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03 de mayo de 2024

Julio Borges Junyent
AnálisisJulio Borges Junyent

La Sala de profesores o la educación débil

En este contexto el maestro se minimiza, ya que la figura tradicional del profesor no es otra cosa que la encarnación de pseudo valores y pseudo verdades impuestas, en detrimento de la libertad total de interpretación y creación que el alumno debe desplegar

Actualizada 04:30

Imagen de la película 'Sala de profesores'

Imagen de la película 'Sala de profesores'

La sala de profesores (en alemán: Das Lehrerzimmer) es una película dramática alemana de 2023 dirigida por İlker Çatak, quien coescribió el guion con Johannes Duncker. Está nominada al Óscar como mejor película extranjera.
Lo primero que me llama la atención es que el filme es promocionado como un thriller o película de suspense. En la cinta suspense hay y mucho, pero en realidad no creo que podamos despacharla como una película de suspense, entre otras cosas, porque nunca se resuelve el nudo. El tema de la película es más la angustia que el suspenso, usado como un vehículo para profundizar temas actuales: la crisis de la verdad, el debate entre autoridad y jerarquía, la sobreprotección de los padres, la subversión de la educación y las consecuencias del quiebre de la confianza en una comunidad.
En su primera capa, la película parece trivial: en una escuela en Alemania comienzan a ocurrir pequeños robos y la profesora Carla Nowak, siente el deber de ir hasta las últimas consecuencias. Pero estas últimas consecuencias no terminarán en la solución de los robos, sino en una cadena de conflictos, malos entendidos, violencia y un fracaso generalizado de la comunidad educativa, que bien pudiera ser la metáfora de toda nuestra sociedad actual.
En su segunda capa, tomo la película como una denuncia a un sistema social y educativo que ha perdido su norte ahogado en un océano de reglas juego y técnicas pedagógicas. Lo que en un primer momento era imperativo (reconstruir y llegar a la verdad de los robos) se diluye rápidamente en una dinámica donde verdad y mentira, bien y mal se ponen totalmente de lado y se enciende una máquina de prejuicios, rumores, manipulación. Los profesores empiezan a recriminarse unos a otros, los estudiantes empiezan a relacionarse con violencia y desconfianza. Toda la convivencia se va envenenando y la aplicación de reglas y consejos del departamento legal no hacen otra cosa que intoxicar la convivencia haciendo estallar a toda una escuela, incapaz de lidiar con un problema cotidiano.
La tercera capa de la película es más profunda, se refiere al tiempo posmoderno, en el cual vivimos, donde deliberadamente pensamos que la libertad consiste en privatizar cualquier principio o valor. No existe bueno o malo, verdad o falsedad, no existe arriba ni abajo: todo se centra en la interpretación subjetiva de cada quien. No hay hechos sino interpretaciones como acuñara Nietzsche.
Así, en décadas recientes se ha venido dando una tendencia en la filosofía de la educación hacia el relativismo y, por lo tanto, la figura del estudiante y el alumno han sido también subvertidas.
La educación débil, consecuencia directa del Pensamiento Débil de autores como Gianni Vattimo, todo atisbo de verdad, o juicio de valor que asome un sentido de finalidad trascendente de la vida, es visto como la imposición violenta de una agenda de poder contra el estudiante. En la educación débil el maestro se minimiza, ya que la figura tradicional del profesor no es otra cosa que la encarnación de pseudo valores y pseudo verdades impuestas, en detrimento de la libertad total de interpretación y creación que el alumno debe desplegar.
En La sala de profesores, esto se ve de modo nítido en el proceso de tratar de descubrir los robos y la imposibilidad de actuar por parte de las autoridades educativas, mientras los estudiantes empiezan a actuar con total libertad anárquica desconociendo a los profesores y reconstruyendo la historia de lo que pasa en base a rumores y prejuicios. Por supuesto, todo esto aderezado con la actitud de sobreprotección cómplice de los padres, que temen que sus hijos sean confrontados con cualquier sentido de verdad.
Especial mención merece la protagonista, la profesora Carla Nowak, quien con la mejor intención intenta descubrir los hechos, ser equitativa en la aplicación de la disciplina de cada alumno y que interviene con diferentes técnicas pedagógicas para mejorar un ecosistema roto; sin embargo, como un héroe trágico, cada paso que da produce el efecto contrario. Quiere aclarar lo que pasa en una entrevista estudiantil y termina todo distorsionado, quiere hacer dinámicas de grupo que terminan en violencia, quiere ser comprensiva con los alumnos y termina siendo desconocida por ellos, quiere ser sincera con los padres y termina siendo el blanco de sus críticas, quiere buscar al ladrón y termina violando las reglas. En definitiva, la profesora Carla Nowak termina siendo la victima trágica de todo un sistema que estalla al mostrar sus propias limitaciones y carencia de sentido.
¿Cómo termina este drama? Lamentablemente, el final evoca la frase de Spengler usada por Javier Cercas en Los Soldados de Salamina: al final, siempre son un pelotón de soldados los que salvan la humanidad.
A la escuela no le queda otra que acudir a la Policía para tratar de hacer valer la autoridad, aunque de nuevo, es deliciosamente ambiguo: los policías se llevan cargado en su pupitre al estudiante rebelde, como un rey en un palio, atravesando toda la escuela con más orgullo que con arrepentimiento.

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