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03 de mayo de 2024

Ana Martín
Ana Martín

El PP aviva la tesis de que habrá elecciones generales en 2024, en una estrategia con riesgo

Los populares, con Feijóo a la cabeza, insisten cada vez más en que Sánchez no sobrevivirá al nuevo ciclo electoral, sobre todo si Junts acaba en la oposición en Cataluña. ¿Demasiadas expectativas?

Madrid Actualizada 04:30

Alberto Núñez Feijóo el pasado miércoles en la Junta Directiva del PP catalán

Descripción de la imagenFoto: Tarek (PP) / Montaje: Paula Andrade

Hoy es Domingo de Resurrección, pero en esta legislatura el reloj de Pedro Sánchez parece haberse detenido en el Viernes Santo. El presidente del Gobierno, que en el pecado de la investidura lleva la penitencia, vive un vía crucis continuo. Y las elecciones catalanas del 12 de mayo amenazan con agravarlo.
La prórroga de los Presupuestos Generales de 2023 y la complicada aritmética parlamentaria que se adivina tras el resultado de esos comicios –a juzgar por los sondeos– es dinamita para la UTE (unión temporal de empresas/partidos) de Pedro Sánchez. Por eso, en vísperas del arranque del nuevo ciclo electoral, la oposición vuelve a hacer sonar las trompetas de un adelanto de las elecciones generales al que los más atrevidos incluso ponen fecha: noviembre. Como en noviembre fue la repetición electoral de 2019. Porque, en este país, poco se recuerda que llevamos tres elecciones generales en los últimos cinco años. Y cinco desde noviembre de 2015.
En los últimos días, el PP ha empezado a alimentar la idea de que esta legislatura ha iniciado una cuenta atrás sin retorno y que Carles Puigdemont apretará el botón nuclear más pronto que tarde. El pasado miércoles, durante su intervención en la Junta Directiva Nacional del PP de Cataluña, Alberto Núñez Feijóo insistió en ello en dos ocasiones.
Pedro Sánchez durante la reciente clausura del Congreso del PSPV

Pedro Sánchez durante la reciente clausura del Congreso del PSPVEva Ercolanese/ PSOE

«Hay que estar preparados ante la eventualidad de otras posibles elecciones (en alusión a las generales) si los independentistas, como parece indicar, van a seguir mandando en el Congreso de los Diputados», aconsejó a los suyos. Y poco después añadió: «(Los socialistas) saben que, después del 13 de mayo, si el independentismo no manda en Cataluña a Sánchez se le acabó la legislatura».
Días antes, también el portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado, había señalado que esta legislatura se «desmorona» e instado a Sánchez a convocar elecciones cuanto antes, para «devolver a los ciudadanos el derecho a decidir el futuro de España», sostuvo.
No obstante, la estrategia del PP de agitar el adelanto electoral implica riesgos: genera en los votantes un clima de ansiedad contraproducente. Precisamente, eso es algo de lo que le advirtieron los barones del partido a Feijóo con motivo del encuentro que mantuvieron justo después de la mayoría absoluta del PP en Galicia.
El PP también está creando unas expectativas que pueden no verse cumplidas y trasladar al electorado una sensación de fracaso. De hecho, en ello está Sánchez, que no deja de insistir cada vez que tiene ocasión en que la legislatura durará hasta 2027. «Vamos a gobernar nueve años este país y después los españoles tendrán que decidir con su voto», señaló recientemente en el Congreso del PSOE de Extremadura, el de la sucesión de Guillermo Fernández Vara. Pero ocurre que no todo está en su mano.

El cuento de la lechera

A este último respecto, el Gobierno aprobó el martes su Plan Anual Normativo para 2024, en medio de una enorme contradicción: no ha sido capaz de presentar los Presupuestos Generales de 2024 para no dar a los independentistas la satisfacción de tumbárselos y pretende aprobar en nueve meses, y con tres elecciones de por medio, 43 leyes ordinarias y seis leyes orgánicas. «Vamos a intentarlo», afirman en el Ejecutivo, con más fe que convicción. Volverá el «francomodín», porque el Gobierno aprovechará para desplegar varios preceptos de la Ley de Memoria Democrática que colean desde su entrada en vigor, en octubre de 2022. Entre ellos, la regulación del Valle de los Caídos, ahora «Valle de Cuelgamuros», y el cambio normativo para disolver la Fundación Francisco Franco.
El PNV es pan comido si el PSE hace lendakari a Imanol Pradales (lo hará, otra cosa es que les llegue con sus votos o que el PP sea decisivo). A Bildu Sánchez lo tiene seguro porque la izquierda abertzale no puede siquiera amagar con volar por los aires la legislatura y arriesgarse a que gobierne el PP. Y lo mismo le pasa a ERC. Pero Junts es otra cosa.
En cualquier caso, no hay nada que invite a pensar que Sánchez puede romper la baraja antes de conocer el resultado de las elecciones europeas, que se celebrarán el 9 de junio. Ni inmediatamente después tampoco, puesto que el rompecabezas catalán tardará en resolverse. De entrada, solo hay fijas dos fechas: la de las elecciones autonómicas, el 12 de mayo, y la de la constitución del Parlamento de Cataluña, que será el 7 de junio como día límite. Lo que no quiere decir que para entonces haya pacto de gobierno, ni mucho menos.
En su último libro, En tierra firme, Sánchez se recrea en contar cómo tomó la decisión valiente y audaz –a decir de él mismo– de adelantar las elecciones generales el pasado 29 de mayo, tras la severa derrota de los socialistas en las elecciones municipales y autonómicas del día antes. La primera persona a la que se lo contó fue a su mujer, Begoña Gómez. «Aún sonrío recordando la perplejidad con la que reaccionó», rememora.
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