
Manuela Carmena
Entrevista
Manuela Carmena: «Es denigrante que se contrate a personas que no trabajan, solamente por recomendaciones»
«Si el colectivo de Podemos hubiera conocido que soy independiente, no me hubiera propuesto la candidatura a la alcaldía», es una de las reflexiones de Carmena en Imaginar la vida
«Si la Administración no tiene capacidad para dar viviendas no puede recaer sobre los propietarios»
«Nunca pensé que Podemos no quisiera entrar en la plataforma de Más País»
Manuela Carmena, a sus ochenta y un años, sigue imparable. Le decían: «Se cansará, señoría. Verá cómo, cuándo lleve un tiempo, hará lo que hacen todos». Ella, «una optimista incansable ante el desaliento», se enfundaba sus zapatos bajos, se montaba en bicicleta o recorría los kilómetros que hicieran falta mientras sonaba Los Chichos en el casete de su coche, tratando de «ingeniar alternativas» para mejorar lo público. Mujer de puertas abiertas y de cortinas de color rosa palo, de llevar los documentos en unas bolsas de plástico gris y no en inmensas carteras de piel, o de cocinar empanadillas mientras se fraguaban pactos que provocaron la ruptura con Podemos.
Imaginar la vida (Península) recorre sus pasos desde los despachos laboralistas, en los últimos años del franquismo, a sus distintos destinos cuando se convirtió en jueza en 1981, y hasta su jubilación a los sesenta y seis años para terminar convirtiéndose en alcaldesa de la capital en 2015. En estos ensayos biográficos, Carmena narra su trayectoria profesional, pero también quienes son las personas que le acompañan a lo largo de su vida, junto a sus reflexiones sobre la Administración y la Justicia y sus ideas «en proporciones cósmicas» para que la «empedernida burocracia» no se eternice.

Manuela Carmena, durante su entrevista con El DEbate
— Una de sus afirmaciones en Imaginar la vida es que tanto «la Justicia como la propia Administración hay una incapacidad asombrosa para el cambio». Es curiosa esa afirmación, cuando al final la tildaron como «alcaldesa del cambio».
— Claro, porque hay muchas veces que el propósito del cambio es muy importante, pero en el caso mío, lo he vivido como un objetivo bastante solitario. No he encontrado un apoyo grande de colectivos ni desde el punto de vista intelectual, ni desde el punto de vista político, que estuvieran verdaderamente interesados en cambiar la Administración ni la Justicia.— Quizá la palabra cambio es tan generalista que al final no se sabe exactamente qué engloba.
— Sí, tienes mucha razón. Cuando se dice «alcaldesa del cambio» se refiere fundamentalmente a que después de muchos alcaldes de derechas, había un alcalde que no era de derechas y que tenía que ver con un movimiento de hacer la política de una forma diferente. Pero se refería más a la política que a la Administración.
— Claro, pero dese cuenta de la paradoja, el partido con el que fue a las elecciones, la tilda ahora de conservadora.
— No fui solamente con ese partido. Y siempre dije que era independiente. Pero bueno, comprendo que ellos en un momento determinado y ahora puedan opinar lo que les parezca. Lo respeto y no tengo nada que decir.
Abandonar las guerrillas
— Usted que durante la Transición ejercía de abogada laboralista y se salvó por estar en una reunión fuera de la oficina, a finales enero de 1977, cuando asesinaron a sus compañeros de despacho en Atocha, la tilda «como ejemplar» y que «está de acuerdo con ella», ¿provocó fricciones con Podemos?
