Extremadura inaugura un ciclo electoral de susto o muerte para el sanchismo
Extremadura, Aragón, Castilla y León y Andalucía serán cuatro plebiscitos para Sánchez. Así lo ha planteado el PP, así lo temen en Moncloa y así lo han interiorizado los cuadros del PSOE
Pedro Sánchez, en el Consejo Europeo celebrado el jueves en Bruselas
En la copa de Navidad que la Moncloa ofreció el lunes a la prensa, el presidente del Gobierno se dedicó a hacerse trampas al solitario. En un momento dado de la conversación informal con los periodistas, Pedro Sánchez afirmó que esta «cascada de elecciones» que ha planteado el PP para el próximo semestre es una «oportunidad» para el PSOE. Y siguió su razonamiento así: en Extremadura, Aragón, Castilla y León y Andalucía los socialistas están en la oposición, así que tienen un evidente margen de mejora y menos presión que los presidentes regionales del PP.
Lo que no dijo Sánchez es que, al menos en las tres primeras, las encuestas dan al PP mejores resultados de los que obtuvieron en 2023 y al PSOE peores. Y en la cuarta, Andalucía, si la mayoría absoluta de Juanma Moreno peligra, no es por los aciertos de María Jesús Montero, la candidata a tiempo parcial que habría preferido no serlo, sino por los errores del presidente andaluz. Sumados al buen momento por el que atraviesa Vox.
Así que sí, claro que hay margen de mejora para el PSOE, pero todo apunta a que el partido al que investiga la Audiencia Nacional por los pagos en efectivo no saldrá de este campo de minas electorales más fuerte, sino muy malherido. Partiendo, además, de que no entra en él precisamente sano; ni la formación ni su secretario general a la cabeza, al que en la Moncloa insisten en definir como «el mejor activo». «El ejercicio de poder quema y es difícil, y aun así el presidente tiene la misma intención de voto que hace siete años. No hay un gobernante en Europa que pueda decir lo mismo», señalan en su equipo.
Cuatro elecciones, un candidato
Sin embargo, cuando se les pregunta si, por lo tanto, hemos de concluir que Sánchez es el auténtico candidato en las cuatro elecciones, aunque lo sea evidentemente por vía interpuesta, la respuesta es: «No, eso es una tontería». ¿De veras que no?
En Extremadura, el presidente respaldó la candidatura de Miguel Ángel Gallardo aun después de ser procesado por, presuntamente, enchufar a David Sánchez en la Diputación de Badajoz. Una palabra suya habría bastado para relevarlo, pero eligió aguantar el pulso a la Justicia y a la ciudadanía extremeña; como hizo con el fiscal general del Estado cuando Álvaro García Ortiz fue imputado y como hizo con Santos Cerdán al ratificarlo como secretario de Organización del PSOE hace algo más de un año, cuando el río de la UCO ya sonaba.
En Aragón, la candidata es la que ha querido Sánchez, Pilar Alegría. La que ha sido hasta esta misma semana portavoz de su Gobierno y, antes, del PSOE. La amiga de Paco Salazar, la mujer a la que el presidente y secretario general de los socialistas utilizó para acabar con el lambanismo. «Alegría ha intentado evitar estas elecciones a toda costa. Dónde se ha visto que la oposición no solo no pida elecciones, sino que trate de impedirlas», se preguntan con sorna en el PP.
Pilar Alegría, en su última rueda de prensa en la Moncloa
En Castilla y León, Sánchez montó en cólera cuando en octubre de 2024 Luis Tudanca convocó unas primarias para blindarse frente a Ferraz, sabiendo que querían su cabeza. La Comisión de Ética y Garantías del PSOE organizó al burgalés un juicio sumarísimo y en tres meses estaba fuera. El presidente había echado el ojo al alcalde de Soria, Carlos Martínez, y no había más que decir. A tres meses de las elecciones, las encuestas dan a Martínez peor resultado que el que obtuvo Tudanca en febrero de 2022.
En Andalucía, Sánchez puso a Juan Espadas y Sánchez lo quitó para colocar en su lugar a su número dos en el Gobierno y en el partido, que ambas cosas es María Jesús Montero. Se suponía que la también ministra de Hacienda (dónde se ha visto que quien se dedica a recaudar impuestos sea buen cartel electoral) iba a movilizar el voto de izquierdas. Pero el barómetro del Centro de Estudios Andaluces publicado el pasado 15 de diciembre da a los socialistas entre 25 y 28 escaños, frente a los 30 que logró en 2022.
Claro que las cuatro elecciones regionales son cuatro plebiscitos para Sánchez. Así las ha planteado el PP, así lo temen en la Moncloa -aunque nieguen la mayor- y así lo han interiorizado los cuadros socialistas de esas cuatro comunidades y del resto. Porque ahora son las barbas del PSOE extremeño, aragonés, castellano y leonés y andaluz las que los electores van a pelar (siempre atendiendo a los sondeos), pero luego irán el resto.
Las malas perspectivas del PSOE en el ciclo electoral autonómico que empieza este domingo en Extremadura han agitado el avispero socialista. Porque se suman al me too del partido y a los escándalos de corrupción de los últimos 22 meses, con la encarcelación de los dos secretarios de Organización. Demasiada «mierda» que tragar, que diría Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Los movimientos sucesorios empiezan a percibirse bajo la epidermis de la formación, como viene contando El Debate, y van a ir a más.
Pero Sánchez volverá a actuar a partir de este lunes como si no pasase nada. Anunciará la sustituta de Alegría como portavoz del Gobierno; presidirá el último Consejo de Ministros del año para aprobar el abono transporte que anunció el pasado lunes y la subida de las pensiones; felicitará la Navidad a las tropas en el exterior; y se borrará del mapa hasta la Pascua Militar del 6 de enero. Después, a seguir durmiendo el balón, como los equipos que no quieren jugar, sino solo dejar que pasen los minutos. A la espera de que el Tribunal de Justicia de la UE y el Tribunal Constitucional le arreglen lo de Carles Puigdemont y, tal vez entonces, tener una oportunidad.