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José Manuel Cansino

Las previsiones de inflación de EE.UU. desmienten que quien ponga aranceles incrementará sus propios precios

Los aranceles, desde su anuncio el pasado 2 de abril, no son más que una parte de su diplomacia transaccional

Act. 26 nov. 2025 - 09:56

Se acaban de actualizar las previsiones de inflación que la OCDE da para Estados Unidos (EE.UU.); un 2,7 % para 2025 y un 3 % para 2026. Las cifras desmienten las predicciones de la teoría económica más elemental. Según esta, todo país sistémicamente importador que sube sus aranceles a discreción, acaba contemplando cómo sus precios interiores suben con grave pérdida para el bienestar de sus ciudadanos.

¿Qué está ocurriendo? Principalmente, que los analistas no descuentan las mismas tarifas arancelarias que los medios de comunicación anuncian día sí y día también. Los aranceles, desde su anuncio el pasado 2 de abril (el que Trump quiso denominar con su hiperbólico lenguaje habitual, como el Día de la Liberación), no son más que una parte de su diplomacia transaccional. Esto es, hoy te anuncio una desmesurada tarifa arancelaria, y al cabo de unos meses te comprometes a comprarme esto o lo otro o a no usar otros microchips que los que Ndivia te venda. De paso, nos olvidamos de los aranceles.

Y así, con esta diplomacia que ha dinamitado el orden mundial que Kissinger y Brzezinski fueron construyendo a fuerza de décadas y longevidad, desde Europa nos hemos ubicado en una pangrandeur desde la que adjetivamos como anomalía democrática lo que el inquilino de la Casa Blanca hace y deshace.

Anomalía democrática. Este es el término con el que, sin pudor ni rubor, juzgamos la decisión de unos 77 millones de votantes que respaldaron a Trump en su segunda elección. Nosotros los listos, nosotros los pulcros, nosotros los inequívocamente garantes de la separación de poderes, adjetivamos como anomalía democrática el voto de los estadounidenses. Esos mismos a los que luego alquilamos nuestra seguridad para que el comercio y los turistas podamos seguir viajando con razonable seguridad por buena parte del planeta.

El recordado David Gistau apoyándose en Tom Wolfe, incluía entre sus célebres frases la de que «En España, llegado un momento, si uno vivía extramuros de la socialdemocracia, llevar adosada la palabra facha era un simple gaje del oficio». Así es. No hay discusión sobre marco financiero alguno que no pase por exhibir el porcentaje de crecimiento de tal o cual partida. Sea García Page en Castilla-La Mancha o Moreno Bonilla en Andalucía, todo ejemplo de buena gestión va acompañado del correspondiente incremento de millones de euros en gasto. Frente a estas cifras, las bonificaciones fiscales son vergonzantemente pírricas. Comparen el orden de magnitud de unas y de otras.

Así pues, parece que vivimos en mitad de amenazantes anomalías democráticas para las que ya faltan kilómetros de cordón sanitario con los que perimetrarlas en un redil protector de la democracia. La extrema derecha y su inseparable epíteto «populista» nos amenazan por los cuatro puntos cardinales. Tal es el abuso de la etiqueta que el otro día cuando preguntaba a un sedicente analista si se podía incluir en la bolsa de las anomalías ultraderechistas a los gobiernos de Meloni, Milei o el previsible de José Antonio Kast en Chile, no pudo más que reconocer que, ¡hombre! Había que comenzar a matizar según qué caso. Será eso, será que habrá que matizar, aunque solo sea a fuerza de datos como los que la citada OCDE ofrece para la inflación en Argentina; del 219,9 % en 2024 al 19,5 % previsto para 2026.

La pereza intelectual de tantos es tan impúdica que cualquier impugnación del orden de las cosas, que no sea a imitación de las manifestaciones de estudiantes y obreros en el mayo de 1968 francés, es una anomalía peligrosa. Pues hala, como escribía en un grupo de WhatsApp hace unas horas en respuesta a una invitación a firmar para que dimitiese la Sala II del Tribunal Supremo, ¿Por qué limitarnos a tal demanda? Firmemos también para que rehabiliten e indemnicen a Balta (en cash, billetes no correlativos, pequeños y en Panamá), para que se repita lo de los ERE andaluces, pero con un orden de magnitud a lo Procés, para nombrar a Puigdemont fiscal general (interino), para que exhumen de nuevo a Franco dos o tres veces más y para que el Black Friday dure todo el año. Cualquier otra cosa, léase ofrecer a una madre la posibilidad de oír el latido de su hijo, es una anomalía democrática.

  • Jose Manuel Cansino. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino
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