Picotazos de historia
El aristócrata inglés que salió a cazar conejos y provocó un desastre ecológico sin precedentes
Thomas era un apasionado cazador y, ahora que había prosperado, deseaba reproducir las jornadas de caza que vio desarrollarse en la vieja Inglaterra e importó una docena de conejos
Thomas Austin (1815-1871) nació en el condado de Somerset en la vieja Inglaterra. Con dieciséis años de edad acompañó a su familia, que había decidido emprender fortuna como colonos en Australia. Los Austin viajaron hasta un lejano lugar que entonces se llamaba Tierra de Van Diemen y hoy conocemos como Tasmania.
La familia de Thomas se instaló en esta isla que está situada al sur de Australia. Pocos años después, Thomas, junto con su hermano James, atravesó el estrecho que separaba a la isla de Tasmania con el continente australiano y se instalaron en el distrito de Victoria, en el sur del continente.
Los hermanos trabajaron duro y prosperaron. En 1845 Thomas se casó con la señorita Elizabeth Phillips Harding, de Melbourne. La pareja se trasladó a una propiedad que había adquirido Thomas cerca de la población de Winchelsea, en el distrito de Victoria. La finca de Thomas se llamaba Barwon Park y con el tiempo llegaría a tener una extensión de 12.000 hectáreas.
Con la prosperidad también llegó el deseo de distinción social. Thomas era un apasionado cazador y, ahora que había prosperado, deseaba reproducir las jornadas de caza que vio desarrollarse en la vieja Inglaterra. Siendo más de la caza de perdices y conejo que partidario de la caza del zorro, demasiado pretenciosa y difícil de reproducir además de que tenía muchas posibilidades de hacer un mal papel en ella, encargó que le enviaran unos ejemplares de cría desde la vieja patria.
En 1859 Thomas Austin encargó a su sobrino William, que vivía en el Reino Unido, la compra y envío a Australia de una docena de conejos grises silvestres, cinco liebres, setenta y dos perdices y unos cuantos gorriones.
La idea era soltarlos en la finca para la caza. Otra cosa que conviene mencionar es que Thomas era miembro de la Sociedad de Aclimatación de Winchelsea. Esta sociedad postulaba y fomentaba la introducción de especies no autóctonas para su aclimatación y adaptación en Australia. Hoy sabemos que estas ideas, conducidas de manera ingenua y generalizada, son la fórmula perfecta para el desastre.
Los conejos que le enviaron eran silvestres, por lo que se adaptaron mucho mejor que los ejemplares que habían sido introducidos con anterioridad. Antes existía una fauna depredadora que había mantenido a raya o había hecho desaparecer a los recién llegados. Dingos, marsupiales, reptiles y carnívoros de todo tipo habían sido eliminados a medida que ganaban espacio los pastos que necesitaban el ganado, así que cuando Thomas soltó los conejos, sin ser consciente de ello, desató la tormenta perfecta.
El descomunal número de conejos supuso una enorme perdida de biodiversidad vegetal devorada por los primeros
En 1861, con motivo de la visita que Alfredo, duque de Edinburgo y segundo hijo varón de la reina Victoria y Alberto del Reino Unido, hizo a Australia mientras estaba embarcado como guardiamarina en la fragata HMS Euyalus, participó en una cacería de conejos que en su honor organizó Thomas en su hacienda de Barwon Park.
El acto social se consideró un gran éxito por el número de piezas cobradas y por la asistencia de su alteza real. En 1865, un periódico local publicaría que la población de conejos había crecido alarmantemente y que en los primeros meses de ese año se habían cazado más de cincuenta mil ejemplares sólo en el pequeño municipio.
Los conejos se reprodujeron como locos y compitieron, en muchos casos exitosamente, contra otras especies. El descomunal número de conejos supuso una enorme pérdida de biodiversidad vegetal devorada por los primeros. Al hacer desaparecer las plantas, y los arbustos después, degradan el suelo y lo dejan inerme frente a la erosión, al tiempo que quitan al ganado el pasto que les es necesario.
Se calcula el valor de impacto de cada conejo en la ganadería lanar en 1,63 dólares australianos (en el vinícola es de 62 dólares por conejo) y las últimas estimaciones calculaban que la población de conejos en Australia estaba por encima de los 300 millones de ejemplares, que debido al buen clima les permite tener tres camadas anuales.
En 1887 ya eran un problema tan grave que el gobierno de Nueva Gales del Sur ofreció una recompensa de 25.000 libras esterlinas por «cualquier método de éxito no conocido anteriormente para acabar de manera eficaz con los conejos». La vallas fueron utilizadas para protegerse de la plaga desde el año 1884 y han tenido que ser modificadas numerosas veces para hacerlas más eficaces frente a las hordas de estos bichos.
En la década de los cincuenta del siglo pasado se creó el virus de la mixomatosis con el fin de luchar contra la plaga de los conejos. La iniciativa tuvo éxito inicialmente. La población de conejos descendió de 600 a 100 millones, pero la enfermedad saltó los mares y atravesó los océanos como bien recordamos los que tenemos ya algunos años. Los conejos que sobrevivieron a la mixomatosis se hicieron fuertes contra la enfermedad y volvieron a alcanzar cifras espectaculares.
La última noticia es que se está probando una nueva cepa de la mixomatosis, más activa y más letal. Así que antes de soltar un animalito exótico que había comprado como mascota, piense que las acciones tienen consecuencias.