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Fotograma de la película basada en el libro de Desnoes

Fotograma de la película basada en el libro de Desnoes

'Memorias del subdesarrollo': todo hombre es una isla en sí mismo

Cátedra recupera y consagra una excelente novela olvidada de 1965 del cubano Edmundo Desnoes

A un conjunto también lo define todo lo que queda fuera. El boom latinoamericano hizo de lente de aumento para un grupo concreto de escritores, que se beneficiaron de una atención internacional hipertrofiada. Ser asociado con el boom era ya una campaña de márketing a coste cero, incluso si se trataba del más soporífero de la escuela. Con el tiempo, van dando señales de vida autores que nunca encajaron en la etiqueta. Escritores y libros olvidados, que siempre son la mayoría.

Me llamaba la atención este Memorias del subdesarrollo por tres motivos: el primero es que integra la colección de clásicos hispánicos de Cátedra aunque no es 'tan viejo', solo 60 años; el segundo es que la edición corre a cargo de un tipo con el que he tratado y al que estimo: Alejandro Luque; el tercero es que habló bien de él otro lector del que me fío: Alberto Olmos. Como iba mal de tiempo, en lugar de encargarlo 'de gratis', lo compré en Kindle, de lo cual me arrepiento. No porque lo haya pagado y el libro sea malo, sino porque, siendo tan bueno, ahora lo quisiera tener en papel, con todos mis subrayados.

Memorias del subdesarrollo

Cátedra (2025), 232 páginas

Memorias del subdesarrollo

Edmundo Desnoes

Edmundo Desnoes (1930-2023) fue un hombre entre dos mundos: la Cuba 'subdesarrollada' y el Occidente 'refinado', la herencia burguesa acomodada y el desprecio de esa mochila, la Revolución castrista y su náusea. Como tantos intelectuales, este antillano de raíces francesas y fuerte impronta norteamericana, se quitó el traje de burguesito decadente y cosmopolita y se sumó al nuevo régimen surgido de la Sierra Maestra. Tampoco allí encajó, claro, y acabó saliendo de la Isla en 1979, camino de Nueva York.

Antes, en 1965, publicó Memorias del subdesarrollo, perfecto compendio de esas contradicciones y un claro ejemplo de que todo hombre —al menos todo hombre inteligente— es una isla en sí mismo, a diferencia de lo que pensaba John Donne.

Esta novela abarca un año en la vida de Sergio Malabre, claro trasunto del autor: entre la invasión de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles, de 1961 a 1962. Malabre se ha quedado solo en la Isla mientras toda su gente huye: se han ido sus padres, su esposa, abandonándolo, sus amigos... Su reacción pasa por incrementar el malditismo y pasear el desencanto por las calles de La Habana, cuando no ejercer el simple vouyerismo de la vida desde su terraza. Desde allí va tirando contra todos: los burgueses y «el pueblo», la Revolución y la contra, los hombres y las mujeres, Estados Unidos —y Hemingway— y la Isla subdesarrollada.

Planteada como falso diario, o diario mestizo, lo que realmente importa en Memorias del subdesarrollo, más allá de una trama delgada con derivaciones judiciales y el retrato de un tiempo concreto de la Revolución cubana, es la personalidad de su narrador. Malabre (y Desnoes) son en sí interesantes, sus voces nos cautivan desde la primera página y sus consideraciones sobre el mundo, las mujeres y la Revolución son deliciosas porque son contradictorias y ambiguas. Malabre codicia y abjura de las mujeres, avala y condena la nueva Cuba, detesta y necesita al mundo.

Memorias del subdesarrollo es una novela afilada, con gran sentido del ritmo y un protagonista magnético, en una Habana sin bienes de consumo, cada vez más sin lo más básico y a un tris de saltar por los aires si alguien aprieta el botón nuclear. Con sus buenos 60 años, transmite una impresión actual y vibrante, como si acabara de ser escrita. Tuvo eco en su día, pero quedó, como su autor y su protagonista, en tierra de nadie: sepultado entre el boom de vanguardia al que sí se asoció a autores como Alejo Carpentier, Lezama Lima o Cabrera Infante y los nuevos narradores 'comprometidos'.

En Cuba ha ido superviviendo, o malviviendo, como obra de culto, agigantándose con el tiempo. En España la editó en 2005 la modesta El Mono Azul. Alejandro Luque la rescató sabiamente para Cátedra, que es algo así como introducirla en el canon —si queda de eso—. Desnoes supo por el responsable de esta edición que acabaría compartiendo sello con Quevedo, Cervantes y Borges, pero no pudo verlo: murió en 2023.

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