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19 de abril de 2024

Monedas de las islas de Yap

Monedas de las islas de Yap

Las extrañas monedas de Yap: piedras como dinero

Hoy podemos encontrar unas seis mil monedas de piedra repartidas por las islas de Yap, todas ellas documentadas y protegidas por la ley de patrimonio

Las islas Yap, son un grupo localizado en el archipiélago de las Carolinas, en el océano Pacífico. La primera mención que tenemos sobre ellas es en septiembre de 1528, cuando fueron avistadas por la expedición de Álvaro de Saavedra. En enero de 1543 fueron cartografiadas por Ruy López de Villalobos, quedando oficialmente incorporadas como parte de la Capitanía General de las Filipinas. En 1899 fueron vendidas, junto con los últimos retazos del imperio ultramarino en el Pacífico, al Imperio alemán. Durante la Primera Guerra Mundial los japoneses capturaron las islas y se las quedaron hasta su derrota de 1945. Hoy el grupo de islas de Yap es uno de los estados que integran los Estados Federados de Micronesia. Pero lo verdaderamente notable en relación con Yap y del pueblo que lo habita es su relación con la economía.

Piedras como monedas

Hará unos dos mil años, la población de Yap se encontró con el problema de la carencia de un elemento de valor intrínseco, aceptado por todos, como base del intercambio de bienes y productos. Vamos que no tenían moneda. El trueque ya no les servía. Normalmente, las diferentes culturas, echan mano de materiales escasos que tienen valor por si mismos: oro, plata, cobre, bronce, etc. Pero en Yap no había metales. Había conchas en abundancia, así como cristal de roca para hacer cuentas de vidrio, plumas de aves y colmillos y garras de animales, pero no metal alguno. La solución la encontraron a más de cuatrocientos kilómetros de distancia.

En 1899, las islas fueron vendidas, junto con los últimos retazos del imperio ultramarino en el Pacífico, al Imperio alemán

El archipiélago de las Palaos está situado a unos cuatrocientos cincuenta kilómetros al suroeste de Yap. Es un conjunto de unas cuatrocientas islas que formaron parte del lote de girones de las posesiones españolas en el Pacífico adquiridas por el imperio alemán. En este conjunto de islas, una expedición de habitantes de Yap, encontró unas canteras de roca brillante y desconocida en su isla de origen. Decidieron que esa roca caliza sería su moneda. Le dieron la forma de la luna llena y, para facilitar su transporte, le hicieron un agujero en el centro. Estas monedas circulares de piedra tenían diferentes tamaños. El tamaño indicaba la dificultad y esfuerzo necesario para el traslado de la moneda a Yap, lo que marcaba su valor entre la comunidad. Las más pequeñas las podías llevar, atravesadas en un palo, en la mano. Las mayores pesan más de ocho toneladas.
El tamaño indicaba la dificultad y esfuerzo necesario para el traslado de la moneda a Yap

El tamaño indicaba la dificultad y esfuerzo necesario para el traslado de la moneda a Yap

Inicialmente las piedras se compraban a los aborígenes de Palaos con cuentas de cristal o copra (fruto del coco desecado). Luego se extraía, se tallaba y se trasladaba. Las piedras mayores suponían un mayor esfuerzo y riesgo de perderle. Incluso podía costar vidas, lo que daba un mayor valor a la moneda.

El traslado de las monedas a las islas

Una vez en Yap, la moneda era transportada al lugar designado por su dueño y allí se quedaba. Las monedas podían ser heredadas, enajenadas, incluso alquiladas. Nunca se perdía la propiedad. Comprabas la moneda, situada en el quinto infierno dentro de Yap, y tenías derecho a verla siempre que te apeteciera. Sentarte en ella. Almorzar. Era tuya y toda la sociedad era consciente de ello, pues se llevaba una contabilidad de cada una: peso, lugar, valor, vidas que costó o hechos relacionados con ella, propietarios, etc. Todo en tradición oral. Pudiera ocurrir –y ha pasado bastante a menudo– que un terremoto o un tifón o la suma de ambos, destruyera la piedra o la desplazara hasta el fondo de una laguna. No hay problema: la piedra desaparecida sigue manteniéndose en la contabilidad pero se ha perdido; la que ha ido al fondo de la laguna se puede observar a simple vista –las aguas de las lagunas en las islas son completamente transparentes– por lo que se mantiene la propiedad, a pesar del involuntario traslado.
En el siglo XIX un marino irlandés, David Deen O´keefe, naufragó en la zona y vio la posibilidad de hacer negocio, tallando las piedras con herramientas modernas y trasladándolas a Yap para su venta.
Hoy podemos encontrar unas seis mil monedas de piedra repartidas por las islas de Yap, todas ellas documentadas y protegidas por la ley de patrimonio, pues son la más importante seña de identidad de sus habitantes.
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