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29 de abril de 2024

María Adelaida de Luxemburgo fue jefa de este pequeño estado entre 1912 y 1919

María Adelaida de Luxemburgo fue jefa de este pequeño estado entre 1912 y 1919

Dinastías y poder

¿Reina y monja carmelita?

A los 28 años, la gran duquesa sería acusada de haber adoptado una actitud «proalemana» y abdicó en favor de su hermana, Carlota de Nassau, para ingresar en un convento italiano

La gran duquesa María Adelaida de Luxemburgo fue jefa de este pequeño estado entre 1912 y 1919. Pero terminó sus días convertida en monja carmelita en un convento en Italia. No es el único ejemplo de un miembro de una dinastía real que abraza la fe religiosa. La reina Natalia de Serbia, tras una vida tormentosa, también lo hizo. Dentro de la iglesia ortodoxa, nos encontramos a la gran duquesa rusa Isabel de Hesse, brutalmente asesinada durante la Revolución Bolchevique, o a la fascinante princesa Alicia de Battemberg, madre del duque de Edimburgo, cuyos restos descansan en la iglesia de Santa María Magdalena de Jerusalén.
Las cuatro son muestras de mujeres que pasaron de ejercer su poder en la corte, la sociedad y la moda, a inclinarse por una vida alejada del lujo en el que habían vivido siempre. El caso de María Adelaida de Nassau es, a día de hoy, prácticamente desconocido. La periodista almeriense Carmen de Burgos, la célebre Colombine, la definía como «de fisionomía graciosa y expresiva, con dominadora dureza en el rictus de los labios, mientras una mirada reflexiva y triste baña sus dulces ojos claros» (Heraldo de Madrid, 24 abril 1912).
Postal con una jovencísima María Adelaida de Nassau

Postal con una jovencísima María Adelaida de Nassau

María Adelaida fue siempre una mujer piadosa y profundamente conservadora. Nació en 1894 en el castillo de Berg y era la primogénita del gran duque Guillermo IV de Luxemburgo y la princesa portuguesa María Ana. Según habían convenido sus padres, sería educada –al igual que sus cuatro hermanas– en la fe católica, religión mayoritaria entre la población de este diminuto estado europeo pero que, hasta la fecha y desde su independencia de Holanda en 1890, había mantenido el protestantismo.
Creció en un ambiente conservador que se resentía del nacimiento de un heredero varón: en el Gran Ducado de Luxemburgo, la existencia de una Ley Sálica excluía a la mujer de los derechos sucesorios, por lo que, ante el nacimiento continuado de niñas, su padre solicitó a la Cámara de Diputados una disposición que posibilitase el acceso femenino al trono. De este modo, en 1907 y en un momento en el que la enfermedad progresiva del soberano comenzaba a hacerse evidente, la joven María Adelaida era proclamada heredera. Desde entonces, comenzó un periodo de formación acorde con su futuro rango y se empezaron a barajar nombres de candidatos a «consortes reales» que pudiesen acompañar a la joven en sus tareas de gobierno. Nunca se casó.

Abdicación

No había cumplido aún los dieciocho años cuando en febrero de 1912 falleció su padre y fue proclamada oficialmente gran duquesa de Luxemburgo. Sin embargo, su madre, la carismática María Ana de Braganza –hija del rey Miguel I de Portugal– fue quién desempeñó una breve regencia hasta que pudo hacer efectivo su reinado, con el cumplimiento, en junio de ese año, de la edad reglamentaria para ello. Desde entonces, María Adelaida decidió participar activamente en la política, respetando el modelo parlamentario, pero dejando muestras claras de sus posicionamientos conservadores en un tiempo de máximas tensiones territoriales en Europa.
Luxemburgo tenía un estatus neutral cuando, en el verano de 1914, comenzó la Primera Guerra Mundial. ¿Qué debía hacer María Adelaida?, ¿expulsar a las tropas del Kaiser?, ¿permitirles quedarse? Optó por la segunda opción en una decisión que terminó costando caro a Luxemburgo y a la propia soberana. Una vez terminado el conflicto con la derrota de los Imperios Centrales, muchos echaron en cara la condescendencia que la gran duquesa había mantenido con Guillermo I.
En el país se escuchaban voces a favor de una república igual que estaba ocurriendo en otros tronos europeos. Liberales y socialistas llegaron a declarar el estado como República, pero la aceptación de la aprobación en la Cámara de la abdicación de María Adelaida por 30 votos contra 19 salvó la Monarquía: su hermana, la majestuosa Carlota de Nassau, comenzaba su mandato mientras que la gran duquesa destronada decidía ingresar como religiosa en un convento. Carlota contraerá matrimonio en 1919 con Félix de Borbón-Parma, hermano de la emperatriz Zita, de profundas convicciones religiosas. Tres princesas de la dinastía Borbón-Parma profesaron en la Orden de Benedictinas y en la Abadía de Santa Cecilia de Solesmes, igual que había hecho su abuela.
En septiembre de 1920, María Adelaida tomaba los hábitos en la Orden de Santa Teresa en Módena, Italia. Lo hacía como sor María de los Pobres. Se entregó a la fe y a la oración. Afectada por una gripe provocada por las malas condiciones climatológicas, fallecía el 24 de enero de 1924 (ABC, 26 enero 1924). Tenía treinta años.
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