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Un bebé en el momento de nacer

Un bebé en el momento de nacerUnsplash

Partos en el agua, comerse la placenta y otras prácticas con riesgos infecciosos para los bebés

La revista Pediatrics ha publicado un extenso informe sobre los emergentes métodos de parto y otras prácticas neonatales, sus beneficios y sus riesgos

Tras nacer su hijo, el cantante Camilo contó en el programa La Resistencia que su mujer, Eva Luna, se había comido la placenta que había estado proveyendo de oxígeno y nutrientes al bebé durante los nueve meses que ha durado el embarazo. También Jennifer Lopez o algunas de las hermanas Kardashian han llevado a cabo esta práctica, cada vez más popular y de pocos beneficios demostrados y avalados por la ciencia.

También recientemente ha corrido por las redes sociales el vídeo de una mujer dando a luz en la playa, de forma natural, pero sin ninguna vigilancia ni control médico, ni en el momento del alumbramiento ni durante la gestación.

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Ante el aumento de la popularidad de estas prácticas y las consultas sobre ellas, la prestigiosa revista Pediatrics, avalada por la Academia Americana de Pediatría, ha publicado un extenso informe para analizar los riesgos y los beneficios de algunas de estas cada vez más comentados ejercicios como los partos en el agua, ingerir la placenta tras dar a luz o los nacimientos lotus –aquellos en los que no se corta el cordón umbilical tras el alumbramiento–.

Parir en agua

Cada vez más hospitales y centros de nacimientos cuentan con bañeras en las que las madres pueden dar a luz o por lo menos estar inmersas durante algunas de las fases del alumbramiento. Dos motivos principales han hecho del agua un lugar cada vez más elegido para que el niño nazca. Primero, porque la transición del interior al exterior del útero es menos traumática para el bebé al pasar de agua a agua y, segundo, porque en la primera etapa de trabajo del nacimiento el agua tiene efecto analgésico y reduce el uso de anestesia.

No obstante, llegada la fase del expulsivo, los estudios elaborados para el informe de Pediatrics detallan que el agua no tuvo ningún beneficio e incluso que pudo conllevar algunas complicaciones, tales como «hipotermia, ahogamiento o casi ahogamiento, dificultad respiratoria e infecciones por la exposición a organismos transmitidos por el agua». La recomendación de estos expertos, por tanto, es «desarrollar procedimientos para limpiar las bañeras, monitorear a las madres de manera segura y a los fetos durante el parto».

Siembra vaginal

Al no pasar por el canal del parto, los bebés que nacen por cesárea no están expuestos a las bacterias de la vagina materna, algo que puede alterar el futuro desarrollo del microbioma del niño. Por ello, muchos padres deciden coger una muestra de esas bacterias con una gasa y transferirlos a la nariz, la boca y la piel del recién nacido. A esto se llama siembra vaginal.

No obstante, el nuevo estudio de los pediatras americanos no recomienda esta práctica fuera de un entorno de investigación. De momento, ningún estudio ha probado sus beneficios, pero sí muchos de sus riesgos. «Una vez se expulsa la placenta, hay ausencia de circulación y, por lo tanto, los tejidos se vuelven necróticos», se explica en el estudio. Esto se vuelve una fuente de bacterias colonizadoras, que recomiendan retirar cuanto antes del niño, tanto la placenta como el cordón, puesto que han sido documentados algunos casos de sepsis en recién nacidos por esta práctica.

Comerse la placenta

Placentofagia es el nombre que recibe la acción de consumir este órgano que brinda oxígeno y nutrientes al no nato una vez es expulsado del útero. Es muy común en otros mamíferos no humanos, se cree que para evitar depredadores, pero también hay madres que ingieren la placenta como ritual que celebra el fin del embarazo o para beneficiarse de unas percibidas propiedades medicinales.

En cambio, dado que está contaminada por bacterias puede causar una infección en la persona que la toma. Se puede preparar cruda, cocinada o en porciones en píldoras o cápsulas, pero no basta ponerla al fuego o deshidratarla para deshacerse del GBS, el VIH, el VHB o el virus de la hepatitis C. Añade además el informe que se han dado casos de niños con sepsis neonatal causada por el consumo de la placenta por sus madres en forma de cápsulas.

Aplazar la vacuna de la hepatitis B

La primera vacuna que recibe un recién nacido es la de la hepatitis B, dado que esta enfermedad infecciosa se transmite de padres biológicos a hijos perinatalmente, es decir, en el periodo inmediatamente anterior o posterior al nacimiento. Que un bebé esté en contacto con este virus de manera prematura puede conllevar incontables riesgos para su salud a largo plazo, como infecciones crónicas o cáncer.

Cada vez es más común que en vez de poner la inyección a las pocas horas de nacer, los padres decidan hacerlo pasadas unas semanas. No obstante, según el informe de Pediatrics esto conlleva un gran perjuicio e incluso habla de intervención de las autoridades en casos de padres que no saben si han estado en contacto con el virus o que son positivo si se niegan a administrarle esta vacuna a sus hijos.

Baño retrasado

Esta práctica es de las pocas del informe que cuenta con el beneplácito de los investigadores, que se suman a la recomendación de la OMS de aplazar el primer baño hasta pasadas las primeros 24 horas de vida del niño. En caso de no ser posible, por lo menos esperar seis desde el nacimiento. No separar al bebé de su madre nada más nacer para darle un baño parece aumentar la tasa de éxito del comienzo de la lactancia materna y la preservación de las bacterias vaginales maternas que quedan en la piel del niño tras atravesar el canal del parto, que resultan beneficiosas para su microbioma.

La excepción que confirmaría la regla en este caso es que el niño pueda haber estado en contacto con fluidos al salir del útero que puedan contener patógenos transmitidos por la sangre, incluidos el VIH, VHB, hepatitis C, VHS o sífilis, pero concluye el informe que todavía se necesita más investigación sobre el impacto en el microbioma del niño de retrasar el momento del baño y su influencia en la incidencia de sepsis neonatal.

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