— Sabían que pensaba diferente y lo aceptaron. E intenté muchas veces explicarles porque me parecía estupenda la Transición, porque quizá ellos desconocían cómo había surgido. He explicado en ocasiones que la Transición no empieza en el 75 con la muerte de Franco, sino que creo que se inicia desde el año 56 cuando cambia la política del Partido Comunista y decide abandonar las guerrillas y hacer lo que se llama un proceso de reconciliación nacional, que fue un término acertadísimo. Eso nos emocionó y nos resultó muy sugestivo a muchos jóvenes: intentar hacer un proceso de cambiar desde dentro la dictadura. Fíjate que tengo, por ejemplo, revistas de la Facultad de Derecho del año 63, y el otro día estaba hojeando una y los artículos son muy progresistas, ya se hablaba de democracia. Por tanto, la Transición no fue algo del 75, sino que fue un proceso lento en el que poco a poco se fue dirigiendo la sociedad española hacia una aceptación y deseo de llegar a la democracia.
— Cuando menciona la Facultad de Derecho, en su libro recuerda que Óscar Alzaga pensaba que usted no se valoraba mucho a sí misma. Y él también la recuerda en esa etapa en su libro La conquista de la Transición.
— Una época muy interesante. Óscar Alzaga es efectivamente una persona inteligentísima. Nosotros coincidimos en la Universidad, con cargos sindicales. Nos habían elegido nuestros compañeros. Él era el delegado de la Facultad y yo era la delegada de cuarto curso e hicimos trabajos conjuntos.

Manuela Carmena, entrevistada por Marisa Gallero para El Debate
— Con el PSOE usted ha mantenido una relación particular… Le dijo no a Barrionuevo a un cargo público, le presionó Múgica en una comida y le puso trabas Antoni Asunción cuando era jueza de vigilancia penitenciaria, e incluso Javier Solana no le hizo nada de caso en sus prerrogativas…
— No, nunca tuve una mala relación con el Partido Socialista. Es más, en una ocasión voté al Partido Socialista. En general siempre encontré que los partidos políticos, no solamente el PSOE, sino también Izquierda Unida, estaban poco motivados para abordar un tema tan trascendente como es la reforma de la Justicia y la Administración.
Falta de democracia
— Margarita Robles (por entonces consejera) le fue sincera y le contó el reparto que realizó el Consejo General del Poder Judicial de dos plazas, ¿es una de las reformas que se debería afrontar?
— He escrito muchos artículos y me he pronunciado muchísimo de que eso es una falta de democracia muy grave. Tenemos un sistema de seleccionar a los vocales del Consejo General del Poder Judicial que exige que sea un debate en el Congreso de los Diputados. Si hay una elección se debe debatir por qué elegimos a un vocal o a otro. Es completamente clave, importantísimo, decisivo. Y lo hacemos mal. Y cuando se hace mal, se perjudica a la democracia.
— En su época como jueza abrió un procedimiento por pedir y cobrar cantidades de dinero indebidamente por cualquier papel en los juzgados… «Por Si Cuela», lo llamaban. Y esto se revirtió en 1986 por una ley aprobada en el Congreso. ¿Hubo que hacer muchísimos movimientos para cambiar el sistema?
— Y, sobre todo, tuvo que estar muy claro que no, que no se podía admitir y que no lo podíamos permitir. Y cuando se plantea esas cuestiones, de momento se desmonta todo. Me quedé sin funcionarios. Se creó una situación que provocó cambios profundos. Y esos cambios hacen que se mueva la institución y tuve que abordarlos de la manera más eficaz. Pero lo pude hacer y fueron experiencias muy interesantes.
Me gusta mucho insistir en que el Tribunal Constitucional es un tribunal político, no partidario
— El concepto de «Por Si Cuela», que es pura corrupción, está actualmente muy presente en nuestra política española. «Por Si Cuela» me salto los procesos de selección de las empresas públicas.
— No tiene nada que ver. Era como una pillería que se hacía para intentar acoplar un sistema que no funcionaba. La Administración estaba absolutamente, como lo sigue estando ahora, anclada además en procedimientos completamente rutinarios y abstractos y antediluvianos. Y así se buscaban las recomendaciones. O el dar regalitos para que aquello funcionara.
