Fundado en 1910

07 de mayo de 2024

Posible representación de Asoka. Relieve en Amravati

Posible representación de Asoka. Relieve en Amravati

Picotazos de historia

El emperador que condenó su Imperio tras convertirse al budismo

Ashoka, para quien la muerte y la destrucción no eran desconocidos, quedó profundamente perturbado por las consecuencias de la guerra que había emprendido

El Imperio maurya fue el primer gran imperio unificado del subcontinente indio, ocupando la casi totalidad de su territorio más algunas regiones de Afganistán y Paquistán. Chandragupta, el fundador de la dinastía e Imperio maurya está considerado como el primer Emperador de la India.
Fue el propio Chandragupta quien derrotó a los sucesores de Alejandro Magno en la India y a Seleuco, general de Alejandro Magno y creador de la dinastía e imperio seleucida, anexionando el Hindukush (macizo montañoso entre Afganistán y Paquistán), el Punjab y partes de Afganistán. El nieto de Chandragupta, y tercer gobernante de la dinastía Maurya, fue Ashoka.
Ashoka (304-232 a. C.), conocido como el Grande, fue hijo del Emperador Bindusara. Su madre, de filiación y nombre discutido, se cree que pertenecía a la casta de los brahamanes, la más elevada de las cuatro castas en las que estaba dividida la población de la India.
Las leyendas y documentos nos presentan a Ashoka como un joven poco agraciado, en comparación con sus hermanos, pero inteligente y capaz que contaba con la confianza de su padre, quien le confió importantes responsabilidades. Ashoka ascendió al trono en torno al año 269 a. C. No fue una sucesión fácil. No tenemos certeza de si Ashoka tuvo hermanos mayores ni cuantos fueron, pero sí se sabe que su ascenso al trono fue disputada y que para afirmar su derecho tuvo que exterminar a la mayor parte de su familia (algunos textos afirman que escabechinó a 99 hermanos).
Ruinas de una sala con pilares en el yacimiento de Kumrahar en Pataliputra

Ruinas de una sala con pilares en el yacimiento de Kumrahar en Pataliputra

Una vez asegurada la capital, la hermosa ciudad de Pataliputra, actualmente bajo la moderna ciudad de Patna, no tuvo problemas en dominar el resto de su reino. Una vez asegurado su gobierno, Ashoka declaró la guerra al último gran estado que quedaba en la India: el Imperio de kalinga de la dinastía Nanda.
El historiador griego Megástenes nos habla del poderoso ejercito de este imperio que controlaba el actual estado indio de Odisha y los territorios aledaños, y que suponía una continua amenaza a la capital del Imperio maurya. Según uno de los pilares de Ashoka, donde se inscribían los edictos del soberano: «el amado de los dioses conquistó a los kalingas ocho años después de su coronación».
La guerra llevó la destrucción y la muerte al rico estado de Odisha. Más de cien mil muertos (un porcentaje muy elevado de su población) y más de ciento cincuenta mil desterrados fue la factura total que pagaron los kalingas. Un espectáculo dantesco.

Conversión al budismo

Ashoka, para quien la muerte y la destrucción no eran desconocidos, quedó profundamente perturbado por las consecuencias de la guerra que había emprendido. Tanto que se convirtió al budismo y se comprometió a dedicar el resto de su vida a la Ahimsa ( principio de la no violencia). «El amado de los dioses sintió remordimientos por la conquista de Kalinga», se puede leer en uno de los edictos que mando inscribir sobre uno de los pilares que nos ha llegado.
Desde ese momento Ashoka dedicó su vida a la propagación del Dharma, un termino que se refiere a las enseñanzas de Gautama Buda. Por su parte Ashoka entendía el Dharma como una visión moral donde se actuaba más activamente en el bienestar social, la tolerancia religiosa, el respeto a la naturaleza y el entorno, la observancia de los preceptos éticos comunes a todos los pueblos y la renuncia a la guerra.
Estas ideas, con énfasis en el último punto, han hecho que en las últimas décadas la figura de Ashoka sea vista como un estandarte, un adelantado de una visión pacifica y pacifista. La realidad es que el Imperio de Ashoka duró lo que su vida. Mientras vivió todavía mantenía el prestigio de sus victorias previas y el gran avance cultural, técnico y artístico que desarrolló su reino. Con su muerte, su mensaje y alineación con el Ahimsa, su renuncia a la guerra, condenó al imperio que tanto él como sus predecesores lucharon por construir.
Comentarios
tracking