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29 de marzo de 2024

En la terraza de Sévres, Óleo sobre lienzo, 88 x 115 cm Ginebra, Asociation des Amis du Petit Palais

En la terraza de Sévres (1880), por Marie de Bracquemond

Picotazos de historia

Marie de Bracquemond, la impresionista que tuvo que dejar de pintar por los celos de su marido

El éxito creciente de Marie empezó a afectar a su matrimonio, y Félix se fue volviendo cada vez más crítico con su obra

Marie de Bracquemond (1840–1916), nacida en Quiveron, quedó huérfana a muy temprana edad, al desaparecer su padre –era capitán de la marina mercante– en la mar. Su madre volvería a casarse y la nueva familia se iría trasladando en función de los destinos del padrastro, hasta recalar en París.
La niña empezó a recibir lecciones de pintura desde los 10 años y el buen aprovechamiento quedó comprobado cuando, con tan solo 17 años, exhibió su obra en el exclusivo Salón de Pintura y Escultura de París. Su estilo y potencial impresionaron al famoso pintor Jean Auguste Yngres, quien la aceptó como alumna en su taller.
Mejorando su técnica, bajo la dirección de Yngres, participó en más exposiciones, ganando reconocimiento. La Emperatriz Eugenia le encargó un cuadro que representase a Cervantes en la cárcel. Este encargo la llevó a otro: se la comisionó para hacer copias de las mejores piezas del museo del Louvre. Fue durante el tiempo que estuvo allí trabajando que conoció a un joven pintor y grabador de prometedora carrera: Félix de Bracquemond. Tras dos años de noviazgo se casaron en 1869.
Mujer con un paraguas por Marie Bracquemond

Mujer con un paraguas por Marie Bracquemond

Félix y Marie tuvieron un hijo. Marie continuó con la pintura y se inició en otras técnicas: aprendió el aguafuerte, diseño cerámica, etc. Es a finales de los setenta que sufrió una epifanía, una revelación. Félix tuvo alojado en casa, durante unas semanas, a un amigo pintor que estaba algo justo de medios: Paul Gauguin. Marie quedó maravillada con su obra. Gauguin le presentó a sus amigos impresionistas y estableció especial amistad con Monet y Degas. Para Marie se había abierto un nuevo mundo. Animada por sus nuevos amigos, probó experimentar con la incidencia de la luz sobre el color y el salir a pintar al aire libre (plenarismo).

Se sentía amenazado: su carrera estaba en alza y empezaba a consolidar una fama que presagiaba un futuro brillante

La obra de Marie se transformó y su obra pudo ser admirada en las exposiciones impresionistas de 1879–80 y 86. Pero el éxito creciente de Marie empezó a afectar a su matrimonio. Félix se fue volviendo cada vez más crítico con la obra de Marie. Cuando tenían invitados se mostraba renuente a enseñarla y sus comentarios eran cada vez más despectivos al respecto. No aprobaba las nuevas amistades de su esposa, personalmente detestaba el Impresionismo y las nuevas corrientes pictóricas, pero, por encima de todo, admiraba la obra de su esposa y la envidiaba por ello. También se sentía amenazado: su carrera estaba en alza y empezaba a consolidar una fama que presagiaba un futuro brillante. El éxito de su esposa le hacía sentir que podía eclipsar o poner en peligro su éxito.
El arte, la pintura, pasó a ser un motivo de discusión y de disputa, y estas cada vez fueron más frecuentes, más fuertes y más amargas. Marie, buscando la conciliación, fue cediendo poco a poco: primero en el trato con sus amigos, luego el pintar al aire libre excepto en el jardín de su casa. Por fin, por amor a su familia, renunció a los pinceles en 1890.
Hoy se considera a Marie de Bracquemond una de las tres Grandes Damas del Impresionismo, junto a Mary Cassatt y Berthe Morisot. Lamentablemente, dejó muy poca obra. La mezquindad de espíritu de su marido se encargó de ello.
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