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27 de abril de 2024

Mapa satírico de Europa (1877). Frederick Rose

Mapa satírico de Europa (1877). Frederick Rose

Rusia y Occidente: de vuelta al siglo XIX

Para entender lo que sucede hoy en Ucrania, más que en referencias al siglo XX, quizás encontremos la explicación en la historia del siglo XIX como la Guerra de Crimea de 1854-1855

«Vamos a acabar con los neonazis ucranianos» afirmó Putin al lanzar su «operación especial» contra Ucrania. «Putin es el nuevo Hitler», dicen unos, mientras que otros sostienen que el antiguo coronel del KGB perpetúa el comunismo. El hecho de que cada uno de los bandos califique como «nazi» al opuesto, o que el bando ruso pueda ser tildado como nazi por unos y como comunista por otros, debería alertarnos sobre el hecho de que esos calificativos no nos ayudan a entender lo que sucede hoy en Ucrania, y –por el contrario– dificultan nuestra comprensión sobre lo que está sucediendo.
Pero, ¿qué está sucediendo? Más que en referencias al siglo XX, quizás encontremos la explicación en la historia del siglo XIX. En esta sección de Historia de El Debate podemos leer un interesantísimo artículo que narra un conflicto que nuestros contemporáneos –incluso los «todólogos» de las tertulias– han olvidado: la Guerra de Crimea de 1854-1855. Nada añadiré sobre este tema a lo escrito, salvo subrayar lo «atípico» de los bandos en aquella guerra, ya que naciones cristianas y occidentales, el Reino Unido y Francia, lucharon contra otra nación cristiana, Rusia, en teoría por defender los intereses de una potencia islámica: la Sublime Puerta otomana. Durante siglos, para Occidente, el enemigo ha sido el islam, luego esta alineación de bandos debe sorprender.
También es oportuno señalar la virulencia de la propaganda que se desencadenó contra Rusia en Occidente con motivo de aquella guerra. El Zar fue pintado con los tonos que se emplearían después para hablar de Hitler, y de Nicolás I se decía que «era el diablo con forma humana». El primer ministro británico del momento, George Hamilton-Gordon, conde de Aberdeen, que trató de evitar la guerra, fue tachado de «esbirro de Rusia» y las viñetas de los diarios le mostraban sacando brillo a las botas del Zar.
Desde la Guerra de Crimea en adelante se editaron mapas muy significativos, donde a Rusia siempre se la mostraba como dispuesta a establecer su dominio mundial. El hecho de que Rusia haya sido aliada de Reino Unido y Francia en las dos Guerras Mundiales del siglo XX acabó oscureciendo un hecho clave en la historia del siglo XIX: el enfrentamiento entre Rusia y los países occidentales, especialmente Gran Bretaña, fue una constante a lo largo de la centuria.
Cuando el Gran Ducado de Moscovia se convirtió en Rusia, empezó a buscar salidas al mar. Pedro el Grande (1682-1725) «abrió una ventana» marítima, arrebatando a Suecia los Países Bálticos. Catalina II (1762-1796) avanzó hacia Polonia y también hacia el Sur, aquí a costa del declinante poder otomano. Y lo que nos encontramos en el siglo XIX es a una Rusia que desde el Báltico hasta el Pacífico avanza imparable hacia los mares. Se anexiona Finlandia (1809), pero también incorpora la llamada Provincia Marítima (1859), en la costa del Pacífico, frente a Japón. Entre ambos extremos, Rusia movió sus peones en el Mar Negro, en el Cáucaso, y en la inmensa Asia Central donde se adueñó de las estepas kazajas y desde ellas avanzó hacia el Turquestán (la suma de Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguisistán y Tayikistán), donde establece su soberanía en 1867. ¿Qué interés tiene Rusia en las escabrosas montañas del Cáucaso, o en las áridas estepas del Turquestán? Es evidente: abrir rutas hacia el Índico, donde los británicos tenían la que consideraban joya de su imperio, la India.
La verdad es que los británicos no se tomaban la molestia de disimular que lo que les molestaba de esta expansión rusa era que pusiera en peligro «nuestro camino hacia la India», y también «nuestro comercio». Gran Bretaña era la «fábrica del mundo» y necesitaba importar materias primas y exportar producto manufacturado. Estaba dispuesta a pelear por mantener su hegemonía.
‘Das heutige Europa’ (La Europa de Hoy). Un mapa de Caesar Schmidt de 1875.

‘Das heutige Europa’ (La Europa de Hoy). Un mapa de Caesar Schmidt de 1875.

Los episodios de esta lucha secular entre rusos y británicos son muchos, y es imposible detallarlos. Apuntaré, sin embargo, que en la Guerra de Crimea de lo que se trató fue de frenar la expansión rusa hacia los Balcanes y –en definitiva– hacia la llave del Mar Negro: el Bósforo y los Dardanelos. Y que pese a que los ingleses creyeron en 1855 haber derrotado para siempre a los rusos en esta región, estaban equivocados. La guerra ruso-turca de 1877 permitió a los soldados del Zar acampar a las puertas de Estambul, aunque la presión diplomática de todos los países coaligados les obligaría a retirar sus tropas (Tratado de San Stefano, 1878), eso sí, dejando sobre el terreno un estado semivasallo: Bulgaria.
En lo que entonces era Persia (actual Irán) y Turquestán, británicos y rusos libraron una apasionante partida de ajedrez en la que intervinieron soldados, pero también exploradores, científicos, espías, y diplomáticos. Al final, dejando de común acuerdo a Persia y Afganistán como «estados tapón» independientes, se evitó el enfrentamiento directo entre Rusia y el Reino Unido.
Más impresionante fue lo ocurrido en el extremo oriental del imperio de los Zares. Tras haberse adueñado de la antes citada Provincia Marítima, y puesto que el principal puerto de esta, Vladivostok, daba acceso en definitiva a un mar casi cerrado, el Mar de Japón, los rusos buscaron una salida a aguas más abiertas, el Mar de la China Oriental, ocupando militarmente Manchuria, lo que China no pudo impedir. Pero el Reino Unido iba a encontrar en la región a un peón para frenar a Rusia: Japón.
Tras la humillación que supuso para los nipones tener que someterse a las condiciones impuestas por la flota del Comodoro Perry en nombre de Estados Unidos, en 1855, el país asiático se lanzó a un acelerado proceso de modernización, en especial de sus capacidades militares. Como se había anexionado Corea, Japón era vecino de los rusos de Manchuria, y anhelaba esa región. Y en el conflicto entre Rusia y Japón de 1905, increíblemente, el liliputiense país asiático se impuso al coloso ruso: nunca lo habría logrado sin el apoyo británico. Si en el caso de la Guerra de Crimea los británicos ayudaron a un poder musulmán contra un poder cristiano, en Manchuria, no les importó ayudar a un poder «amarillo» contra uno «blanco». Algo que tendría consecuencias, desde luego.
Mapa satírico de Europa en 1900

Mapa satírico de Europa en 1900

Vamos a dejar de repetir sandeces sobre «nazis» y «comunistas». Las claves del actual conflicto entre Rusia y Ucrania, en definitiva entre Rusia y Occidente, hunden sus raíces mucho más atrás. Como Rusia pareció eclipsarse a partir de 1905, y, en cambio, una pujante Alemania desafió el orden internacional de manera muy enérgica entre 1914 y 1945, Occidente y Rusia se encontraron en el mismo bando en las dos Guerras Mundiales. Alemania ya no quiere desafiar a nadie, y las viejas rivalidades del siglo XIX renacen.

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