Agentes del condado de Orange, California, vertiendo alcohol ilegal, 1932
Así fue la Ley Seca, una década de gánsteres, túneles y contrabando en Estados Unidos
Desde Los Ángeles a Nueva York, se construyeron túneles secretos que utilizaron los contrabandistas y las mafias para distribuir las bebidas alcohólicas
Los túneles secretos como el que se descubrió en una sinagoga en Nueva York han servido a lo largo de la historia para diversos fines. En las catacumbas de Roma permitieron a los cristianos seguir con su fe en plenas persecuciones religiosas, los pasadizos de los castillos medievales y renacentistas conectaban alcobas, en las guerras mundiales sirvieron de refugio antiaéreo, y durante la Guerra Fría salvaron la vida a muchos alemanes del este y sirvieron también como espacios de espionaje.
Pero también los utilizaron criminales para fugarse de prisión o trasportar mercancías de forma segura y clandestina, como sucedió con las bebidas alcohólicas en los Estados Unidos de los años 20.
Retirada de licor durante la Ley Seca
En enero de 1912 entró en vigor la XVIII enmienda a la constitución americana, que el Congreso había aprobado un año antes. Es lo que se conoce popularmente como Ley Seca (Prohibition, en inglés), una modificación constitucional que prohibió fabricar, trasportar, vender o importar bebidas alcohólicas en todo el territorio de los Estados Unidos. Esta medida radical que pretendía acabar con el alcoholismo consiguió justo el efecto contrario.
En los 13 años que duró la ley, el consumo diario de alcohol aumentó entre la población
En los 13 años que duró la ley, el consumo diario de alcohol aumentó entre la población, aparecieron unos 100.000 bares clandestinos conocidos como speakeasies en el Este y como blind pigs o blind tigers, en el Oeste, muchos norteamericanos sufrieron intoxicaciones por culpa de licores caseros que eran peligrosos para la salud, y aparecieron las bandas criminales. Estos grupos serían conocidos poco después como gánsteres, siendo Al Capone el más poderoso y famoso de todos ellos.
El gobierno federal tuvo serías dificultades para hacer frente al aumento de la criminalidad, no contaba con efectivos suficientes y muchos estaban comprados por las mafias. Aunque algunos no se dejaron corromper y se enfrentaron a los gánsteres como hicieron los famosos agentes federales «intocables» de Eliot Ness en Chicago, una historia que inmortalizó Brian De Palma en la pantalla grande.
Desde el mar a los bares clandestinos
En Estados Unidos se crearon fábricas secretas de alcohol que controlaban las mafias, pero la mayoría de los licores entraban en Estados Unidos en camionetas que cruzaban la frontera con Canadá, donde se producía un whiskey barato, y en la parte fronteriza de México se fabricaba en secreto tequila y mezcal que enviaban a Estados Unidos por túneles y camionetas.
El contrabando también se hizo por mar, enviaban ron desde las islas del Caribe, Jamaica, Barbados o Cuba. Al principio no fue un trabajo difícil y ofrecía grandes beneficios económicos para los que se dedicaban a ese negocio ilícito, porque las autoridades norteamericanas no daban abasto. El destino de toda esa mercancía eran las grandes ciudades como Nueva York, donde llegaron a existir unos 30.000 bares clandestinos.
Agentes del gobierno vacían grandes botellas de ron en el río Elizabeth en Norfolk, Virgina, en 1922, en pleno imperio de la Ley Seca en EE.UU.
El «noble experimento», como apodaron a la ley, no había dado los resultados esperados. Es más, el gobierno federal había dejado de ingresar 500 millones procedentes de impuestos directos e indirectos a la industria de cerveza, vino y «licores embriagantes».
Este desastre sumado al poder de las mafias y el debacle económico del crack de 1929, despertó opiniones contrarias a la ley en las elecciones presidenciales de 1932, el candidato Franklin Delano Roosevelt defendió «la modificación inmediata de la Ley Volstead, con el fin de legalizar la fabricación y venta de cerveza y otras bebidas de contenido alcohólico que permite la Constitución; y proporcionar a través de dicha fabricación y venta, mediante impuestos sustanciales, un ingreso adecuado y muy necesario para el Gobierno. Considero que la acción es en este momento de la más alta importancia».
A finales de aquel año, el Congreso de los Estados Unidos anuló la enmienda XVIII, lo que permitió la legalización de las bebidas alcohólicas después de 13 años, lo que supuso nuevos e importantes ingresos para las arcas federales, que debían enfrentar la Gran Depresión que puso fin a los felices años veinte.