— Claro, pero por eso mismo lo digo, porque ahora mismo los procesos de selección en empresas públicas tienen unas normas, pero al final terminan colándose.
— Bueno, hay escándalos como el que estamos viviendo estos días, que es vergonzoso, pero creo que no es genérico. Si actúa el Poder Judicial cuanto antes es importantísimo, porque es denigrante hasta un punto increíble que se contrate a personas que no trabajan, solamente por recomendaciones. Es una vergüenza. Espero que sea algo absolutamente singular y no genérico. Y como singular, que tenga el reproche judicial y penal que corresponda.
Estructuras del 15 M
— Al igual que esas lechugas que plantó en su primer destino como jueza, en Canarias, que le aparecieron como unos gusanos verdes que tenían aspecto simpático, pero se zamparon las lechugas, ¿sería una buena metáfora para analizar a esos partidos que promulgaban el cambio y se convirtieron en lo contrario a lo que predicaban?
— Quizá tenga razón, que sea un buen símil. A veces movimientos de reformas con ideas claras sobre cómo habría que cambiar la sociedad, como pudo significar todo lo que surgió en torno al movimiento del 15 M, al final eligieron estructuras para llevar a cabo ese propósito, que acabaron siendo más importantes que el propósito. Llegó un momento que defender esas estructuras, defender esas etiquetas, era más importante que lograr el objetivo.
— Recuerda usted en su libro el lema de Pedro Pacheco, «la justicia es un cachondeo», ahora mismo que hasta la Comisión Europea ha pedido al Gobierno acabar con los ataques a los jueces para preservar la confianza en el Poder Judicial, ¿cree que se podría utilizar ese mismo calificativo?
— No, eso tuvo que ver en un momento muy crispado, porque había un aumento impresionante de la delincuencia. Fíjate que en los años 90 en las prisiones españolas había en torno a 85.000 personas. En este hay 50.000, con una reducción de casi el 50%. Pero en aquel momento había un consumo enorme de heroína. Eso había generado un tipo de personas que estaban constantemente haciendo atracos en las cafeterías y había un reproche que se le hacía a los jueces muy grande. Pensamos en los reproches de ahora, pero entonces había muchísimos.

Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid
— Ya, pero que tenga que ser la Comisión Europea la que pida que por favor dejen de atacar a los jueces.
— Supongo que es algo que viene provocado por cómo se está generalizando en el mundo una gran confrontación. Y esa gran confrontación está afectando a todas las instituciones.
Caso ERE
— Se identifica con la imagen de la Justicia con la estatua que preside el Ayuntamiento de Bilbao, sin venda, y con una espada solo como apoyo. Sin esa venda y como jueza decana que ha sido, ¿puede el Constitucional reescribir las sentencias del Tribunal Supremo?
— Sí, sin duda. Me gusta mucho insistir en que el Tribunal Constitucional es un tribunal político, no partidario. No es un tribunal político porque tiene una función, que es mantener el principio de la Constitución, es el guardador de la Constitución, por tanto, es político, pero no es partidario, no puede hacer actitudes de partido.
— Pero parece que es partidario cuando revierte una sentencia como es la del caso de los ERE que estaba totalmente motivada y era demoledora…
—Bueno, son opiniones.
— Sí, parece, he dicho.
— Es muy interesante profundizar en el fondo de esa sentencia y en lo cuestionado que fue desde el primer momento que el hecho en sí mismo fuera ilícito, porque se estaba condenando una ley, que se había aprobado en la Asamblea de la Junta de Andalucía. Y, como tantas cosas, creo que es discutible. Puede dar lugar a muchas opiniones. Pero en concreto pienso que sorprendió muchísimo que el Tribunal Supremo no hubiera tenido la categoría jurídica para darse cuenta de ese gran error.
