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19 de abril de 2024

Blücher en París «tocando el tambor de la victoria» sobre la anatomía de Napoleón (caricatura de George Cruikshank, 1814)

Blücher en París «tocando el tambor de la victoria» sobre la anatomía de Napoleón (caricatura de George Cruikshank, 1814)

Picotazos de historia

El mariscal von Blücher, hombre decisivo en la derrota definitiva de Napoleón

Blücher siempre se ha mostrado como una personalidad agresiva, vital y algo original. Él mismo dijo que nada le importaba más que divertirse

Gebhard Leberecht von Blücher (1742 – 1819) fue un militar prusiano, famoso por el crucial papel que desempeñó en la definitiva derrota de Napoleón en los campos de Waterloo. Junto con Hindenburg, ha sido la única persona condecorada con la Estrella de la Gran Cruz de la Cruz de Hierro a lo largo de la historia de dicha condecoración.
Blücher siempre se ha mostrado como una personalidad agresiva, vital y algo original. Él mismo se describió en sus memorias: «En mi juventud, nada me importó excepto el divertirme; en vez de estudiar, jugué, bebí, perseguí a cuanta mujer pasó cerca mío, cacé y gaste bromas a mis amigos. Por eso, ahora no sé nada de nada».
Originario de Rostock, en el ducado de Mecklenburgo, ingresó en el ejército sueco, como oficial de caballería. Participó en varias campañas contra el ejército prusiano hasta que, en 1760, fue hecho prisionero y se le ofreció la alternativa de cambiar de bando. Algo que entonces era perfectamente aceptable y nada deshonroso.
Blücher destacó durante una acción contra una sublevación de una zona polaca, recientemente adquirida por el reino de Prusia. Para dar una lección, Blücher ordenó que se fusilara al párroco local. Fue una farsa, una simulación, pero el cura no estaba al tanto del asunto y casi no se recupera de la impresión. El informe sobre el suceso llegó a la mesa del propio Federico II de Prusia, a quien no le hizo ninguna gracia. Cuando Blücher vio que sus compañeros recibían ascensos y condecoraciones y él quedaba relegado, vertió toda su indignación por la injusticia en una carta al propio Monarca. La respuesta de Federico el Grande fue: «Capitán Blücher, puede irse al infierno». Así que no le quedó más remedio que abandonar el ejército y dedicarse a la agricultura en Silesia, hasta que murió Federico y su sucesor –Federico Guillermo II– se dignó a perdonarle y reintegrarle en su antiguo regimiento.
Si bien era algo animal, no fue un tonto o un ignorante. En absoluto. Además era muy agudo reconociendo el verdadero mérito e inteligencia y, a medida que sus responsabilidades aumentaban, se rodeó de un grupo de inteligentes oficiales, con los cuales llevó a cabo una reforma del ejército prusiano. Entre estos destacaron: Gneisenau, Scharnhost, von Grolmann, von Kleist y von Bülow. Todos ellos llevarían al ejercito prusiano a un alto grado de organización y eficiencia, después de las derrotas a manos de Napoleón.
Durante la guerra de la Cuarta Coalición (alianza entre el Reino Unido, Prusia, Rusia, Sajonia y Suecia contra el Imperio francés, de 1806 a 1807), Blücher cayó prisionero tras la doble batalla de Jena y Auerstadt. Los franceses bajaron los humos del orgulloso prusiano y Blücher no sólo jamás perdonó el maltrato y humillaciones que sufrió a manos del enemigo sino que se impuso como deber moral y sagrada misión «el capturar vivo a Napoleón y hacerle ahorcar».
En otro picotazo hablaré de la situación mental del mariscal prusiano y cómo una broma suya, mal traducida y entendida por los ingleses, dio lugar a una absurda historia que puebla las biografías de este personaje.
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