el día a día de estas mujeres? ¿Cuál es el papel que desempeñan? Tras una ardua labor de documentación, el escritor Manuel Ventero, que es también director gerente de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE, analiza estas y otras cuestiones en Damas y Reinas, un ensayo que examina en profundidad el cometido de las primeras damas y las reinas consortes a lo largo de la historia y en la actualidad.

El libro 'Damas y reinas', de Manuel Ventero

El libro 'Damas y reinas', de Manuel Ventero

–¿Cuál es la diferencia fundamental entre una primera dama y una reina consorte?

–El término «primera dama» nace, allá por 1800, para designar a la esposa del presidente de la nación americana y, en su defecto, a aquella mujer que la sustituye, en caso de soltería o viudedad del jefe del Estado. Pero en ningún caso corresponde otorgar tal distinción a la esposa de un rey, cuyo título no puede ser otro que el de reina consorte o consorte del rey. Tampoco es oportuno el tratamiento de «primera dama» para el caso de las esposas de presidentes de Gobierno o primeros ministros, como a veces ocurre. En España no hay primera dama.

–¿Qué ha pretendido con este libro?

–Estudiar el papel de la mujer en su rol de consorte de un jefe de Estado.

–Siendo la mayoría de los gobernantes hombres, según los datos que recoge en su libro, ¿es verdad eso de que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer?

–La estadística es elocuente. En los 194 países reconocidos por Naciones Unidas, se cuentan tan sólo 10 jefas de Estado: 8 presidentas y 2 reinas, Margarita II de Dinamarca e Isabel II, titular esta última, bien es cierto, de 15 estados de la Commonwealth, además del Reino Unido. En cuanto al célebre dicho, la influencia de la pareja es determinante. Creo que lo de menos es el género de cada cual. Lo evidente es que las parejas comparten vidas, hijos, patrimonio… y también información. Imaginarlo de otra forma sería llamarse a engaño.

–¿Qué hay de cierto en ese «poder informal» que han ejercido las mujeres?

–Salvo períodos, siempre tasados, como gobernadoras o regentes, el verdadero poder de las reinas consortes reside en el ámbito informal, es decir, en la capacidad de influencia sobre los círculos (masculinos) de poder; una suerte de «política oculta» que históricamente resultaba más o menos eficiente en virtud del contexto en que se desplegase, de la confianza que el rey otorgara a la reina y, cómo no, de la propia destreza de la consorte. A lo largo de la historia, y al margen de las tareas esperadas, las consortes ejercían otras funciones bien diferentes, orientadas a preservar y enaltecer su autoridad y renombre y, por extensión, el de su abolengo. Con los matices que correspondan, esta dinámica puede trasladarse al tiempo presente y también, cómo no, al universo republicano.

Ha sido el primer acto oficial de 2022 al que acuden juntas Doña Leonor y Doña Sofía

Ha sido el primer acto oficial de 2022 al que acuden juntas Doña Leonor y Doña SofíaGtres Online

–¿Podría considerarse algo misógina esta consideración?

–A lo largo de la historia, las reinas consortes han ocupado un papel discreto. Es más, debían transmitir una imagen ejemplificadora, como «mujer de Estado» –que conllevaba el silencio– y también, como «paradigma femenino», muy especialmente ante las mujeres de la nobleza. Ese ha sido el modelo que hoy se desmorona.

–Las consortes debían ser discretas y limitarse a actos sociales o culturales. ¿Esto ha cambiado, o solo sobre el papel?

–Ciertamente, la discreción del consorte –sea hombre o mujer– es obligada, por cuanto no deja de ser la pareja del titular de la jefatura del Estado. Esto es evidente, pero también lo es que los tiempos han cambiado y se espera del consorte una mayor visibilidad e interacción. Lo importante es que su actitud, sus gestos y sus palabras sean las adecuadas.

–Macron trató de institucionalizar la figura de «primera dama». ¿Qué sucedió?

–Fue un auténtico fiasco. En plena campaña electoral de las presidenciales de 2017, Emmanuel Macron defendió la necesidad de definir expresamente las funciones de la esposa del jefe del Estado. Instalado ya en El Eliseo –no engañó a nadie–, se dispuso a reglamentar las funciones de la primera dama, pero se encontró con una petición en Change.org «Contre le statut officiel de première Dame Brigitte Macron». El movimiento L’égalité nationale recabó centenares de miles de firmas con el siguiente argumento: «Si la primera dama quiere hacer política, que se presente a las elecciones». Macron tuvo que abandonar su propósito, a favor de una menos ambiciosa y discreta «carta de transparencia» que define las funciones de Brigitte Marie-Claude como esposa del presidente.

