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26 de abril de 2024

Una fiesta caníbal en Tanna. Charles E. Gordon Frazer, 1885.

Una fiesta caníbal en Tanna. Charles E. Gordon Frazer, 1885.

El catastrofismo de izquierdas ya fabula con el canibalismo

Siento darles el disgusto, pero desde varios frentes distintos se está promoviendo la idea de comer carne humana

¿Cómo recordará la historia a este tiempo? ¿Se lo han preguntado alguna vez? El juicio de las generaciones es implacable y exigente. ¿Nos verán como una horda de trastornados entomófagos, estúpidos desocupados, lujuriosos y caníbales?
Siento darles el disgusto, pero desde varios frentes distintos se está promoviendo la idea de comer carne humana. Así, tal cual. Carne de persona, de persona muerta, claro. Cómo llegarán a conseguir la carne lo desconozco, pero no parece un fin agradable, o al menos hasta su pensamiento estremece. Les voy contando, porque en una maniobra de acoso (aún sin derribo) la cuestión tiene varias avanzadillas y conviene no perderse ninguna.
La primera se dio en una conferencia en Estocolmo «Gastro Summit» (septiembre 2019) donde se presentó la idea de que para combatir el cambio climático (es una excusa perfecta para todo, como ven) debemos comer carne humana. Para ser sostenibles, señalan, y ahora es cuando de verdad asusta la palabra. Sostenible. Recuérdenla y modérense en su presencia, por si las moscas, y por si estos ideólogos deciden ser más respetuosos con el ambiente pagando con sus propias carnes, con las de usted mismo, estimado lector. Esta reflexión tiene nombre y apellidos, apunten: Magnus Söderlund, que es su padre, es profesor del Departamento de Marketing y Estrategia (Stockholm School of Economics), presentó la conferencia: «Can you Imagine Eating Human Flesh?», en la que acusa al resto del mundo de malditos conservadores. Parece que una vez leyó la obra «¡Hagan sitio!¡Hagan sitio!», de Harry Harrison, o vio la película «Cuando el destino nos alcance», de Richard Fleischer. Una metáfora distópica en la que la población depauperada, era alimentada con el famoso Soylent rojo o verde y morían a cuenta del Estado (esto ya es familiar en nuestra sociedad, sólo falta que reaprovechen los cuerpos).
La segunda avanzadilla llega desde el diario norteamericano The New York Times, donde se decía hace pocas semanas (julio 2022) que el canibalismo tiene un tiempo y un lugar ¿Cómo…? ¿Qué tiempo y qué lugar? Hasta como titular es espeluznante. Bajo la peregrina idea de que todo cambio es bueno, necesario y tentador, a muchas mentes no se les paran de ocurrir algunas de esas ocurrencias sobrecogedoras.
Hansel y Gretel. Ilustración de Arthur Rackham

