
Samantha Vallejo Nágera, Pepe Rodríguez y Jordi Cruz
El restaurante de MasterChef cierra tras siete años y el dueño explica el motivo
El 31 de julio se servirá el último, puesto que el propietario de la licencia, Roberto Franci, de 67 años, se jubila
En el número 150 de la calle Velázquez, en pleno barrio de Salamanca, se apagan los fogones de uno de los restaurantes más singulares de Madrid. El restaurante MasterChef, único en el mundo con la licencia oficial del exitoso talent show televisivo, cerrará sus puertas el próximo 31 de julio. ¿El motivo? Ni la falta de clientela, ni una caída de calidad, ni siquiera el desgaste de la fórmula. La razón es tan sencilla como inapelable: la jubilación de Roberto Franci, su propietario, un florentino discreto que siempre se mantuvo «en la trastienda» y que, con 67 años, ha decidido retirarse tras siete años de éxito ininterrumpido.
Desde su apertura en 2018, este espacio se convirtió en un imán para foodies, seguidores del programa y turistas curiosos. Por él han pasado más de 500.000 comensales, la mitad venidos de fuera de Madrid, atraídos por la posibilidad de saborear platos que antes habían visto en pantalla, justo antes de que Jordi Cruz torciera el gesto o Samantha Vallejo-Nágera lanzara una sonrisa.
No era un restaurante al uso. Era una experiencia inmersiva, un cruce entre plató, escaparate de marca y restaurante de autor. El local nunca perteneció directamente a Shine Iberia, la productora del programa, pero sí fue una extensión natural de su universo comercial: libros, delantales, utensilios… y, en este caso, platos con nombre propio. Aquí se servían recetas nacidas en el plató, reinterpretadas por chefs reales y, a veces, preparadas por manos que habían pasado por la presión de la prueba de exteriores.

El restaurante de Masterchef, en la calle Velázquez
En su carta, el comensal podía encontrar desde un tartar de atún con gazpacho de fresas hasta un bao de gambón con mayokimchi, pasando por reinterpretaciones como la lubina salvaje «versión Bustamante» o un solomillo de Silvia Abril. También había espacio para los más pequeños, con un menú Junior que incluía joyas como el fish and chips «al estilo Jefferson», uno de los participantes infantiles más recordados. Todo ello en un entorno cuidado, donde el diseño combinaba lo industrial con lo acogedor: sillas tapizadas, madera natural, vegetación interior y una iluminación suave que invitaba a la sobremesa.
A pesar de su perfil «televisivo», la propuesta era seria. El menú degustación —63 euros sin bebida— ofrecía un recorrido con empaque: espárrago blanco con romesco de kimchi y panceta ibérica, salmón con salsa de cava y miso, solomillo con frutos rojos y cremoso de chirivía, milhojas de guayaba y pistacho.

Alcachofas de Masterchef
Durante estos años, el local también fue punto de reunión de exconcursantes, que a menudo formaban parte de la plantilla. Uno de los últimos ha sido Jotha, finalista de la 11.ª edición.
Pero todo festín tiene un postre final. Franci, satisfecho pero melancólico, lo resume así en El País: «Me sabe fatal tener que cerrarlo. Ha sido un caso de éxito en ocupación y satisfacción.» Y, consciente del valor humano de su equipo, también se asegura de que la plantilla —unas 20 personas— tenga continuidad. El espacio no quedará huérfano: el grupo Arturo Cantoblanco, propiedad del empresario Arturo Fernández, planea tomar el relevo y recuperar un clásico de la restauración madrileña, La Nicolasa.