–Defiende en su libro que la Reina Letizia es la que más trabaja. ¿Lo sabe de buena tinta?

–No hay duda. Trabaja de manera eficiente en muy diferentes áreas, entre ellas, la investigación, la infancia, la educación, etc., aunque el colectivo mujer es el primero de sus temas. Y en cuanto a visibilidad, no hay duda: desde que ostenta la condición de reina de España (2014), hace casi ocho años, ha pronunciado el 50 % de los discursos que su antecesora en cuatro décadas. Tampoco es algo extraño: su esposo, Felipe VI, ha pronunciado a estas alturas una cantidad similar a la de su padre. ¡Son otros tiempos!

La Reina trabaja de manera eficiente en áreas, como la investigación, la infancia o la educación, aunque el colectivo mujer es el primero de sus temas

–¿Qué hace ella que no hagan sus homólogas?

–Implicarse en el día a día, colaborar, participar de los proyectos desde el origen, inspirarlos, incluso; participar de la estrategia, contribuir a que se hagan bien las cosas. La diferencia es importante. Los gobernantes tienden a distanciarse de la realidad y de la gente, ignoran sus preocupaciones verdaderas, y la Reina ha sido y es, en este sentido, el mejor consejero de Felipe VI.

–¿Cuál diría que es el principal papel que desempeña la Reina Letizia en nuestro país?

–Más allá de sus tareas de anfitrionazgo, representación, acompañamiento al jefe del Estado, etc.,, diría que el gran papel de la reina es hacer con el rey lo que un rey parlamentario hace, a su vez, con el Gobierno: «animar, advertir y aconsejar», en línea con las funciones que Walter Bagehot sugirió para el monarca inglés en su célebre The English Constitution (1867), tareas más propias de la autoritas que de la potestas, que es, por otro lado, el ámbito de actuación característico de los reyes democráticos.

–¿Qué cree que ha cambiado respecto a Doña Sofía?

–Las comparaciones –además de «odiosas», decía Cervantes– terminan siempre en reduccionismos, pero no dejo de contestarla. Son personas distintas, con personalidades diversas, que han vivido y viven –y esto es lo más importante– contextos históricos y políticos muy diferentes. Doña Sofía continúa haciendo, ahora como reina emérita, un magnífico trabajo, y los españoles la admiran y respetan. Pero el de Letizia es otro tiempo. El silencio habitual de las reinas ha remitido en favor de una mayor implicación y visibilidad. La sociedad demanda en cada momento actuaciones diferentes. Apunto dos características de nuestro presente: los medios de comunicación, que ella conoce especialmente bien; y el empoderamiento de la mujer. A esta segunda causa ella contribuye de manera notable, visibilizando al colectivo en buena parte de sus intervenciones. Lo hace, por cierto, desde una institución acostumbradamente masculina.

El silencio habitual de las reinas ha remitido en favor de una mayor implicación y visibilidad

–¿Y qué opinión le merece la Princesa Leonor?

–Doña Leonor pronunció su primer discurso público el 18 de octubre de 2019, durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, y captó toda la atención de los medios y la sociedad. A medida que avancen los años, la expectación en torno a ella será más elevada porque está llamada a ser no la reina consorte, sino la reina titular, por ius proprium. La llegada al trono de doña Leonor de Borbón y Ortiz contribuirá a normalizar la historia de nuestro constitucionalismo y de nuestra sociedad.

–De todas las figuras femeninas que ha analizado, ¿cuál le ha fascinado más?

–En España hemos tenido muy pocas reinas por derecho propio, pero es cierto también que, entre los antecedentes, destaca Isabel «la católica», una auténtica excepcionalidad histórica. Ni su juventud ni su condición de mujer le hicieron desistir de su derecho a reinar. Compartió con su marido el gobierno de la monarquía, pero jamás cedió la titularidad del trono castellano. Bajo su égida, se reconquistó el reino nazarí y se descubrió el Nuevo Mundo. Isabel fue el alma de aquella empresa. Y esto ocurrió hace 547 años, nada menos.

–¿Y la Isabel actual?

–Entre las titulares vivas, otra Isabel, titular de la Corona de Inglaterra desde 1952, segunda en el ranking de permanencia en el trono que encabeza el francés Luis XIV, «el Rey Sol», que alcanzó los 72 años de reinado. Isabel II encarna además la monarquía «parlamentaria», que nació en Reino Unido. Constituye una referencia indiscutible, como reina y mujer.

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