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06 de mayo de 2024

Chalrles

Carlos de Amboise, noble, mariscal y almirante de Francia

Picotazos de historia

Carlos de Amboise, el mariscal de Francia al que casi derrota una bola de nieve

Carlos de Amboise fue un poderoso noble francés, Señor de Chaumont, de Meillant y de Charenton

En 1508 el papa Julio II –el belicoso pontífice magistralmente interpretado por el actor Rex Harrison en la película de 1965 El tormento y el éxtasis– organiza la llamada Liga de Cambray con el objeto de despojar a la República de Venecia de sus posesiones en la península italiana, la «Terra Firme». Contra la república veneciana reunió al Sacro Germánico Imperio, a la corona de Aragón, al reino de Francia y al ducado de Ferrara. En 1510 las fuerzas combinadas derrotaron a los venecianos en la batalla de Agnadello y Venecia no tuvo más remedio que humillarse delante del Papa y solicitar el perdón. Julio II había recuperado las ciudades de la Romaña así que generosamente les concedió su indulgencia, levantó el interdicto que pesaba sobre la república y las excomuniones sobre sus dirigentes.
Haciendo esto no solo mostraba generosidad, también dejaba colgada a su aliada Francia, que no había conseguido la parte del botín que le fue prometida. Una vez que Julio II había recuperado el control sobre la Romaña, su siguiente objetivo fue controlar el ducado de Ferrara. El duque Alfonso d'Este era un leal aliado de Francia pero controlaba las ricas salinas de Comaccio haciendo competencia a las salinas papales de Cervia. La sal era un elemento de uso común muy importante, no solo potenciaba el sabor de los alimentos, también los conservaba. Cuando las tropas papales atacaron Ferrara, las fuerzas del Milán francés se movilizaron.

Inteligente sin suerte

Carlos de Amboise fue un poderoso noble francés. Señor de Chaumont, de Meillant y de Charenton estaba bien relacionado y contaba con el apoyo de su tío el cardenal de Amboise. Como además era persona valida e inteligente progresó con rapidez y ese año de 1510 era gobernador de Milán además de mariscal y almirante de Francia. Pero esos últimos años de su vida, moriría pronto, muestran que la Fortuna veleidosa le había vuelto la espalda. Comandó las tropas francesas en la batalla de Agnadello y lo hizo con acierto y valor. No alcanzó el triunfo en el ataque que ordenó por un ligero desnivel del terreno que jugó a favor de los venecianos. Otros debieron rematar el camino que él había ganado trabajosamente.
A principios de octubre de 1510, como reacción al ataque sobre Ferrara, se movilizó sobre la ciudad papal de Bolonia. Avanzó con rapidez y alcanzó una gran ventaja estratégica al sorprender a Julio II. El Papa estaba en Bolonia, se encontraba enfermo, no tenía tropas suficientes para enfrentarse a los franceses y, para empeorarlo todo, la población estaba muy descontenta con el Papa debido a que el gobernador que había nombrado había cometido todo tipo de abusos. Estaban al borde de la sublevación y la proximidad de los franceses, apenas a cinco kilómetros, les animaba a ello. Ya se estaba relamiendo el señor de Chaumont cuando, en el espacio de breves horas, llegaron tropas de Venecia –ahora aliada del Papa– y del Rey Fernando de Aragón, desde Nápoles. Con gran decepción Chaumont no tuvo más remedio que retirarse prudentemente.

Una nariz rota y una caída del caballo

Ese invierno, Chaumont, fracasó al intentar levantar el sitio que sufría la ciudad de Mirandola. Su retraso se debió a dos motivos pintorescos. El primero: era invierno y las tropas avanzaban entre la nieve. Al acampar un grupo de soldados organizó una batalla de bolas de nieve. Se acercó el mariscal de Francia con intención de participar del inocente regocijo cuando una de las bolas le dio en plena cara. La bola de nieve escondía en su interior una piedra que dejó descalabrado al comandante francés durante veinticuatro horas. El segundo motivo: tres días después del incidente y con la nariz rota del cantazo, mientras vadeaban un río, el mariscal de Francia se cayó del caballo. El peso de la armadura le arrastró con rapidez al fondo. Lo salvaron de milagro pero cuando salió del agua estaba azul como papá pitufo, mezcla de asfixia e hipotermia.
Cuando por fin llegó a Mirandola la ciudad apenas hacía una hora que se había rendido y entregado al enemigo. Un mes después el infortunio, esta vez fue un problema con los carros de transporte, le hizo fracasar frente a la ciudad de Módena. El 10 febrero cayó enfermo mientras estaba en la ciudad de Correggio. Su estado se agravó con rapidez y antes de 24 horas falleció. Todavía no se había enfriado el cadáver cuando llegó un mensajero portando la noticia de que el Papa Julio II había levantado la excomunión que pesaba sobre el desdichado señor de Chaumont. Esta nueva hubiera dado mucha alegría al infortunado y le hubiera permitido recibir la extremaunción.
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