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20 de abril de 2024

El 'Jervis Bay' en Dakar, 1940

El 'Jervis Bay' en Dakar, 1940

Picotazos de la historia

El destino del transatlántico Jervis Bay

Su sacrificio, por parte del capitán y la tripulación, logró defender el convoy comercial que protegía y por el que conseguirá un reconocido valor de parte de los suyos y sus enemigos

El Jarvis Bay fue un transatlántico botado en 1922 con un desplazamiento de más de 14.000 toneladas, 167 metros de eslora, 21 de manga y con una velocidad de 15 nudos. Fue construido para la Commonwealth Line, compañía que operaba con el trafico de pasajeros entre el Reino Unido y Australia. El barco fue bautizado con el nombre de una bahía australiana. En 1928 la compañía fue adquirida por la poderosa White Star Line (que fue propietaria del famoso Titanic) sufriendo modificaciones en las cabinas del pasaje.
En 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el transatlántico fue requisado por la Royal Navy, enarbolando su pabellón de guerra y pasando a ser el HMS Jervis Bay: un crucero mercante armado con funciones de crucero auxiliar. Para el desempeño de su misión se instalaron siete viejos cañones del calibre 152 mm y dos de 76,2 mm. Todos de antes del siglo XX. Inmediatamente entró en servicio, teniendo una breve pero distinguida carrera en la Armada británica. Ahora me gustaría hablarles de su último día de servicio.

Sólo ante el peligro

El convoy HX84 estaba compuesto por 38 barcos mercantes. Habían tenido la escolta de dos destructores canadienses de la clase Town, pero estos habían regresado a la base de partida de Halifax (Canadá), quedando como única protección del convoy nuestro conocido el HMS Jervis Bay, bajo el mando del capitán de navío Edward Stephen Fogarty Fegen. El convoy navegaba con destino a la ciudad inglesa de Liverpool.
El día 5 de noviembre de 1940, a las cuatro de la tarde, fue avistado por el convoy un mástil en lontananza. A las cinco menos cuarto, cerca ya el ocaso del día, el capitán Fegen identificó, acertadamente, el navío como un incursor enemigo por lo que dio la orden de «a toda maquina», poniendo rumbo en dirección al navío de guerra alemán.
El capitán Fegen sabía que era un combate sin esperanza y con un solo resultado posible. Su nave carecía de blindaje, era más lenta, su tripulación la componían marineros mercantes movilizados o sacados de la reserva y su armamento era muy inferior al del enemigo. Este era el crucero pesado –un «acorazado de bolsillo» como les llamaban– Almirante Scheer, comandado por el capitán de navío Theodor Krancke. Las ordenes de Fegen eran las de proteger al convoy y su ataque suicida era un intento de ganar tiempo para permitir al convoy dispersarse y que sus barcos encontraran amparo en la noche que avanzaba.
Las dos primeras salvas del Almirante Scheer horquillaron al antiguo transatlántico, la tercera lo alcanzó en la amura de babor convirtiéndola en un infierno de hierros retorcidos, llamas y cuerpos destrozados. El puente fue alcanzado perdiéndose la dirección de disparo y la radio. Fegen resultó herido. La sangre que brotaba de su destrozado brazo izquierdo tiñó de rojo los dorados galones de la bocamanga de su guerrera, pero en ningún momento abandonó el mando. Mantuvo el rumbo y animó a su tripulación a mantener el fuego de sus ineficaces piezas de artillería.

Un acto heróico

Tras casi cuarenta minutos de desigual combate, el primer oficial –George Roe– al mando de la nave tras la muerte de su capitán, dio la orden de abandonar la llameante ruina en que se había convertido la que fue orgullo de la Commonwealth Line. De la tripulación, compuesta por 266 oficiales y marineros, tan solo 68 se salvarían.
Esa noche el Almirante Scheer hundió cinco mercantes, además del crucero auxiliar Jervis Bay. Unos resultados muy magros gracias al sacrificio de Fegen y de su tripulación. Krancke, aunque furioso consigo mismo por el tiempo desperdiciado, dejó anotado en el libro de bitácora su admiración y respeto por el capitán y la tripulación del crucero auxiliar cuyo sacrificio le había arrebatado la golosa presa.
Fegen recibió póstumamente la Cruz Victoria, la máxima condecoración al valor que concede el Reino Unido.
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