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17 de mayo de 2024

Cartas antiguas, en una imagen de archivo

Cartas antiguas, en una imagen de archivoPexels

El Debate de las Ideas

Cómo se construye una red conservadora

Con motivo de la exposición Otto de Habsburgo: vida y herencia, organizada por el instituto de Estudios Históricos del CEU y la Fundación Otto de Habsburgo que se inaugura el próximo lunes 2 de octubre, dedicamos El Debate de las Ideas a glosar su obra y figura

¿Cómo se difunden y cómo cambian las ideas políticas? Y, más concretamente, ¿cómo han surgido y se han propagado? ¿Cómo pueden transformarse en medidas concretas y en decisiones políticas?
A la hora de ponerlas en práctica, las redes desempeñan un papel muy importante. Las redes son omnipresentes en la vida social y existen allí donde la información, las ideas y los pensamientos pueden difundirse. Estos giran en torno a personalidades clave que tienen la capacidad de darles forma y mantenerlos.
Otto de Habsburgo, último sucesor al trono de la Monarquía austrohúngara, fue sin duda una de ellas. El polifacético político demostró ser un excelente constructor de redes. A través de sus conferencias, reuniones, viajes, cartas y escritos logró reunir un increíble capital social que posteriormente supo trasladar al plano político. Desde 2018, la Fundación Otto de Habsburgo de Budapest se encarga del patrimonio material y el legado intelectual de la persona que le da nombre. Los más de 100 metros lineales de documentos, 11.000 libros y 30.000 fotografías documentan con todo detalle una larga vida. Sus dos cometidos están estrechamente interrelacionados, ya que el copioso material constituye la base de nuestros esfuerzos por incorporar el pensamiento de Otto de Habsburgo a los debates actuales y promover una reflexión prospectiva sobre una serie de temas considerados relevantes por el Archiduque.
A medida que avanza el estudio del patrimonio material, se hace cada día más patente la constancia y la meticulosidad con que el último príncipe heredero húngaro trabajó para difundir y hacer realidad sus ideales, y cómo para ello utilizó de manera sistemática su red de contactos, que abarcaba prácticamente todo el mundo.

Herencia dinástica y anticomunismo

El hijo mayor del último soberano de la Monarquía del Danubio perdió a su padre cuando tenía 9 años. Pero el colapso tras la Primera Guerra Mundial y la pérdida de poder de la familia Habsburgo no impidieron que Otto ‒gracias sobre todo a su rigurosa madre, la emperatriz Zita‒, en su condición de jefe de la Casa, fuera contemplado como futuro Emperador y Rey, y educado como tal. Así, los vínculos de él y de su familia con las antiguas élites de la Monarquía, y en general con «el mundo de ayer», así como con la Iglesia católica, permanecieron intactos. En este contexto, su relación con la Casa Real española es especialmente interesante: Otto de Habsburgo tenía lazos de amistad con la casa de Borbón, e incluso rechazó la oferta de Franco de convertirse en Rey de España en consideración a dicho vínculo y por la lealtad que guardaba a la Familia Real debido a su generosidad durante el exilio de la suya en los años veinte.
Para favorecer sus empeños políticos utilizó su herencia dinástica con gran eficacia, y tras la Segunda Guerra Mundial desempeñó un papel destacado en las organizaciones anticomunistas. A partir de la década de 1950 participó también en el foro secreto de política exterior dedicado a la integración de una Europa católica, así como en círculos que reunían a élites conservadoras de todo el mundo. Estos círculos tenían muchos aspectos en común, y constituían grupos políticos informales con una influencia creciente en el diseño de la política europea. El conservadurismo europeo y euroatlántico recibió un influjo sustantivo de estas organizaciones y redes transnacionales.

