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16 de junio de 2024

Boudica, reina de los icenos

Boudica, reina de los icenosScala / Firenze

Boudica, la Reina guerrera de los icenos y su rebelión contra Roma

Lo que sabemos acerca de ella, con frecuencia, se ve tergiversado por la imagen transmitida con posterioridad, y poco tiene que ver con los hechos históricos

Boudica, la Reina guerrera de Britania, ha pasado a la cosmovisión popular como sinónimo de rebeldía, fortaleza femenina e insumisión. Sin embargo, y sin desmerecer estos aspectos, lo que sabemos acerca de ella, con frecuencia, se ve tergiversado por la imagen transmitida con posterioridad, y poco tiene que ver con los hechos históricos. Ciertamente, el hecho de que una mujer bárbara del siglo I d.C. pudiera acaudillar a varias tribus además de la suya y protagonizar el mayor levantamiento de la historia de Britania contra la ocupación romana, no es cosa menor, y por ello, tanto las publicaciones académicas como los retratos novelescos y audiovisuales se han hecho eco de su figura con suma fascinación.

Bien conocida es la estatua de Boudica en bronce que Thomas Thornycroft levantó en 1902 ante el Parlamento británico. Además de servir a un uso nacionalista del pasado, es también visto como un símbolo de los oprimidos, los colonizados y deshumanizados. Se ha convertido en la encarnación femenina de la insurgencia y la libertad. Ella es la otra, la bárbara, el individuo que se niega a someterse sin importar las consecuencias.

Boudica y sus hijas de Thomas Thornycroft

Boudica y sus hijas de Thomas ThornycroftPicasa / Wikimedia Commons

Pero tras esta imagen casi tópica, ¿quién es la mujer que hay? Contamos con poquísimas fuentes para responder a esta pregunta. No existen escritos de los propios britanos, lo cual resulta problemático, pero sí contamos con dos testimonios del lado de los vencedores: los autores clásicos Tácito y Dión Casio, aunque los relatos de ambos son bastante posteriores a los hechos. Solo Casio, proporciona una descripción física de la Reina icena, y su retrato es un estereotipo de la mujer salvaje céltica.

Dice, condescendientemente, que «poseía más inteligencia de lo que suele ser habitual para las mujeres», y que «era muy grande en estatura, aterradora en cuanto a su apariencia, de mirada feroz y voz áspera». Continúa diciendo que «su cabello, una gran masa cobriza, llegaba hasta sus caderas; su cuello ceñido por un gran torques dorado, y vestía una túnica de diversos colores sobre la cual portaba un grueso manto sujeto por una fíbula». Finaliza el retrato indicando que se dirigió a su audiencia sujetando una lanza para ayudarse a aterrorizarles, y que «este era su invariable atuendo». (Ep. 62. 2. 3-4).

Concebir a los celtas como una poderosa raza de gigantes era una manera de justificar por qué las civilizaciones mediterráneas tardaron tantos siglos en dominarlos

Los no griegos o no romanos eran invariablemente clasificados dentro de grupos que compartían una serie de características. Boudica no podía más que ser alta y fuerte, como, según los clásicos, eran todos los pueblos célticos, y como su complexión, también era grande su apetito por la violencia. De hecho, ese apunte de que su voz era áspera seguramente haga referencia al desagrado que griegos y romanos sentían hacia los idiomas bárbaros. La descripción de su pelo y sus ropas alude a la idea grecorromana de desaliño y falta de decoro. Como se puede ver en el Himno a Delos de Calímaco, los celtas eran considerados los nuevos Titanes. Concebirlos como una poderosa raza de gigantes era una manera de explicar o justificar por qué las civilizaciones mediterráneas tardaron tantos siglos en dominarlos.

Los icenos contra los romanos

A pesar de algunas tentativas en época de César, no sería hasta el año 43 d.C., con Claudio en el trono, cuando Roma se decidiese a llevar a cabo una conquista activa de Britania, aprovechando una oportunidad de intervención en una disputa entre tribus, sin duda interpretada por los romanos como un síntoma de debilidad política. El Emperador envió un ejército de cuatro legiones, junto con tropas auxiliares, y no tardaron en hacerse con el control del sudeste británico.