— Chocó con los sindicatos de la función pública reacios a toda innovación, que habían asumido la burocratización del sistema. «¿Cómo es posible que un sindicato como Comisiones Obreras se esté oponiendo a algo que facilita los derechos de los obreros?», se preguntaba.
— Bueno, es interesante profundizar en cómo son los sindicatos de los funcionarios. Muchas veces defienden las propias estructuras organizativas, porque consideran que es una garantía del mantenimiento de sus puestos de trabajo, pero sin darse cuenta de que muchas veces esos puestos de trabajo pueden afectar al bien común. Es la idea de que en la Administración pública trabajas para el bien de todos. No es lo mismo ser un sindicato de una empresa, que ser un sindicato de una Administración pública. Y hay que distinguirlo y a veces no se distingue.
Independientes
— «Tengo la impresión que si las personas que me contactaron para encabezar la lista me hubieran conocido bien, no me hubiesen propuesto como candidato a la alcaldía», es una de sus reflexiones, ¿les molestó al final que fuera independiente?
— Normalmente los partidos no están muy acostumbrados a contar con personas independientes. Lo hacen con la finalidad de que esa persona independiente observe los principios del partido. Y cuando no lo hace, se pueden generar ciertas situaciones de incomprensión, Por lo cual creo que sí, sobre todo el colectivo de Podemos, si hubiera conocido esto, a lo mejor no me lo hubiera propuesto.
— En su etapa como candidata recuerda que en la primera presentación «nadie aludía a su trabajo o profesión, porque sólo habían sido activistas». ¿Es lo que marca la política actual, el activismo?
— No sé, habría que hacer bastantes precisiones. Me parece que en el activismo muchas veces se pretende, por encima de todo, subrayar lo que define a una persona es el afán de lograr una serie de reivindicaciones, y eso desdibuja la personalidad. Y evidentemente me llamó la atención de que, en esos perfiles enriquecedores, todo se redujera a decir que eran activistas. Yo necesitaba saber más.
— De hecho, siguen siendo activistas.
— No tengo mucha relación con ellos ahora y no te puedo decir. Creo que sí habrán cambiado, porque los que llevan tiempo en política, en política se cambia.
— Dice que «las tensiones que vivió en el Decanato le parecen de juguete comparado con los que le tocó más tarde soportar en el Ayuntamiento de Madrid».
— Una de las cosas más curiosas es, por ejemplo, cuando nosotros llegamos al Ayuntamiento, que la empresa que facilita las bicicletas a los ciudadanos de Madrid está en crisis, y decidimos no sacar un pliego y darle el servicio a la Empresa Municipal de Transporte. Inmediatamente el Partido Popular nos presentó una querella, que duró cuatro años, y cuando al final el Juzgado dijo que lo habíamos hecho muy bien, estábamos en las elecciones de 2019. Eso lo viví en el Ayuntamiento, ese afán de por encima de todo, negarse a todo, aunque luego lo aceptes. Y ahora me encanta ver como está tan satisfecho el Ejecutivo municipal, que ha ampliado el servicio cada vez más.

Manuela Carmena
— Además de las confrontaciones con la oposición, ¿también se generaron tensiones con su propio equipo de Gobierno de cómo llevar el Ayuntamiento?
— Fuimos un equipo que nos fuimos amoldando y hubo una minoría que no se apuntó. La prueba es que después ellos quisieron irse y formaron su propia candidatura alternativa, que no me acuerdo como se llamaba. Era un grupo de personas que se sentían incómodas, porque no estaban de acuerdo con mi manera de entender el proyecto municipal. Pero era una minoría. Después, sin embargo, hubo un grupo muy importante que se acostumbró. Nos fuimos integrando y diría que, para algunos de ellos, que era su primera experiencia política, estuvieron cómodos conmigo aprendiendo a hacer política.
— Se pregunta si «es malo designar a un amigo o a alguien con el que nos entendemos» por el fichaje del marido de su sobrina, Luis Cueto. Quizá si otros tuvieron que renunciar a cargos públicos por ser familiares, parece que la idoneidad de los nombramientos sólo se permite a la izquierda.
