
Yuri Vernydub (en el centro), entrenador del Sheriff Tiraspol, en Ucrania con el uniforme militar
El éxodo de Rusia de los deportistas foráneos contra el retorno de los ucranianos para defender su país
La deserción masiva en equipos como el CSKA de Moscú o el Zenit de San Petersburgo contrasta con el creciente alistamiento en las filas de Ucrania
Como en la novela de Leon Uris (y la película de Otto Preminger), Éxodo, sobre la salida de un grupo de judíos refugiados en Chipre que se dirigen en barco a Palestina, saltándose las leyes, para fundar el Estado de Israel, los deportistas extranjeros pertenecientes a equipos rusos están haciendo lo mismo en un éxodo a sus tierras no prometidas, pero sí propias. El equipo de baloncesto CSKA de Moscú es el ejemplo más representativo.

Andrei Kirilenko con el CSKA en la Euroliga
El conjunto vinculado al ejército soviético, gran campeón soviético y ruso, el segundo más laureado en la historia de la Copa de Europa después del Real Madrid, con históricos jugadores que han pertenecido a su disciplina como Aleksander Volkov, Vladimir Tkachenko, Sergei Belov o Andrei Kirilenko, ya no es el equipo que militarizaba a sus baloncestistas para casi atraparlos, sino todo lo contrario: sus miembros se marchan incluso a pesar de no respetar sus contratos por causa de la guerra.
Salidas autorizadas
El jugador georgiano Tornike Shengelia era jugador del Baskonia cuando decidió fichar por el CSKA. Aquel fichaje fue tomado como una afrenta nacional por el gobierno de Tiflis debido a la invasión de Rusia de una parte del territorio del país por el conflicto en Osetia. Pero las cosas han cambiado para el ala-pívot, que ha decidido dejar Moscú: «Tomo esta decisión en señal de protesta contra la invasión de Rusia a Ucrania y no considero posible continuar jugando para el club del ejército ruso».
A Shengelia le han seguido sus compañeros Iffe Lundberg, Marius Grigonis, Johannes Voigtmann y Joel Bolomboy, un caso rocambolesco este último, trotamundos hijo de congoleño y rusa, nacido en Ucrania y nacionalizado ruso por un decreto firmado por el mismísimo Vladimir Putin en 2018. Unas salidas autorizadas por el club, como las del Zenit de San Petersburgo, cuya disciplina han abandonado hasta doce miembros, incluido el entrenador, Xavi Pascual, y su asistente.Una partida, el abandono, que contrasta con el deseo de los deportistas ucranianos fuera de su país que han manifestado su deseo de regresar para luchar contra la invasión, como el tenista Sergei Stakhovski, que se apuntó a la reserva y ya se encuentra en Kiev; o el entrenador del Sheriff Tiraspol de Moldavia, Yuri Vernydub, equipo que hizo historia al ganar en el Bernabéu al Real Madrid el pasado septiembre, quien ya está en Ucrania y ha sido fotografiado con su uniforme militar.
El éxodo y el retorno, dos caras del conflicto reflejadas también en el mundo del deporte, el remedo no sangriento de la guerra que por un lado se olvida de esas reglas ante el ataque y por otro se niega a colaborar con ella desde la retaguardia, como la tenista Elena Svitolina, que promete dedicar el dinero de sus futuros premios a ayuda humanitaria para su país.