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24 de abril de 2024

«Para ser buen periodista» de G. K. Chesterton

Detalle de portada de «Para ser buen periodista» de G. K. ChestertonCEU Ediciones

Chesterton y la eterna batalla contra la desinformación

«Para ser buen periodista», una selección de artículos de Chesterton sobre el periodismo de su tiempo que siguen hablando a periodistas y comunicadores más de cien años después

«Para ser buen periodista» de G. K. Chesterton

ceu ediciones / 

Para ser buen periodista

G. K. Chesterton

¿Puede el periodismo contemporáneo aprender algo a partir de lo que escribió alguien como Chesterton hace más de cien años, cuando ni siquiera habían llegado la información radiofónica o televisiva? Un servidor de ustedes cree que sí, y mucho.
Chesterton tiene fama merecida de profeta. Resulta casi escalofriante leer lo que escribió hace más de cien años sobre cuestiones que hoy están de plena actualidad. El periodismo no es una excepción. Por eso, nada mejor que leer lo que escribió Chesterton si queremos ir a la raíz de un problema tan presente en nuestros días como la necesidad de saber si lo que leemos, vemos o escuchamos es información o desinformación.
El lector hispanohablante tiene ahora una buena herramienta para que el siempre luminoso Chesterton nos ayude a no perdernos en medio de la oscuridad provocada por la constante emisión de cortinas de humo que impiden ver la verdad. Se trata del volumen Para ser buen periodista, una selección de artículos de Chesterton sobre el periodismo de su tiempo publicados en el semanario Illustrated London News entre 1908 y 1925. 
El volumen se completa con un prólogo de María Solano, decana de la facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, y un epílogo de Gabriel Galdón, catedrático de Periodismo recientemente jubilado en la misma facultad y autor de Infoética. El periodismo liberado de lo políticamente correcto. Este último libro está plagado de referencias a Chesterton y podría definirse como un intento de responder a la pregunta ¿qué pueden aportar la teoría y la práctica periodística de Chesterton al mundo informativo de la primera mitad del siglo XXI? El libro de Galdón podría ser una prueba muy bien documentada de que Chesterton tiene mucho que decir en la eterna batalla entre la información y la desinformación.
Para ser buen periodista se suma a la larga lista de aportaciones del Club Chesterton de la Universidad CEU San Pablo a la difusión de la obra del escritor inglés. Es la primera vez que promueve la publicación de una traducción de textos de Chesterton dedicada en exclusiva al Periodismo, pero en obras anteriores hay antecedentes. Ya en 2013, con la publicación de La utopía capitalista y otros ensayos (Palabra), aparecía un texto titulado «La tiranía del mal periodismo», artículo en el que Chesterton viene a decir que el mal periodismo, el que desinforma, es consecuencia inevitable del sistema capitalista: «En los últimos veinte años los plutócratas que gobiernan Inglaterra sólo han permitido a los ingleses el mal periodismo».
Más recientemente, otra edición impulsada por el Club Chesterton, en este caso para Ediciones Encuentro, fue La prensa se equivoca y otras obviedades, recopilación de artículos publicados por Chesterton también en el semanario The Illustrated London News en 1908.
Conviene recordar que Chesterton fue apodado «El príncipe de las paradojas». Todas sus críticas a ciertos malos hábitos del periodismo de su época quedan envueltos en humor fino e irónico, hasta el punto de que, si no se lee con atención, pueden dejarse escapar sus cargas de profundidad contra lo que él consideraba corruptelas de una profesión que para él era máximamente noble y de la que se sentía muy orgulloso. 
Así que Chesterton a veces parece decir lo contrario de lo que está diciendo. Y hay otra dificultad nada despreciable: sus propuestas chocan frontalmente contra ciertos dogmas de nuestro tiempo. Muchos lectores captan perfectamente sus sutilezas, pero entonces viene un segundo freno: estar de acuerdo con Chesterton significa pensar que el Periodismo debería dar un giro de 180 grados si quiere cumplir lo que se supone que es su misión. Dar voz a los sin voz, para que la información contribuya a hacer el mundo un poco mejor.