— Al final lo planteo como una pregunta abierta. Creo que contar con personas de confianza en los cargos de confianza es positivo. Lo terrible es que cuentes con una persona incompetente. Si tú contratas a alguien que es un desastre, es una irresponsabilidad y debes sufrir las consecuencias del reproche político. Pero si contratas a alguien que tiene todas las características objetivas que exige la definición del cargo y además es amigo tuyo, creo que es casi una garantía de que va a ayudar a formar un buen equipo. Pero lo planteo simplemente. Por eso pongo encima de la mesa: ¿El ser familiar es algo que debe inhabilitar cuando tiene todas las características que exige el cargo y es un cargo de designación directa y de confianza? No sé, lo planteo para que lo discutamos.
— Se enorgullece de su granito de arena en la sensibilización de los decretos y leyes para que no se pueda desahuciar a las personas vulnerables. Pero, ¿cree que no se ha tenido en cuenta que muchas veces también los vulnerables son esos propietarios a los que se les criminaliza y que no pueden volver a recuperar su vivienda?
— Fíjate, esa pregunta indica hasta qué punto se desconoce qué dice la ley. Porque la ley dice que es el Estado el que tiene que estar pagando a las personas que dejan de estar cobrando esas rentas. Lo que pasa es que no sé por qué no se hace.
— A lo mejor porque la letra pequeña de la línea de avales luego dice que solo se podrán cobrar una vez hayan echado a los okupas...
— No, no, nada de eso. Es decir, la norma es clarísima, es decir, yo la he seguido.
Evaluación de las leyes
— Sí, se hace una serie de preguntas, pero al final no tienen respuestas.
— No, es que no se está cumpliendo la ley. La ley dice clarísimamente que los propietarios que dejan de cobrar las rentas, por la suspensión de los desahucios por vulnerabilidad de las personas, deben cobrarlas. El Estado destina fondos que envía a las comunidades para que se les paguen esas rentas... Y si no se cumple, me gustaría saber por qué. Por eso insisto tanto en la evaluación de las leyes. No tiene mucho sentido que, si es la Administración quien no tiene capacidad suficiente como para dar viviendas a aquellas personas que las necesitan, que recaiga sobre los propietarios. Es absolutamente injusto. Y como es tan injusto, por eso la ley dice que ellos tienen que cobrar.
— Sí, porque ahora parece que es la pescadilla que se muerde la cola, y el Estado ha renunciado a buscar una solución al problema de la vivienda.
— Desde mi punto de vista, no se puede desarrollar una política de falta de viviendas que recurra sobre un determinado grupo de ciudadanos. El Gobierno tiene que pagar las rentas que dejan de cobrar los propietarios… No sé por qué el Estado incumple. Y sorprende que mucha gente que podría beneficiarse, no lo pide. Me preocupa, que la Administración no funciona como debería funcionar, porque la Administración tendría que permitir que el que tiene derecho a cobrar unas rentas, la cobrara y tendríamos que estar encima.
Me gusta mucho la capacidad de análisis de Errejón, su inteligencia, pero no tengo ningún trato personal con él. Es más, no sabía nada de él a nivel humano
— Trata también la dificultad de la gestión de la limpieza en las calles por complejísimos contratos, ¿es imposible tener las calles de Madrid limpias?
— No, no es imposible. Creo que están razonablemente limpias. Estaban en mi tiempo y lo están ahora. Nos tenemos que acostumbrar que servicios públicos municipalizados dan muy buen resultado. El sistema de contratación de los servicios de limpieza es muy complejo, está basado en una obligación por parte de las administraciones de controlar a las empresas prestatarias del servicio, que no da resultado. La Administración dedica cantidad de esfuerzos que podría sustituirse si se municipalizase de nuevo la limpieza de las calles, como por ejemplo sucede en Sevilla. En Sevilla hay una municipalización de la limpieza que da muy buen resultado y hubiera sido una oportunidad sino hubiera unos contratos que lo impedían.
