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19 de marzo de 2024

El general Prim en la guerra de África, obra de Francisco Sans Cabot.

El general Prim en la guerra de África, obra de Francisco Sans Cabot

Haciendo de policía: el general Prim en el Caribe

El puesto de capitán general de cualquiera de las colonias españolas era una de las más jugosas prebendas a que podía aspirar un militar de carrera: la autonomía y la autoridad de la que disfrutaban se unía a la posibilidad de obtener importantes beneficios económicos

El general Prim tuvo una larga y dilatada carrera, que libró paralelamente a la militar, y que consistió en buscar por doquier su interés y su prestigio. Para ello empleó todas sus no desdeñables dotes: valor, inteligencia, dotes de persuasión, eficacia y sobre todo una alta y egocéntrica concepción de sí mismo. Gracias a ellas se convirtió en uno de los indiscutibles protagonistas de la época en la que desarrolló su incansable actividad.
Después de combatir en la primera Guerra Carlista en el bando liberal, protagonizó la vida política en su Reus natal, por lo que fue elegido a diputado en Cortes por Tarragona en 1841 en las listas del Partido Progresista. Participó activamente en los sucesos de 1843 que acabaron con la caída del regente Espartero, al sublevar la comarca de Reus y controlar después desde Barcelona la implicación de toda Cataluña. Convertido en flamante conde de Reus su inquieto temperamento le llevó a distanciarse de las nuevas autoridades.
Prim fue un gran viajero. Conoció Europa y el Imperio Otomano, lo que le dio una perspectiva más amplia de la que era frecuente en los militares españoles. Después de varios viajes y algún juicio por conspiración, se reincorporó al ejército siendo nombrado capitán general de Puerto Rico.

En el caso de Prim parece que primaba el deseo de apartar de la Península a un personaje incomodo, pero al que convenía tener satisfecho

El puesto de capitán general de cualquiera de las colonias españolas era una de las más jugosas prebendas a que podía aspirar un militar de carrera. La autonomía y la autoridad de la que disfrutaban se unía a la posibilidad de obtener importantes beneficios económicos. Podía ser un dorado destierro para militares apartados del poder por los avatares de la política, el premio para pagar los servicios prestados a personajes exitosos o la plataforma para afirmar carreras prometedoras. En el caso de Prim parece que primaba el deseo de apartar de la Península a un personaje incomodo, pero al que convenía tener satisfecho.

La esclavitud: el gran problema de las posesiones europeas

En Puerto Rico Prim aprendió mucho, a pesar del escaso tiempo que permaneció en el puesto. Fue también aquí donde manifestó su independencia de criterio y donde comenzó a desarrollar una política personalista, que le llevaría a ocupar las más altas magistraturas de la nación y al final a la muerte.
La actitud intervencionista que caracterizó la acción de las naciones más poderosas durante el periodo se puso de manifiesto en el Caribe para atajar los graves sucesos ocurridos como consecuencia de la Revolución de 1848. La esclavitud seguía siendo el gran problema de las posesiones europeas en la zona. En las colonias francesas, donde se habían producido sucesivos procesos de liberación y reesclavización como consecuencia de las anteriores oleadas revolucionarias, el resentimiento y el odio racial eran, especialmente feroces.
Los decretos del Gobierno Provisional de la República Francesa concediendo la emancipación a los esclavos ocasionaron gravísimos sucesos en las islas de Guadalupe y Martinica. Muchos blancos aterrorizados huyeron a otras posesiones europeas, en especial a las cercanas islas españolas. Las noticias llevadas por los emigrados se transmitieron por doquier, inquietando a las poblaciones de color, ansiosas de liberarse de la opresiva situación en que vivían.
El ataque a los barcos franceses en Martinica en 1667

El ataque a los barcos franceses en Martinica en 1667

Los disturbios se extendieron por el Caribe como la pólvora, con su cortejo de incendios, saqueos y matanzas, pronto atajados en algunos casos, pero convertidos en feroces conflictos raciales en otros. En este contexto la acción del Conde de Reus se distinguió por su decisión y su crueldad. Un «código negro» publicado con la mayor rapidez atajó cualquier tentativa de revuelta castigando con penas draconianas cualquier incidente protagonizado por la población de color, fuese esta esclava o libre. Las calificaciones que nuestro general dedica a la población de origen africano en el preliminar al bando, son buena prueba de su mentalidad, común a la mayor parte de la opinión liberal de la época: «la ferocidad estúpida de la raza africana, que no sabiendo ni pudiendo apreciar la gracia que su gobierno les ha concedido, muestra su reconocimiento entregándose a los sentimientos que les son naturales; el incendio, el asesinato y la destrucción».

«Código negro»

No satisfecho con su rápida actuación decidió extenderla a territorios vecinos no sometidos a la autoridad de la corona española. Las Vírgenes, son un grupo de pequeñas islas muy próximas a Puerto Rico y hoy un paraíso turístico. Se encontraban entonces divididas entre Inglaterra y Dinamarca. Las islas Vírgenes Danesas eran un exótico residuo del pequeño imperio colonial danés, gobernadas a distancia con cierto desinterés que acabó desembocando con posterioridad en su venta a los Estados Unidos.
El fuerte danés Fort Christiansborg, en la Costa de Oro de Guinea, fue el mayor centro de esclavos que se embarcaban hacia las Indias Occidentales Danesas

El fuerte danés Fort Christiansborg, en la Costa de Oro de Guinea, fue el mayor centro de esclavos que se embarcaban hacia las Indias Occidentales Danesas

Los graves incidentes provocados por la población esclava de las islas danesas, no pudieron ser controlados por la escasa guarnición amenazando gravemente la estabilidad social. La cercanía a Puerto Rico agravaba el riesgo de que los disturbios pudieran contagiarse a esta posesión española. Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, Prim tomó la decisión de intervenir militarmente en las Antillas Danesas, enviando un par de batallones que restablecieron con rapidez y energía el orden, reforzando a las autoridades escandinavas, que se encontraban prácticamente inermes.
El resto de las potencias europeas con intereses en el Caribe no vieron con malos ojos la intervención española. Francia bastante tenía con poner orden en sus colonias, Holanda carecía de fuerzas y el Gobierno liberal de Inglaterra no podía intervenir a favor de los propietarios de esclavos.
En España las acciones de Prim despertaron un aluvión de críticas. Sobre todo la publicación del «código negro» pareció una extralimitación del flamante capitán general, por lo que fue sustituido al cabo de poco tiempo. Permaneció su prestigio de hombre enérgico y resolutivo, capaz de tomar decisiones con autonomía. Pero quizás lo más significativo fue que el general aprendió la importancia de la prudencia, virtud de la que iba a hacer gala en su siguiente aparición pública de envergadura internacional, cuando encabezó la expedición española a Méjico negándose a emprender acciones militares de envergadura que favoreciesen la intención de Napoleón III de convertir al país Azteca en un satélite de sus objetivos imperialistas.
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