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Estatua en memoria del soldado alemán Karl-Heinz Rosch, quien murió salvando la vida de dos niños holandeses

Estatua en memoria del soldado alemán Karl-Heinz Rosch, quien murió salvando la vida de dos niños holandesesErwin Beekveld

Picotazos de historia

La polémica estatua en honor a un soldado alemán que murió salvando a dos niños holandeses

Una placa sobre el pedestal reza: «Esta estatua es un homenaje a él y a todos aquellos que hicieron el bien en tiempos difíciles»

En la primavera del año 2005, un acontecimiento sacudió a la pequeña población holandesa de Goirle, en el sur de los Países Bajos. Dos vecinos de la localidad congregaron a cuantos periodistas pudieron convencer para que asistieran a una rueda de prensa y revelaron un secreto que habían mantenido oculto durante más de sesenta años. Se trataba de los hermanos Jan y Toos van Kilsdonk, quienes relataron cómo, el 6 de octubre de 1944, sus vidas fueron salvadas por un joven soldado alemán.

Karl Heinz Rosch (1926–1944) fue movilizado e ingresó en el Ejército en 1944. Destinado en la Fuerza Aérea (Luftwaffe), superó la instrucción y fue asignado como servidor de una pieza de artillería antiaérea. El 6 de octubre, la unidad de Karl Heinz estaba acantonada en la zona; su pelotón, en Goirle, y a él, junto con unos pocos compañeros, le había tocado alojarse en la granja de los Kilsdonk, situada a las afueras de la villa. Sin previo aviso, empezaron a caer proyectiles enemigos cerca de la granja. Eran proyectiles de mortero que caían en silencio. Sin aviso.

Los soldados corrieron hacia sus posiciones asignadas previamente para la defensa del lugar; los civiles huyeron buscando refugio en el sótano de la granja. Entre el ruido de las explosiones y el desconcierto producido por el ataque, el soldado Rosch se dio cuenta de un detalle: los hijos de los granjeros —Jan, de cuatro años, y Toos, de cinco—, que estaban jugando en el patio de la granja, se habían quedado allí, aterrorizados. Los niños estaban abrazados el uno al otro. No entendían qué sucedía y estaban asustados por el estruendo.

Karl Heinz dejó caer su arma y corrió hacia el centro del patio. Recogió a los aterrados niños y los llevó hasta la entrada del sótano, donde los entregó a sus agradecidos padres. Cuando el artillero Rosch regresaba para recoger el arma que había soltado, justo al pasar por el centro del patio, donde instantes antes recogiera a los niños, un proyectil impactó junto a él y la metralla destrozó su cuerpo.

La muerte debió de ser instantánea debido a los gravísimos destrozos que las esquirlas metálicas produjeron en el cuerpo del joven, que tres días antes había cumplido dieciocho años. Sus compañeros recogieron los restos y le dieron sepultura cerca de la granja. En 1948, los restos del artillero Karl Heinz Rosch fueron exhumados y trasladados para ser inhumados de nuevo en el cementerio alemán de Ysselsteyn, el único cementerio militar alemán en los Países Bajos.

Karl-Heinz Rosch

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El matrimonio Kilsdonk, y los trabajadores de la granja que fueron testigos, guardaron silencio sobre lo sucedido. Los holandeses lo pasaron muy mal durante los largos años de la ocupación alemana, por lo que elogiar la acción de un soldado alemán te colocaba inmediatamente al margen de tu comunidad. En aquel momento, la noción de «alemán bueno» era un oxímoron para cualquier holandés.

Unos cuantos años después de terminada la guerra, visitó la granja el padre del soldado Rosch. Ni siquiera entonces los granjeros se atrevieron a contar lo sucedido. Sí, le mostraron el lugar donde murió su hijo y donde estuvo enterrado. Fueron amables y considerados con el afligido padre, pero no le contaron los detalles de la muerte de su hijo. El sentimiento general hacia los alemanes seguía siendo muy fuerte. Hasta aquel año de 2005.

Frisando los setenta años, los dos hermanos Kilsdonk ofrecieron una conferencia donde relataron los hechos sucedidos aquel lejano día de 1944, en el que «un maldito kraut» había muerto tras salvar a dos niños pequeños. La noticia tuvo un eco inmediato a nivel mundial. Como se dice ahora: se volvió viral.

Era una historia hermosa. Demostraba que se puede conservar la humanidad en medio del horror de la guerra. Todo fenomenal. Precioso. Hasta que los hermanos Kilsdonk hicieron una solicitud oficial al Ayuntamiento de Goirle que hizo que les saltaran las clavijas a todos los concejales. En 2008, con el apoyo del concejal Herman van Rouwendaal, presentaron una propuesta para erigir un pequeño monumento en homenaje al soldado de la Luftwaffe Karl Heinz Rosch.

La propuesta provocó una ruptura entre los integrantes del concejo de la villa. Las discusiones se tornaron cada vez más vivas y acaloradas. Al final, se rechazó. Se alegó que era un tema socialmente muy sensible y que podía dar lugar —¡Dios no lo quisiera!— a un lugar de peregrinación para grupos neonazis. Además, para evitar futuras solicitudes similares, el Ayuntamiento decidió prohibir que se erigiera nada semejante en terreno público.

Esta última prohibición sentó muy mal a quienes estaban a favor, especialmente a los hermanos Kilsdonk. Buscaron apoyos y reunieron fondos. Contactaron con el artista Riet van der Louw-van Boxtel, quien se mostró encantado con el proyecto y se ofreció a moldear y fundir la escultura del soldado alemán.

Estatua en memoria del soldado alemán Karl-Heinz Rosch, quien murió salvando la vida de dos niños holandeses

Estatua en memoria del soldado alemán Karl-Heinz Rosch, quien murió salvando la vida de dos niños holandesesErwin Beekveld

Los hermanos Kilsdonk colocaron la escultura, que les entregó el artista, en el jardín delantero de la casa de uno de ellos, exactamente en la confluencia de las calles Dorpstraat y Beatrixstraat, bien visible para todo el que pasara por allí.

La escultura es muy polémica, ya que representa al soldado Rosch cargando con los dos niños camino de la entrada del sótano de la granja. Se le muestra con su uniforme militar y —¡horror de los horrores!— portando el característico casco alemán. Una placa sobre el pedestal reza: «Esta estatua es un homenaje a él y a todos aquellos que hicieron el bien en tiempos difíciles».

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