Hindenburg, Guillermo II (centro) y Ludendorff estudiando posiciones en un mapa militar
Picotazos de historia
El imperturbable mariscal Paul von Hindenburg
Hindenburg, que nunca fue un genio militar, aportó una calma y frialdad que hizo que Alemania mantuviera la sangre fría en los momentos más críticos de toda la guerra
En agosto 1914, tras la derrota alemana a manos de los rusos en el frente oriental en la batalla de Gumbinenn, el comandante del 8º Ejercito alemán fue sustituido al considerarse que había perdido los nervios. El remplazo, a quien le acompañó un brillante jefe de Estado Mayor de nombre Erich Ludendorf, era un general anodino y retirado, de 66 años y con el imponente nombre de Paul von Benneckendorf und Hindenburg. A tal nombre le acompañaba un físico de casi dos metros de estatura y una presencia de autoridad tremenda. Y es que Hindenburg, que nunca fue un genio militar, aportó una calma y frialdad que hizo que su Estado Mayor mantuviera la sangre fría en los momentos más críticos de toda la guerra.
La genialidad estratégica del apasionado Ludendorff se veía controlada y reconducida por la autoridad tranquila de Hindenburg
«En las más negras horas de desesperación, cuando paralizado por la angustia era incapaz de pensamiento alguno –contará Ludendorf– las tranquilas palabras del mariscal 'Tranquilícese usted, amigo mío. Ya verá como lo resolvemos' Eran un bálsamo». De hecho la genialidad estratégica del apasionado Ludendorff se veía controlada y reconducida por la autoridad tranquila de Hindenburg, dando lugar a un letal «matrimonio» (así definido por ambos) que sería conocido como el Binomio HL.
El coronel Max Hoffmann, Jefe adjunto del Estado Mayor del 8º Ejercito y uno de los más brillantes estrategas del ejército alemán, que desarrolló los planes que dieron lugar a la ofensiva contra los rusos que se saldó con una resonante victoria, a la que por motivos propagandísticos denominaron batalla de Tannenberg (nombre de una famosa derrota de los caballeros teutónicos a manos de los polacos en 1410), nunca estuvo demasiado contento con el papel de Hindenburg.
Hoffmann escandalizaba a los periodistas y visitantes explicando los detalles de la gran victoria y el papel desempeñado por el imperturbable Tótem de Madera, como sería cariñosamente conocido por la población alemana, de una manera curiosa.
«Allí –señalaba Hoffmann– durmió el General antes de la batalla. En aquel lugar durmió después de la la batalla. Pero aquí, aquí durmió durante la batalla».