Cuando los enganchados son los mayores: «Mi madre está más pendiente de Facebook que de sus nietos»
La dependencia al móvil no distingue edades: padres y abuelos también pueden sufrir adicción digital, con consecuencias para la salud mental y la convivencia familiar
Una persona sostiene un teléfono móvil durante un curso de alfabetizacióin digital para personas mayores.
Hemos lanzado una pregunta por redes sociales, sin demasiado afán demoscópico: «¿Crees que tus padres mayores o tus abuelos están enganchados al móvil?». En pocos minutos, la respuesta es abrumadora.
Aquí va un pequeño muestrario:
«Mi madre me preocupa: ve pocas veces a sus nietos porque no vivimos en la misma ciudad, y cuando está con ellos, sigue más pendiente de Facebook y de los mensajes que le llegan, que de ellos»; «Mis padres tienen 80 años y han pasado de no saber usarlo a darme más problemas con el móvil que mis hijos adolescentes»; «Sin duda. Con 65 años, se pasa el día con un juego y reenviando whatsapps. Muchas veces, ni presta atención cuando le hablas»; «Todos los días me reenvían cadenas y videos, que a ellos a su vez les mandan amigos de su edad, y pasan horas en redes sociales»; «Yo estoy seguro de que mi abuelo sería incapaz de estar un día sin móvil: lo usa mientras ve la tele, nos reenvía noticias, cadenas falsas, cosas de Youtube o de TikTok, ya casi no habla con sus amigos porque chatea con ellos por WhatsApp, y estuvo a punto de caer en una estafa por un video creado con IA que le prometía un remedio para un tema de salud de mi abuela»; «No se dan ni cuenta, pero cuando mis padres y mis suegros vienen a casa, están casi más atentos al móvil que a nosotros. Lo que pasa es que no puedo decir nada, porque a mí me pasa lo mismo...».
En España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) el 94 % de la población utiliza el teléfono móvil como principal forma de navegar por internet, con un promedio de uso de casi tres horas al día. Si sumamos el uso de tablets o portátiles, el consumo diario de dispositivos en nuestro país se acerca a las seis horas diarias: una cuarta parte de la jornada (o el 37,5 % de cada día, si restamos 8 horas de sueño).
Y para explicar estas cifras no basta con señalar a jóvenes y adolescentes: cada vez son más los adultos, también los mayores de 65 años, que muestran síntomas claros de uso problemático, incluso adictivo, de sus dispositivos. Un fenómeno al alza, y que está volando por debajo de los radares de las autoridades, aunque ya tiene repercusiones emocionales, sociales y familiares.
Adicción en los adultos
Ya en 2017, un estudio con 1. 126 adultos españoles alertaba de lo que venía: entonces, el 5,1 % tenía uso «problemático» del móvil y un 15,4 % estaba «en riesgo». En 2024, el 65 % de los usuarios de smartphone entre los 65 y los 74 años se conectan varias horas al móvil, al menos 5 días a la semana, según los datos del INE.
En cuanto a población total, un tercio de los mayores de 65 años en España usan WhatsApp y Facebook; y el 85 % utiliza el móvil para compartir mensajes o leer noticias.
Así, movidas por WhatsApp, redes sociales, música, videos o simple navegación, muchos adultos experimentan «pérdida de control» y detectan interferencias en su vida cotidiana, coincidiendo con patrones similares a otras adicciones.
Expuestos por ansiedad o soledad
El uso intensivo de las redes y, sobre todo, de las aplicaciones de mensajería como WhatsApp o Telegram, está vinculado en las personas mayores a un fenómeno de fascinación similar al que afecta a los adolescentes, y también a buscar alivio emocional al sentirse solos, ansiosos o aburridos.
El fenómeno se ha disparado en los últimos años, aunque genere menos alarma social que en la población adolescente. En uno de los pocos estudios que hay al respecto, elaborado por la Universidad de Connecticut y publicado en 2022, con adultos entre 18 y 92 años, confirmó que tras la pandemia, el uso de WhatsApp y de redes sociales aumentó un 28 % en todo el mundo, y estuvo asociado a menores niveles de soledad, aunque también a mayor ansiedad.
WhatsApp, doble filo familiar
Uno de los ejemplos más sintomáticos es el de la popular aplicación de mensajería WhatsApp. Esta app ha pasado de ser una herramienta de conexión ocasional a un motor de interacciones constantes, que suponen distracción y niebla mental: «emergencias» familiares, cadenas interminables, difusión de noticias e imágenes no siempre contrastadas...
El problema comienza a tomar proporciones de pandemia internacional. Un reciente estudio italiano validó el Índice de Adicción a WhatsApp y lo relacionó con prácticas como phubbing (ignorar a los presentes) y Stories Addiction o «FOMO» (miedo a quedar fuera de las últimas actualizaciones). En muchos hogares, ni siquiera compartir mesa garantiza interacción mutua: el móvil roba la atención.
Consecuencias para la salud
La adicción digital en adultos, también en adultos mayores, se asocia con insomnio, estrés, ansiedad, sensación de soledad y abandono de hábitos saludables.
También resta calidad a la conversación familiar, debilita la escucha activa, reduce la empatía, desgasta las relaciones extrafamiliares como los amigos, y puede romper los lazos afectivos con personas no apegadas al dispositivo móvil, bien otros adultos mayores, bien los nietos o sobrinos menores.
Herramientas para frenar el móvil
«Algunos investigadores definen la dependencia del teléfono móvil como un uso constante del dispositivo, con poca capacidad para controlar las actividades diarias», explican los expertos españoles María Olivencia, Isabel Ramírez-Uclés, Pablo Holgado y Francisca López en un estudio publicado en la prestigiosa revista científica Frontiers.
Y llegan a especificar que «la adicción al teléfono móvil podría ser similar, en muchos sentidos, a los trastornos por dependencia de sustancias, por ejemplo, el abuso de drogas psicotrópicas (heroína, cocaína, cannabis, etc.) y alcohol».
Y dan una serie de herramientas para que los mayores puedan controlar el uso que hacen de sus dispositivos –no muy diferentes de las que se recomiendan para los adolescentes y jóvenes–:
Apaga por franjas: Convertir la comida o la sobremesa en una 'zona libre' de móvil favorece la conexión familiar.
Uso consciente: Implantar reglas como «no móviles antes de hablar» o «mientras se habla» permite un uso consciente del dispositivo, y sobre todo la conexión humana en sus interacciones.
Tiempo de desconexión: Dedicar al menos una franja horaria cada día sin pantallas, en familia o en silencio, reconecta cuerpo y mente y rompe patrones automáticos.
Paternidad digital consciente: Los padres y abuelos que llevan a cabo un uso saludable de dispositivos sirven de referente real y mitigan el impacto en los hijos y nietos.
Atención a signos de alarma: Cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, abandono de hábitos saludables, uso en momentos inadecuados (como en presencia de los nietos). Si hay interferencias visibles, puede ser momento de buscar ayuda profesional, sin vergüenza a reconocer que, a pesar de la edad, el dispositivo electrónico «ha logrado su objetivo»: secuestrar la atención de su usuario.
Responsabilidad familiar
Como demuestran los datos, la adicción digital ya no es solo cosa de jóvenes. Padres y abuelos también pueden estar en riesgo, con consecuencias en la salud física y emocional, y el vínculo familiar.
Si dice el dicho que, «a la vejez, viruelas», puede ser necesario perder el pudor de reconocer el problema, tomar medidas de forma consciente y crear espacios libres de pantallas para recuperar la presencia real y el calor del hogar. Porque, también entrados en años, la tecnología debe servirnos, no sustituirnos.