Qué tiene que ver la mala prensa con el capitalismo

Se hablaba unas líneas más arriba de la relación entre la desinformación y el sistema capitalista. Es casi imposible leer un libro de Chesterton sin encontrar un ataque frontal al capitalismo. Para ser buen periodista no es la excepción. En uno de los artículos del libro, publicado en Illustrated London News el 17 de enero de 1925, escribe: «el capitalismo y el comunismo son bastante parecidos». Puede que en aquella época resultara más difícil entenderlo, pero es justo ahora, en 2021, cuando es imposible negarlo. El país más poderoso, la República Popular China, es la demostración definitiva de lo bien que se entienden el comunismo y el capitalismo.
No es el momento de profundizar en esta idea, pero sí de ver cuánto daño hace el capitalismo al periodismo. Si el capitalismo consiste en la acumulación de cada vez mayor riqueza en cada vez menos manos, uno de los cánceres del periodismo, desde siempre, es la acumulación de los medios informativos en muy pocas manos. Chesterton se esforzó en convencer a sus lectores de que no puede haber libertad si la propiedad no está muy ampliamente repartida. Por eso no puede haber libertad de información si los medios informativos están concentrados en muy pocas manos. Esto estaba más o menos claro antes de la pandemia, pero la pandemia ha acelerado muchos procesos. 
Ahora, de un modo mucho más claro que antes de la pandemia, quien abra los ojos verá que la falta de libertad informativa está tan presente en las democracias parlamentarias como en la China comunista. También en esto el tiempo ha dado la razón a Chesterton. Esa lucidez que le permitió ver muy pronto que comunismo y capitalismo son dos caras de la misma moneda le llevó a esta joya que aparece casi al final del libro, en un artículo titulado «Nuestro periodismo antediluviano»: «No debemos tener miedo de un gran cambio. En una palabra, sería mucho más fácil transformar un estado moderno empresarial en uno bolchevique antes que en uno de verdadera libertad y propiedad». El empujoncito de la pandemia lo ha dejado más claro que el agua.

Para ser buen periodista hay que ser buena persona

Cuando uno dice para sí «Para ser buen periodista…» es fácil que venga a la cabeza como terminaba la frase Kapucinski: «...hace falta ser buena persona». Pero para ser buena persona hay que tener principios éticos bien definidos. Otra de las grandes lacras del periodismo, casi desde sus inicios, es la adopción generalizada del relativismo moral. 
Cuando se parte de que no existen y el bien y el mal se está provocando una grave desinformación en el público, a veces mucho más necesitado de discernimiento ético que de acumulación de datos inconexos. Es ese discernimiento ético el que da sentido a esa avalancha de información, y a través de ese sentido, el público consigue que la recepción de información le ayude a resolver sus dilemas personales. 
Todo esto viene a cuento del título del artículo con que se abre Para ser buen periodista: «¿Tan difícil es decir que algo es inmoral?». Por culpa de ese mantra tan dañino según el cual «Los hechos son sagrados, las opiniones son libres», nos hemos malacostumbrado a una falsa neutralidad que, en realidad, es una estafa al público consumidor de información. 
Por supuesto que hay muchas cuestiones discutibles, muchos debates abiertos, pero Chesterton acertaba de pleno al poner el dedo en esta llaga: «El periodismo moderno tiene miedo constante de esta explicación moral tan simple. Calificará la acción con cualquier adjetivo, loca, bestial, vulgar, absurda, todo menos calificarla de inmoral». 
Una de las frases más famosas de Chesterton es aquella que dice que «el mundo moderno está probado de viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas». Y por eso, como es tan antinatural ese negarse a otorgar calificación moral a los hechos que se cuentan en los medios informativos, hemos acabado realizando juicios morales absolutos contra quienes, por ejemplo, rechazan la vacuna contra el coronavirus, calificados alegremente de «asesinos», mientras otras conductas directamente homicidas se van de rositas o envueltas en eufemismos que son un insulto a la inteligencia. Viejas virtudes que se vuelven locas.
El mejor periodismo está por venir. Es el periodismo que, quizá con un siglo de retraso, podría decidirse a dejarse guiar por Chesterton. Hay una dificultad. Como también dijo Chesterton, lo malo de la era moderna no es su capacidad de cometer grandes errores, sino su incapacidad de reconocerlo y pedir perdón. 
Véase qué hizo el periodismo español (el de los grandes medios, en manos de unos pocos propietarios) en febrero de 2020, cuando todo eran burlas e insultos contra los que decían que iba a ocurrir lo que ocurrió. Quizá fue un error comprensible, pero lo que es incomprensible es la obstinación en no reconocer aquel error. Si no se reconoce, no se pide perdón. Y si no se pide perdón, no se rectifica. 
Por eso Cervantes, que hoy sería muy chestertoniano, dijo lo que dijo sobre la humildad. El periodismo puede salir del pozo y acabar adquiriendo una reputación mayor que la que nunca tuvo, pero necesita algo tan fácil y tan difícil como la humildad. Tan fácil para Chesterton, que encontró un equilibrio casi milagroso entre sabiduría e inocencia. Tan difícil para el común de los mortales, que no somos como Chesterton.
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