De comienzo en comienzoElena Murillo

Un nuevo documento pontificio

«El Santo Padre habla de la comunidad educativa como una pluralidad, un 'nosotros', donde intervienen la parroquia, la familia y la escuela»

En la víspera del sexagésimo aniversario de la publicación de una de las declaraciones conciliares emitida por el Vaticano II, 'Gravissimum educationis', sobre la educación cristiana, León XIV ha firmado una nueva carta apostólica que lleva por título 'Diseñar nuevos mapas de esperanza'. Conviene aclarar que una carta apostólica es un documento oficial que publica el Pontífice y que, en este caso, recoge orientaciones pastorales dirigidas a la Iglesia universal. La declaración conciliar 'Gravissimum educationis', rubricada por Pablo VI con el beneplácito de los Padres Conciliares, subrayaba la importancia de la educación en la vida del hombre. Partía del derecho a la educación y su noción, abordaba la educación cristiana cuya obligación reside en primer lugar en la familia y, junto a ella, la Iglesia que «tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación». Esta declaración marcaba la importancia de la escuela, hablaba sobre los derechos y obligaciones de los padres y dedicaba uno de los puntos a la educación moral y religiosa en todas las escuelas junto a una referencia extensa a aquellas que son católicas, deteniéndose también en las Facultades y Universidades católicas así como en las dedicadas al estudio de las Ciencias Sagradas.

León XIV comienza ahora recordando que en aquella ocasión el Concilio interpelaba a la Iglesia afirmando que «la educación no es una actividad accesoria, sino que constituye el tejido mismo de la evangelización: es la forma concreta con la que el Evangelio se convierte en gesto educativo, relación, cultura» y que la declaración conciliar no ha perdido fuerza, al contrario, las expectativas se han ampliado por las nuevas situaciones que se viven en la actualidad. «Ante las dramáticas situaciones de emergencia educativa provocadas por las guerras, las migraciones, las desigualdades y las diversas formas de pobreza, ¿cómo no sentir la urgencia de renovar nuestro compromiso?» Hace un recorrido histórico con la certeza de que «los carismas educativos no son fórmulas rígidas: son respuestas originales a las necesidades de cada época». Desde los Santos Padres se va deteniendo en algunos modelos como San José de Calasanz, San Juan Bautista de la Salle, San Marcelino Champagnat o San Juan Bosco y nombra a un buen número de mujeres que también «abrieron caminos para las niñas».

El Santo Padre habla de la comunidad educativa como una pluralidad, un «nosotros», donde intervienen la parroquia, la familia y la escuela. No se olvida de citar a San John Henry Newman, recién proclamado doctor de la Iglesia, teniendo en cuenta que no hay que «caer en el iluminismo de una fides que se contrapone exclusivamente a la ratio».

A partir de aquí se desarrollan puntos con los siguientes títulos: la brújula de 'Gravissimum educationis', la centralidad de la persona, identidad y subsidiariedad, la contemplación de la Creación, una constelación educativa (en ella hace una llamada a la unidad), navegando por nuevos espacios, la estrella polar del Pacto Educativo y, por último, nuevos mapas de esperanza (con una petición a las comunidades educativas: «desarmen las palabras, levanten las miradas, custodien el corazón»).

Una carta llena de metáforas, con un lenguaje precioso y evocador y de la que he creído interesante coger una idea que aparece en el punto tercero y con la que concluyo, haciendo una invitación a todos a gustar de una lectura completa de la misma. «Educar es un acto de esperanza y una pasión que se renueva porque manifiesta la promesa que vemos en el futuro de la humanidad».

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