«El mejor Emperador que tuvieron los Habsburgo»

Los primeros años de la vida del archiduque estuvieron caracterizados por el conflicto entre la realidad del exilio y el deseo de restauración. Sin embargo, la amenaza de los nacionalsocialistas le hizo comprender que debía anteponer el compromiso con la autodeterminación de los pueblos a los intereses de la dinastía. Tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial, la consolidación del sistema bipolar lo inclinó aún más hacia las redes conservadoras.
Como cualquier agrupación política, los conservadores de la Europa occidental de posguerra también eran excelentes creadores de redes que ejercían una influencia considerable en los procesos políticos. Otto de Habsburgo fue una de las figuras clave para el impulso de esta política transnacional conservadora, que a menudo operaba entre bastidores del gran escenario político.
Desde muy pronto, el archiduque fue miembro activo (e incluso cofundador) de numerosos espacios de contacto, a menudo parcialmente coincidentes, del anticomunismo y el conservadurismo transnacionales, como el Centro Europeo de Documentación e Información (CEDI), el Instituto de Estudios Políticos de Vaduz, o Le Cercle, organizaciones en las que llegó a desempeñar un papel destacado.
El objetivo de estos grupos era unir a diferentes tendencias políticas conservadoras y democristianas europeas para luchar contra el comunismo. Además, intentaban promover la cooperación transfronteriza en el marco de la reconstrucción y, al mismo tiempo, potenciar el proceso de integración europea.
Un hecho interesante es que estas redes tenían múltiples vínculos con España. Por ejemplo, el CEDI, que prácticamente surgió de los debates y reuniones del Congreso Eucarístico de Barcelona, se fundó en la ciudad española de Santander ya en 1952. Destacados políticos, como el entonces ministro de Asuntos Exteriores Alberto Martín Artajo, e importantes funcionarios, como José Ignacio de Valdeiglesias, Alfredo Sánchez-Bella y Manuel Fraga Iribarne, también participaron de diversas maneras en la labor de la organización.
El enfoque político realista y pragmático de Otto de Habsburgo, aunque sutilmente entrelazado con sus convicciones fundamentadas en valores, su creencia en cuestiones como el potencial de la supranacionalidad basada en el principio de subsidiariedad y su idea de la importancia de la seguridad para la supervivencia a largo plazo de la Unión, su apoyo a la creación de instituciones europeas comunes y su identidad cultural se forjaron durante estos años formativos de principios de la Guerra Fría.