— Cuenta que el tema de la limpieza le traía de cabeza. Recuerdo un concurso de ver quién recogía más colillas de cigarrillos para niños y después «darles unos premios», no sé de quién fue la idea…
— Bueno, no sé, a mí me parece que era una experiencia además bonita, que luego se repitió y que se hace en Europa.
— Recoger colillas.
— En Europa se hace los días que se llaman de limpieza de nuestros parques. Y, efectivamente, una de las cosas que hacen los niños es recoger lo que no se debe tirar. Yo había leído esto y me parecía muy bien. Y luego en alguna ocasión ha participado hasta la reina Sofía, en hacer operaciones de limpieza de los parques.
— Sí, pero una cosa es la limpieza, y otra las colillas, imagínese el olor a tabaco…
— Bueno, a lo mejor no estaba bien expresado por mi parte, a lo mejor no lo supe decir bien, pero hay muchas maneras, se pueden poner guantes. Pero eso de que los niños desde pequeñitos vean que hay actitudes que son nocivas para todos y que hay que tener cuidado de que no se reproduzcan, está bien, pero a lo mejor lo expliqué mal.
— «Hay que negociar en todo, por todo y para todo» es otra de sus frases. Y usted lo hizo y le pidió ayuda a Mariano Rajoy con Cristóbal Montoro para llegar a un acuerdo con Hacienda al incumplir el Ayuntamiento de Madrid la regla del gasto. ¿Cree que ahora con la política del muro sería posible imaginar a Almeida intentando lo mismo con Sánchez para que le ayudase con Montero?
— No lo creo. El alcalde actual tiene suficiente inteligencia para saber lo qué tiene que hacer. Lo he visto últimamente, me parece que eran unos acuerdos con la ministra de la Vivienda, para unas que se van a hacer por el Paseo de Extremadura.
— Lo decía porque usted no tuvo ningún tipo de problema en acercarse a Mariano Rajoy y ahora con esta política del muro, es imposible llegar a ningún pacto.
— Eso es más la fachada. Una cosa es el discurso parlamentario, que es tremendo, y el discurso político, porque es el discurso de la confrontación. Pero muchas veces detrás del discurso de la confrontación están los acuerdos. Si no, las cosas no se pueden hacer.
— Usted impulsó la candidatura de Más País con Íñigo Errejón y creo que eso sería lo que no le perdonaría nunca jamás la izquierda, que la aupó antes como alcaldesa.
— Bueno, seguramente lo hice mal o se entendió mal. Nunca quise hacer un nuevo partido, sino todo lo contrario, hacer una plataforma y una candidatura exclusivamente electoral. Luego tuvimos dificultades, porque había problemas respecto a no tener fondos para sufragar los gastos, y al final se decidió por el partido instrumental, pero estaba concebido como una plataforma. Nunca pensé que Podemos no quisiera entrar en esa plataforma. Es decir, que creía que la intervención del señor Errejón, de Íñigo, iba a ayudar a que se incorporara. Me sorprendió que después hubiera ese enfrentamiento entre Pablo e Íñigo y que llevara a dejar fuera al grupo de Podemos, que creía que iba a interesarse en la plataforma. Bueno, me equivoqué. No fui consciente de que detrás había un enfrentamiento que no había percibido… Y al final me di cuenta de que había sido un error.

Manuela Carmena
— Desde que fue acusado de un presunto delito de agresión sexual, ¿ha hablado con Íñigo Errejón o ha tenido algún tipo de contacto?
— Cuando decido crear la plataforma es más o menos en febrero. Me acuerdo porque era cuando me había roto el pie y estaba con la silla. Y de febrero a mayo es cuando tengo relación con Íñigo. Planteamos un poco la campaña electoral. Me gusta mucho su capacidad de análisis, su inteligencia, pero no tengo ningún trato personal con él. Es más, no sabía nada de él a nivel humano, y desde entonces no he vuelto a tener trato.