Hansel y Gretel. Ilustración de Arthur Rackham

El catastrofismo de izquierdas que hace tiempo se afana en tratar de limitarnos, controlarnos y reducirnos a la miseria espiritual y a la pobreza material con esos eslóganes del apocalipsis del planeta, con un indisimulable anhelo de conducirnos hacia un comportamiento incivilizado, a la pérdida de las tradiciones alimentarias, que son símbolos y representación de nuestra cultura. Pero, sobre todo, a la desaparición de lo que hay de bueno en nosotros. Hace un par de cientos de años que Malthus (Ensayo sobre el principio de la población, 1789) erró en idénticos cálculos, sin valorar el ingenio, la capacidad de los seres humanos, la autorregulación o el desarrollo de la tecnología.
La tercera avanzadilla es la presentación de una hamburguesa. Fíjense qué estrategia tan sibilina, basada en algo tan familiar y anodino; y es que nos conducen hasta el abismo mediante cosas sencillas, con consignas aburridas, por vulgares: «Vayamos más allá de los límites», y «Es divertido», «Atrévete» o también «Según algunas investigaciones…» (jamás detalladas, por cierto). Sin embargo, estos eslóganes ¡funcionan! hay mucha gente que admite que está interesada en sobrepasar los límites de la vida y del absurdo.
Me abruma la idea de que sea necesario tener que explicar el disparate que significa esto. Sin embargo, están preparando a la sociedad occidental para su corrupción moral y decadencia. Y rapidito. Fíjense en la estrategia, porque no tiene desperdicio: primero se normaliza, se habla, se hacen unas risas. Después se proponen algunos juegos equívocos y finalmente, ya tienen a la población preparada para instalar una novedad perversa.
En el caso del canibalismo, la primera fase ya se ha cumplido. La segunda es ese jueguecito entre bromas y veras, que ya se encuentra sobre la mesa. Una empresa sueca, Oumph! vegana, eso sí, no vayamos a desequilibrar el planeta por causa del consumo animal, ha desarrollado una hamburguesa con sabor a carne humana. Sí, a carne humana. Henrik Åkerman, Global Brand Leader de Oumph!, señala que su empresa tiene una misión, que es cambiarnos. Sí, como lo oyen, en palabras de Åkerman: «Nuestra misión es cambiar la forma en que come la gente, y nuestro deber es usar la creatividad como herramienta para provocar este cambio». Ganaron un premio en el Festival Internacional de la Creatividad Cannes Lions con su hamburguesa vegana con sabor a carne humana. Ellos tienen una misión, ahora los negocios son misiones, sin duda parece un buen plan de ventas. Puede sonar a simpleza, pero la cuestión que me ronda es: ¿Cómo saben a qué sabe la carne humana? Estremecida, me tienen los suecos.
La cuarta avanzadilla ya está implementada, yo misma les he hablado de algunas de sus facciones en lo relativo al consumo de insectos. Pero la cosa es infinitamente más amplia y compleja de detectar: se trata de la creación de cultivos, transformaciones y preparaciones de laboratorio. Comida que no proviene ya del mundo natural, sino de su recreación en placas de Petri o en probetas. En estos laboratorios se cultiva queso (elaborado a partir de microbios y fermentación de precisión), se crían carnes que se pueden adquirir en forma de nuggets, filetes y multitud de formatos. Además, se cultivan tiras que imitan lonchas de bacon, chorizo y salchichas; y hasta diferentes pescados, incluso salmón ahumado. Y la justificación de toda esta bazofia que, no les quepa duda, perjudicará nuestra salud, es evitar la sobrepesca y el sufrimiento animal. En lugar de criar pescado con técnicas de acuicultura en mar abierto, por ejemplo, o de sacrificar adecuadamente.
Todos estos productos se elaboran mediante varios sistemas: a partir de células madre, en laboratorios, pero también utilizando restos de la industria cárnica o con productos vegetales que imitan a la carne ¿terminarán usando células madre humanas para crear su monstruo y que, en su lúgubre empeño, podamos comer carne humana de una forma u otra? Y no, no es un sueño, es una pesadilla que nos acerca peligrosamente a un panorama desconocido. Los motivos que aducen ya los conocen, porque cuando dicen sostenible y más respetuoso con el medio ambiente nos proponen expresiones que cualquiera avalaría por su aparente inocuidad. Pero hay que reflexionar sobre esto también ¿De verdad la soja es más sostenible que los garbanzos? Porque el cultivo de la soja, que en gran parte está detrás de todo este movimiento de comidas veganas, provoca deforestación, altera los ecosistemas y suscita la pérdida de biodiversidad. Se entiende, si comprendemos que todo este concepto es un nuevo negocio. Un simple, duro y mercantil negocio de marketing, un negocio para vendernos cualquier cosa o concepto que podamos comprar. Un negocio para controlar, adaptar y vender. No se trata de que sea bueno, malo o regular. Se trata de que, con el subterfugio del planeta, están trastornando el ciclo de la vida natural. Destruir a la naturaleza por causa de la naturaleza, cuanto cinismo hay en estas campañas.
¿Se puede discutir seriamente sobre el placer «transgresivo» de comer carne humana? Esto representa asesinar a una persona o comer el cuerpo de un fallecido ¿Qué vale la vida en una sociedad en la que se plantea esto? El respeto a la vida empezó a perderse con la normalización del aborto, y de ahí en adelante seguiremos viendo horrores cada vez peores.
¿Son ustedes conscientes de que están tratando de destruir los pilares de la civilización occidental? Y digo tratando porque aún no lo han conseguido, pero trabajan con ahínco. Quebrando la base de los principios, de los valores de Occidente: el cristianismo (ridiculizándolo), la democracia (pervirtiéndola desde su interior), el Estado (caricaturizando la separación de poderes) las costumbres (promoviendo el desprecio de la tradición), el papel de la mujer en la sociedad (se han cargado hasta el feminismo) y por supuesto, la alimentación. Ya no nos van a dejar comer en paz el cocido, el gazpacho o el chuletón. Es justo lo que nos faltaba.
Era divertido ser rebelde cuando había normas, pero hoy que no hay desarrollo moral alguno, la rebelión carece de sentido. Sólo lo tiene la rebelión contra la rebelión. Esto se ha transformado en una peligrosísima espiral, en un gigantesco tornillo sin fin de algo que en realidad existe desde el principio de los tiempos, y que no es nada más ni nada menos que la lucha del mal contra el bien. La historia de la alimentación es una herramienta de una enorme utilidad para conocer una cultura, porque es una expresión inequívoca de sus valores, hechos, esperanzas y lacras. Y con este tema del canibalismo, en forma de macabra broma o de veras, fingido o real, asistimos a una demostración de la degeneración de valores que padece nuestra sociedad en la actualidad.
Vuelvan a cocinar, vuelvan a comprar productos sencillos y a transformarlos en casa. No es un eslogan, es una forma de vivir más adecuada a nuestra naturaleza. La tecnología está de nuestra parte para que ahora sea todo más fácil. No se abandonen a la comodidad, las batallas se ganan luchando, y cada una de nuestras pequeñas escaramuzas es valiosa. Y por favor, ni una broma más con respecto al canibalismo, que es expresión exacta de cuando comer no es alimentarse, sino pervertir los valores de una sociedad civilizada.
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