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Portada de «Cuidarse» de Luigina Mortari

Portada de «Cuidarse» de Luigina MortariEncuentro

'Cuidarse. Una ética de la delicadeza': recuperar el sentido genuino del cuidado personal

Luigina Mortari nos invita a cuidar del sentido de nuestra vida, practicando la reflexión, comprendiendo la vida afectiva, en definitiva, pasando de la superficie a la interioridad del ser personal.

Hace unos años se publicaba el ensayo La sociedad del cansancio, en el que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han perfilaba un análisis certero de nuestra sociedad del rendimiento subrayando que el frenético activismo genera patologías como el síndrome del quemado (burnout) entre otras. Al final de la obra invita a recuperar tiempo de «no-hacer» para cuidar y curar la propia vida.

«Quien bien diagnostica, bien cura», reza el adagio de los galenos. Pues bien, hay libros que, además de diagnosticar, son terapéuticos y ofrecen iniciar una terapia. Luigina Mortari, docente en la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Verona, lleva tiempo estudiando la filosofía del cuidado, yendo a la raíz de lo que significa cuidar. En su ya amplia bibliografía aborda dos aspectos que están relacionados: la filosofía de la educación y la filosofía del cuidado.

La educación es el arte de enseñar a autocuidarse, y la salud no es solo la ausencia de enfermedad sino un equilibrio de las distintas dimensiones de la persona. Hace tiempo olvidamos que cuidar nuestra salud comprende también cuidar del sentido de nuestra vida. La invitación socrática al autoconocimiento sigue vigente. Nunca ha sido una tarea fácil, pero la sociedad de la prisa y del multitasking entorpece una práctica tan salutífera como conocerse a uno mismo.

Portada de «Cuidarse» de Luigina Mortari

encuentro / 220 págs.

Cuidarse

Luigina Mortari

Por ello, considero que el libro de Mortari aporta, por un lado, la posibilidad de descubrir el significado de la propia empresa vital y, por otro, presenta distintas técnicas, tomadas de la mejor tradición filosófica, para enriquecer la vida. La calidad de la vida no se mide por la extensión, si no por la intensidad, Aristóteles dixit.

Es un texto imprescindible para repensar la educación desde su raíz y, de esa forma, apostar por una sociedad que puede trascender el postureo, el Photoshop o, en definitiva, la superficialidad. Sus páginas están llenas de claves para el cultivo de la intimidad: «Lo que estamos llamados a hacer, asevera Luigina, es aprender a cuidar de la existencia» (p. 10)

Hace tiempo olvidamos que cuidar nuestra salud comprende también cuidar del sentido de nuestra vida

El ser humano necesita de cuidados desde sus primeros momentos de vida, es un ser vulnerable y, desde muy pronto, nos enseñan a cuidarnos por nosotros mismos, para que seamos autónomos. Cuidamos de nuestra salud, física y mental pero, ¿cuidamos de nuestra vida? Esta pregunta resultará extraña a quienes reduzcan el cuidado a los arreglos estéticos o la elegancia en el vestir.

Sin embargo, Cuidarse nos habla de esta dimensión central de la vida: cuidar de uno mismo es aprender a dar significado a la propia vida. Quienes recortan las disciplinas filosóficas en el currículo académico deberían saber que están quitando a las nuevas generaciones la oportunidad de aprender a cuidarse, es decir, cuidar de su propia alma, de su intimidad.

En un tiempo de culto a la exterioridad, Mortari incita a recuperar la práctica de las virtudes para el mejoramiento de la vida personal. La autora no desconoce las críticas que acompañan a las teorías de autocuidado al identificarlo con un dandismo moral (p. 16) o una actitud individualista o egoísta. Nada más lejos de la realidad pues, como ya indicara Foucault, el autocuidado bien entendido lleva a una intensificación de las relaciones sociales. De hecho, la obra de Luigina encierra un noble compromiso cívico pues la capacitación en el autocuidado, asevera, es condición no solo del desarrollo existencial de cada ciudadano, si no también de una ciudadanía plena (p. 17).

Quienes recortan las disciplinas filosóficas en el currículo académico deberían saber que están quitando a las nuevas generaciones la oportunidad de aprender a cuidarse, es decir, cuidar de su propia alma, de su intimidad

Cuidarse es, ni más ni menos, un empuje hacia la conversión personal y social. El mito de la caverna está presente en las páginas de este libro recordando a ese metafórico prisionero que necesitaba darse la vuelta, convertirse, para ver la realidad de otra forma. Es la metanoia, el cambio de mentalidad, como clave terapéutica para sociedades cansadas y desorientadas. El análisis de Mortari es fruto de la lectura detenida de grandes filósofos que escudriñaron el alma humana. Antes del surgimiento de la psicología experimental, una amplia tradición de pensadores se centró en el arte de cuidar la propia vida. Por ejemplo, a Epicuro le resultaba vacío cualquier discurso que no sanara un mal del alma. Efectivamente el libro de Luigina nos introduce en la tradición de la filosofía práctica; nos aporta técnicas para el conocimiento de nuestra vida mental así como para la espiritual.

Como toda buena filosofía es un acicate para el pensamiento crítico: hay que eliminar los contenidos no esenciales de la mente y distanciarnos del pensamiento común, de los discursos que parecen sensatos pero que nos mantienen atados a un saber no vital (p. 192). La práctica es ejercitación de una vida intima mediante los «ejercicios espirituales» que buscan desarrollar precisas posturas de la mente (p. 173).

En definitiva, las páginas de este magnífico libro, no nos dejarán indiferentes: es posible recuperar esa elegancia en el vivir propio que lleva consigo también el arte de la convivencia. Luigina abre la puerta a repensar la educación para formar personas capaces de cuidarse y cuidar al otro.

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