Las tribus que colaboraban eran premiadas con el reconocimiento de independencia bajo un estatus clientelar. Fue bajo este modelo diplomático que los romanos sometieron a Antedios, el líder de los icenos por aquel entonces, asegurando de este modo las relaciones de paz entre la tribu y la fuerza invasora.

Los romanos empezaron a encontrar resistencias con los pueblos asentados fuera de las áreas en las que se habían establecido alianzas

Sin embargo, en el año 47, este sistema, que había sido tan exitoso con el sur y el este de la isla, comenzó a fallar. Los romanos empezaron a encontrar resistencias con los pueblos asentados fuera de las áreas en las que se habían establecido alianzas. Esto provocó el levantamiento de los icenos y otras tribus, que fue sin embargo rápidamente sometido. Tras la derrota, Antedios fue sustituido por un Rey que los romanos consideraban más fiable: Prasutagus, el marido de Boudica. Este, tras una existencia longeva y un gobierno de alianza estable con los romanos, había fallecido por causas naturales.

En su testamento, nombraba coherederos de sus bienes y reino a sus dos hijas y al Emperador Nerón. Era una práctica relativamente extendida para evitar los derramamientos de sangre. Prasutagus sabía que no iba a poder garantizar la independencia de los icenos indefinidamente, y al mismo tiempo, era consciente de que tras su muerte también podían cambiar las tornas, y las hasta ahora pacíficas relaciones no iban a durar eternamente. Por tanto, pensando en el futuro, creyó que esta solución mantendría las relaciones de respeto y mutuo reconocimiento. Por desgracia, no podía estar más equivocado: Nerón no estaba dispuesto a compartir su lote con las dos princesas icenas. Su reino entero fue saqueado. Su esposa, Boudica, fue azotada, y sus dos hijas fueron violadas, mientras que los familiares del Rey fueron esclavizados.

El panorama era desolador. La ira provocada por estos acontecimientos es con frecuencia citada como la principal causa del levantamiento de los icenos y sus aliados. Sin embargo, aunque tal vez por sí sola habría bastado, fue más bien la gota que colmó el vaso de la paciencia de los britanos, cansados tras décadas de humillaciones. Pero fue el llamamiento a la rebelión de Boudica lo que aglutinó a unos contingentes heterogéneos y enfurecidos.

Londinium. Dicha ciudad fue atacada y saqueada por las fuerzas rebeldes al mando de Boudica

Londinium. Dicha ciudad fue atacada y saqueada por las fuerzas rebeldes al mando de BoudicaWikimedia Commons

Los rebeldes, encabezados por la Reina viuda, se determinaron a llevar a cabo una destrucción sistemática de núcleos urbanos britano-romanos. Comenzaron por atacar Camulodunum. La colonia fue completamente arrasada y hubo miles de muertes. El gobernador romano, Paulino, partió de inmediato a la ya atacada Londinium, tan solo para abandonarla al poco de llegar al ver la magnitud del desastre acontecido, comenzando a ser consciente del tamaño de las fuerzas comandadas por Boudica. Se dispuso a reunirse con su ejército, que ya se encontraba en marcha, deteniéndose brevemente en Verulamium, que tampoco pudo ser salvada: cuando llegó, esta ciudad también había sido arrasada.

La venganza de la Reina guerrera

¿Por qué Boudica eligió atacar estos núcleos y no otros? Pues en primer lugar por motivos simbólicos, aunque también prácticos, pues estos no eran centros originariamente britanos que hubiesen sido romanizados, sino que se trataba de núcleos urbanos establecidos directamente por los romanos. La destrucción de todos estos centros urbanos fue absoluta e implacable, constatable en el registro arqueológico. Boudica, en efecto, recibió una inmensa recompensa por la humillación sufrida por sus hijas y por sí misma.

Viendo que no podía adelantarse a los impredecibles britanos, y menos aún a sus ataques en forma de guerrilla, Paulino se decidió a enfrentarse a ellos en una batalla campal. Para ello, eligió una localización que contrarrestase y anulase sus tácticas de guerrilla y no potenciase la efectividad de su superioridad numérica. Se situó en un lugar único: una garganta tan solo accesible a través de un paso muy estrecho, con un bosque detrás y una llanura sin obstáculos al frente.