— Han sido muy polémicas las últimas declaraciones de María Jesús Montero sobre la presunción de inocencia, que no existe «ante el testimonio de mujeres jóvenes y valientes».
— Es un disparate. La presunción de inocencia es un derecho constitucional, está en nuestra Constitución y forma parte de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en cuanto que recoge la legislación del debido proceso. Es incuestionable y no se puede decir lo que ella dijo. Fue un error. A veces nos equivocamos y ella se equivocó en eso. La presunción de inocencia es un elemento absolutamente determinante para condenar a alguien. No tengo la más mínima duda.
— No, claro, pero con el discurso de «hermana sí te creo» al final estamos imponiendo de que si te creo a ti… No hay presunción de inocencia.
— Es un eslogan desafortunado, porque da una imagen de algo que no tiene nada que ver. Sin embargo, es muy interesante profundizar en cómo tenemos que hacer los juicios para que realmente la verdad sea lo que se establezca. Hoy día lo basamos en el testimonio de las víctimas, de la persona perjudicada, pero además la ley obliga a que ese testimonio se ponga en cuestión con otras pruebas, como pueden ser las huellas, pruebas químicas, fotografías… Todo ese material es el que debe permitir que el tribunal diga qué ha pasado. En muchas ocasiones, las propias contradicciones de las víctimas, que no siempre encaja lo que dice con el marco en el que sucede, producen que no se esclarezca la verdad del suceso. Y eso es lamentable.
— Uno de sus proyectos, cuando ya dejó la alcaldía, fue estudiar las sentencias de corrupción buscando los porqués y los cómo. En el caso Koldo, el caso Ábalos del PSOE, se está conociendo como empresas públicas se saltaban los procesos de contratación, ADIF, TRAGSA, para colocar a mujeres que tuvo relaciones anteriormente. ¿Cree que aquí, ese por qué, ese cómo que usted ha analizado, se localiza fácilmente?
Ana Botella
— Tienes mucha razón. Creo que nos pone con la necesidad de hacer una lupa y una investigación inmediata de cómo se controla a la gente, cómo se contrata, qué sucede con las personas que se contratan y cómo es posible que lleguen recomendaciones. Me preocupa muchísimo que haya pasado, pero sobre todo que tengamos una Administración que lo permite.
— Hasta el propio presidente de TRAGSA reconoció que la llamaban la «sobrina del ministro», por lo cual ya se sabe que estaba recomendada, porque estaba entre comillas dentro de un cuadro de observaciones.
— No solamente es una vergüenza, sino que nos obliga a analizar qué pasa con una empresa pública en la que eso puede pasar. Me parece de una gravedad tremenda y, por tanto, no solamente me parece interesante que a nivel individual tenga el castigo, sino que como sociedad tenemos que decir cómo es posible que pase esto en una empresa pública. Eso para mí es el «abc».
— Le hubiera gustado preguntar a Ana Botella sobre los éxitos y fracasos de su estrategia política cuando se reunió con ella. Si se le hiciera esa pregunta ahora, después de seis años de que fue alcaldesa, ¿a qué conclusiones llegaría?
— Creo en la necesidad de que cuando uno concluye un periodo electoral hiciera una rendición de cuentas. Le planteé a la señora Botella en aquella reunión, que además fue una reunión agradable, si ella me pudiera dar una puesta al día de la situación del ayuntamiento. Y lo que me dio es simplemente una copia del presupuesto, que le agradecí en el acto, pero no me valió. Si me hicieran esa pregunta, sin duda empezaría por las distintas áreas e iría explicando dónde creía que había tenido éxito y habíamos ayudado a mejorar la ciudad, qué me había quedado por hacer o dónde me había equivocado.