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26 de abril de 2024

Retrato de George Dawe , 1828

Retrato de George Dawe, 1828

Picotazos de historia

El extraño incidente del duque de Cumberland en el Palacio de Saint James

Cumberland se dio cuenta de que algo grave estaba pasando cuando, en medio de la penumbra, llegó a vislumbrar una carta que había dejado sobre la mesilla de noche, ahora cubierta de sangre fresca

Un misterioso suceso le acaeció a Ernesto Augusto (1771 – 1851), duque de Cumberland y quinto hijo varón del Rey Jorge III de la Gran Bretaña, en sus aposentos en el palacio de Saint James de Londres. En la madrugada del 31 de mayo de 1810, Ernesto de Cumberland, que a la sazón tenía 38 años de edad, tuvo un brusco despertar. Pero no adelantemos noticia y procedamos a la relación que del incidente nos relata el propio The Times.
El miércoles 30 de mayo el duque cenó en Greenwich volviendo a Londres, en su carruaje, a las ocho de la tarde. Tras arreglarse presenció un concierto a beneficio de la Real Sociedad de Músicos, para regresar al palacio de Saint James pasadas las doce y media. Se retiró a sus aposentos y se acostó.
El Palacio de St. James, a la izquierda, y The Mall en 1715

El Palacio de St. James, a la izquierda, y The Mall en 1715

Algo antes de las tres de la madrugada, el duque fue despertado al sentir dos secos golpes en su cabeza. Atontado por el súbito despertar, se incorporó para recibir otros dos golpes a los que acompañaba un sonido silbante. Cumberland se dio cuenta de que algo grave estaba pasando cuando, en medio de la penumbra, llegó a vislumbrar una carta que había dejado sobre la mesilla de noche, ahora cubierta de sangre fresca.

Descubrió en el suelo una espada manchada de sangre y unas zapatillas junto al lecho

Saltó de la cama y se lanzó hacía la habitación de su ayuda de cámara –de apellido Neale–, por el rabillo del ojo pudo ver que la otra puerta a su dormitorio estaba abierta, cuando él la había cerrado con llave antes de acostarse. «Neale, Neale. Me están matando», gritó al tiempo que sentía un agudo dolor en su nalga derecha.
Neale saltó de la cama, empuñó un atizador y se arrojó presto a defender a su amo. No encontró a nadie en el dormitorio. Encendió una luz para descubrir en el suelo una espada manchada de sangre y unas zapatillas junto al lecho, que posteriormente identificarían como pertenecientes a Josef Sellis, otro ayuda de cámara del duque. La puerta del dormitorio estaba abierta y junto a ella, en el suelo, se hallaron una linterna con los cristales tintados para oscurecerla y la llave de la puerta. El arma del suelo resultó ser una espada reglamentaria perteneciente al propio duque, quien, días antes, se la había entregado al dicho Josef Sellis para su afilado.

Se insinuó que el duque se había aprovechado de la esposa de su ayuda de cámara y que este explotó por celos, pero jamás se pudo aportar prueba o testimonio alguno

Mientras los médicos de palacio se ponían a trabajar con el desdichado Ernesto Augusto, que además de un buen tajo en el trasero tenía graves heridas en la cabeza que atravesaban el cráneo, el resto del personal fue en busca de Sellis. Su habitación estaba cerrada con llave. Se rompió la puerta y, sobre su humilde lecho, encontraron el cadáver de Sellis empapado en su propia sangre: se había degollado con una navaja de afeitar.
Nunca se supo el motivo de tan feroz ataque. Cumberland siempre declaró que no tenía queja alguna contra Sellis. Se insinuó que el duque se había aprovechado de la esposa de su ayuda de cámara y que este explotó por celos, pero jamás se pudo aportar prueba o testimonio alguno. Pero lo más intrigante de este misterio era la mortal herida que el criado se había infligido: un profundo tajo que se iniciaba bajo la oreja izquierda hasta más de la mitad del cuello. Un corte bastante lógico, excepto por el pequeño detalle de que el difunto Sellis era zurdo.
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