Boadicea arengando a los britanos, por John Opies, 1793

Boadicea arengando a los britanos, por John Opies, 1793

Esta localización aseguraba dos cosas: la imposibilidad de que los britanos les sorprendiesen con una emboscada, y, además, que solo hubiera un campo de batalla posible, en el que pudiesen cercar a sus enemigos. Ordenó a sus legionarios apretarse en filas, flanqueadas por tropas ligeras, con la caballería a ambos lados. La cuidadosa y milimétricamente planificada organización de efectivos estaba pensada para explotar al máximo los limitadísimos recursos humanos con los que contaba, en contraste con las multitudinarias fuerzas amasadas por Boudica. Los britanos, sin embargo, llevaban un ataque mucho menos planeado, y esto, junto con la confianza excesiva fruto de las anteriores victorias, no haría, sino alimentar sus posibilidades de derrota.

Boudica se ha convertido en la encarnación femenina de la insurgencia y la libertad

Antes de la batalla Boudica arengó a sus tropas montada en un carro, con sus hijas delante de ella, y proclamó que, aunque era habitual entre los britanos ser conducidos a la guerra por mujeres, «ahora no es como mujer descendiente de una noble ascendencia, sino como una más del pueblo, que estoy vengando a mi libertad robada, mi cuerpo flagelado, la pureza arrebatada a mis hijas. La lujuria romana ha llegado tan lejos que ya ni nuestros propios cuerpos, ni la edad, ni la virginidad respetan. Pero los cielos están del lado de una venganza justa. […] Esta es la resolución de una mujer, los hombres, si queréis, podéis elegir vivir y dejaros esclavizar» (Ann. 14. 35.1-5).

No deja de ser curioso que Tácito se atreva a contarnos así la historia. Los romanos se jactaban de librar guerras por motivos supuestamente justos, y sin embargo aquí se muestra a la que a sus ojos es una bárbara liderando al bando que ostenta grandes principios morales. La elevada posición de Boudica dentro de la sociedad icena y su estatus ocupan un lugar destacado en el discurso.

El hecho de ser flagelada marca el cuerpo de Boudica con el estigma de la esclavitud, con el signo cultural de servidumbre, y como contraparte, también sirve para exacerbar la virilidad de sus agresores romanos. La agresión sexual sufrida por sus hijas es el signo más absoluto de sometimiento impuesto por el invasor. Precisamente porque esta humillación fue tan pública, no menos pública debía ser la venganza. Sin embargo, y a pesar del esfuerzo invertido en la exhortación y en el combate, los britanos no tuvieron suerte. Las fuerzas comandadas por Paulino los masacraron; no hubo escapatoria posible. Una vez hubieron introducido en la garganta sus carros de combate, era imposible retroceder.

Tácito indica el suicidio de la Reina tras la derrota, mientras que Casio dice que murió por una enfermedad. Una interpretación posible es que la líder icena muriese como consecuencia de una herida de guerra. Sin embargo, el suicidio no sería descartable, totalmente consciente del destino que la aguardaba si caía en manos del enemigo. La muerte de Boudica marca de manera simbólica la muerte de la rebelión.

Boudica se ha convertido en una de las figuras históricas más icónicas para la historia británica

Sin embargo, y a pesar del aparente fracaso, Boudica se ha convertido en una de las figuras históricas más icónicas para la historia británica. Hoy en día, ha sido utilizada no solo como icono nacionalista, sino, además, para la reivindicación del poder femenino. Se la ha pintado, esculpido, ha aparecido en películas y en novelas. Con el «celtic revival» del siglo XX, Boudica también ha venido a representar la idea romántica de la mujer celta, como druida y matriarca, y muchos otros roles anacrónicos e inventados.

Su recuerdo desapareció de la historia escrita: la última referencia a su persona en la Antigüedad viene de mano de Gildas (s. VI). Tras algunas menciones de pasada en los siglos posteriores, Boudica no volvería a interesar hasta época victoriana. Fue en pleno romanticismo cuando su figura comenzó de nuevo a cautivar y a fascinar.

En torno a ella se han forjado decenas de creencias populares, leyendas urbanas, usos y abusos que al final nos remiten a lo mismo: el grandísimo impacto histórico de una mujer que protagonizó una lucha lo bastante grande y que impresionó tanto a sus enemigos y sus contemporáneos como para seguir viva, a modo de icono, miles de años después.

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