EE.UU. - Mentes conservadoras

Las visiones y las ideas de Otto de Habsburgo se abrieron paso en el pensamiento y la acción política estadounidenses de posguerra. Al mismo tiempo, las influencias de Estados Unidos modelaron y matizaron decisivamente las ideas y la filosofía del último Príncipe heredero de Austrohungría.
Su extenso intercambio de correspondencia con Henry Kissinger, por ejemplo, arroja una luz muy particular sobre una serie de acontecimientos y asuntos de máxima importancia durante la Guerra Fría y después de ella. La penetrante inteligencia del secretario de Estado, que este año celebra su centenario, no solo fue de utilidad para Otto de Habsburgo, sino que también resultó de crucial importancia para nuestra comprensión de las circunstancias de la época.
Dos distinguidas personalidades de los republicanos estadounidenses como Lee Edwards y Edwin Feulner aun hoy siguen deshaciéndose en elogios sobre cómo los artículos de Otto de Habsburgo, su inquebrantable anticomunismo y su eterno optimismo impulsaron los preparativos para el Gobierno de Reagan.
Además de con figuras políticas, nuestro homónimo tuvo relaciones estrechas con diversos pensadores y personajes públicos conservadores estadounidenses. En particular, se produjo una intensa colaboración entre el Archiduque y el fundador de la National Review, el popular publicista William F. Buckley, o el mago de Mecosta, Russell Kirk. Su amistad y su relación profesional con este último se prolongó durante varias décadas, y constituye un punto de referencia especialmente importante e interesante para el diálogo conservador transatlántico.
Otto de Habsburgo, una de las figuras clave de la integración europea, fue durante cuatro legislaturas uno de los miembros más destacados del Parlamento Europeo. Antes de eso había sido presidente desde 1973 de la Unión Paneuropea, una organización que ya contaba más de 50 años de existencia y que, bajo el liderazgo del conde Richard de Coudenhove-Kalergi, comprendía una extensa red de defensores de una Europa unida. Otto difería de su predecesor Kalergi: su imagen de la unidad europea otorgaba mayor importancia a la diversidad de las naciones del continente. La llamada «idea imperial» estaba en el centro del pensamiento de Otto de Habsburgo, que intentaba encontrar el equilibrio adecuado entre la soberanía de los Estados y las aspiraciones federales. Como jefe de la Casa Real europea más antigua ya no se hacía ilusiones de recuperar el poder político real sobre los antiguos territorios de la familia, pero contaba con siglos de experiencia política dinástica y una gran pericia histórica que supo poner creativamente al servicio de la integración europea, lo cual lo convirtió en uno de los visionarios y arquitectos más importantes de su institucionalización.
De los numerosos discursos, mociones, resoluciones y propuestas presentadas por Otto de Habsburgo como diputado del Parlamento Europeo, los más conocidos (y a menudo los únicos) son los relativos al desmantelamiento del telón de acero, es decir, a la transformación de la Europa Central y del Este, la unificación de los dos Estados alemanes y la ampliación de la Unión Europea hacia el Este. Sin embargo, en lo relativo a la ampliación no se limitó de ningún modo a apoyar e impulsar a los países de Europa central y del Este, sino que abogó firmemente por la adhesión de los países del Mediterráneo y, más tarde, de Austria y de Suecia. Con el argumento de que cada incorporación fortalecía y consolidaba el proyecto europeo común, respaldó en particular la admisión de España y Portugal en la Unión Europea.
«Doy gracias a Dios de que España sea ahora parte integrante de la Unión Europea, de la que nunca estuvo separada moralmente», escribía Otto en 1985 en una carta a Juan Carlos I con motivo del acceso del país a la integración. A principios del año siguiente fue galardonado con el Premio Europeo Coudenhove-Kalergi por sus servicios a la adhesión de España a las Comunidades Europeas.

Atractivo y carisma

A la vista de esta compañía tan variopinta hay que preguntarse cómo fue capaz de construir y mantener esta red tan extensa y diversa. Una de las muchas razones fue su extraordinaria personalidad. Durante seis siglos y medio, la dinastía de Habsburgo reinó sobre numerosos territorios y produjo toda una serie de miembros interesantes. Pero pocos de ellos fueron tan dotados, afables y apreciados como el Archiduque Otto.
Max Weber describe el carisma como una autoridad política o intelectual que es respetada por los demás. Los logros de Otto de Habsburgo le granjearon ese respeto incluso entre personas y políticos con una visión del mundo completamente distinta de la suya. Pero el carisma no puede darse por supuesto. Martyn Rady, autor del éxito de ventas Los Habsburgo, explica con acierto en una de sus exposiciones, dedicada a Otto, cómo las personas pueden perder el carisma tras la pérdida del poder político. Este no fue el caso del archiduque.
Rady no se pregunta por qué no lo perdió, pero sus cualidades mentales fueron sin duda determinantes. Como recordaba el conde Coudenhove-Kalergi a mediados de la década de 1960, todos los que le conocieron quedaron impresionados por su extraordinaria personalidad, que lo convertía en un excelente constructor de redes.
Pero su actitud intelectual también fue un factor importante para su carisma: el archiduque era realista e invariablemente optimista. Su sentido de la realidad le ayudó a tomar las decisiones correctas, mientras que su optimismo, moldeado por su profunda fe cristiana católica, constituyó siempre un apoyo para superar las dificultades que se presentaron con frecuencia en su larga vida. A ello se añadía su increíble diligencia, imprescindible para mantener contactos en todo el mundo y estar presente en los medios de comunicación de múltiples países en numerosos idiomas.
Fue una gracia especial de Dios que, tras la caída del telón de acero, también pudiera vivir la pertenencia de los antiguos territorios de la Corona a la Unión Europea. Es muy recomendable conocer más de cerca los frutos de esta vida plena.
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