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Winston Churchill en 1946

Winston Churchill en 1946

Así perdió Churchill las elecciones tras haber ganado la guerra en 1945

Hace 80 años, el estadista británico vomitó los insultos más hirientes a los laboristas, ofreciéndoles la victoria electoral tras haber ganado junto a ellos en el campo de batalla

Escribe Geoffrey Wheatcroft en su biografía crítica de Winston Churchill publicada en 2021 que en las semanas que siguieron a la capitulación de la Alemania nazi, el entonces historiador en ciernes Michael Howard, a la sazón oficial de los Coldstream Guards –el regimiento aún se encontraba estacionado en la Italia recién liberada–, organizó un debate electoral entre los soldados.

Los tres principales partidos estaban cada uno representados por un orador. Al final, un soldado raso se acercó a Howard y le dijo que el debate no cambiaría gran cosa entre la mayoría de los presentes. «Pero entre los que somos como nosotros [entiéndase la gente de a pie], todos somos laboristas, ¿no? Así que votaremos al Partido Laborista».

Es probable que Churchill no oyera ese diálogo. Pero sí las palabras que le dirigió el mariscal de campo sir William Slim, comandante en jefe del Decimocuarto Ejército, aquel que había repelido a los japoneses en Asia. «Primer ministro, mi Ejército no votará por usted», le espetó a su regreso a Londres.

Tanto el soldado raso como el mariscal de campo expresaban un sentir muy representativo de la mentalidad que imperaba en amplias capas de la sociedad británica a mediados de 1945: nadie dudaba de la excepcional conducta de Churchill durante el conflicto, pero había llegado el momento de pasar a otras etapas, principalmente la edificación del Estado del Bienestar, cuyas ideas habían sido teorizadas en 1942 por el alto funcionario liberal William Beveridge. Esa era la prioridad de los votantes en aquel momento.

Resultaba, pues, evidente que los conservadores estaban perdido fuelle. Mas Churchill cometió dos errores garrafales que terminaron abocando a su partido a la derrota. El primero de ellos tuvo que ver con la mismísima convocatoria de elecciones. El asunto era delicado, pues los últimos comicios se habían celebrado en 1935, diez años antes.

Durando una legislatura de la Cámara de los Comunes un máximo de cinco años, los británicos tendrían que haber vuelto a las urnas en 1940. Sin embargo, ese año, con la guerra ya iniciada y con el país solo ante la amenaza alemana –Francia, Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos, Dinamarca y Noruega ya estaban ocupados, Polonia anexionada– Churchill y el líder laborista Clement Attlee optaron por constituir un Gobierno de unidad nacional y prolongar la legislatura mientras durase la guerra en suelo europeo.

Carteles de las elecciones generales del Reino Unido de 1945

Carteles de las elecciones generales del Reino Unido de 1945

En un discurso pronunciado ante los Comunes el 31 de octubre de 1944, Churchill afirmó que «sería un error prolongar de nuevo la legislatura después de la derrota de Alemania». Pero el 18 de mayo de 1945, es decir, diez días después de la capitulación alemana, sugirió que la legislatura debía ser prolongada hasta la derrota de Japón.

Conviene precisar que la derrota en cuestión podía retrasarse meses, pues casi nadie conocía los planes atómicos norteamericanos. Attlee, con buen criterio, rechazó la idea. Churchill agravó su caso con la excéntrica propuesta de organizar un referéndum centrado en la prolongación de la legislatura. Nuevo rechazo de Attlee.

De ahí que el Primer Ministro no tuviese más remedio que convocar elecciones para el 5 de julio de 1945. Los resultados se anunciarían tres semanas más tarde para, como precisa Wheatcroft, «que los miembros de las fuerzas armadas pudieran votar y sus papeletas repatriadas desde cualquier lugar en el que se encontraran, que podía estar hasta unas 5000 millas de distancia» del Reino Unido.

«Su cambio radical con respecto a las elecciones», prosigue Wheatcroft, «fue una señal de que Churchill estaba perdiendo el control, o incluso el contacto con la realidad». Lo iba a confirmar con una agresividad verbal, inusitada en él, especialista de las pullas sutiles, durante la campaña electoral.

Clement Attlee y sus colegas en la Transport House de Londres tras el anuncio de la victoria laborista, 26 de julio de 1945.

Clement Attlee y sus colegas en la Transport House de Londres tras el anuncio de la victoria laborista, 26 de julio de 1945

Ese fue el segundo error. Quedaría irreversiblemente plasmado a principios de junio con motivo de una intervención en las ondas de la BBC en el que estimó oportuno aseverar cosas como la siguiente: «ningún Gobierno socialista que dirigiera la vida entera y la industria del país podría permitirse el dejar que se produjeran muestras de descontento público libres, mordaces, o expresadas con violencia».

Dicho con otras palabras: el laborismo en el poder situaría al Reino Unido al borde del enfrentamiento civil. Lo más duro, empero, estaba por llegar: «Tendrían que recurrir a algún tipo de Gestapo […] Y esto cortaría la opinión de raíz; pondría fin a la crítica cuando levantara la cabeza y reuniría todo el poder en los líderes supremos del partido». Si comparó a Attlee y a los suyos con la Gestapo, ¿por qué los tuvo durante cinco años en su Gobierno?

La novelista Vita Sackville-West, churchilliana confesa, se mostró «terriblemente disgustada por la maldad de los discursos radiofónicos de su político de referencia. «¿Qué le ha ocurrido?», narró en una misiva a su marido, Harold Nicolson, «son confusos, imprecisos, poco constructivos y tan extensos que es imposible sacar de ellos una impresión concreta».

La réplica de Attlee, obviamente, no se hizo esperar: «Temía que los que habían aceptado su liderazgo en la guerra estuvieran tentados, por gratitud de seguirle. Le doy las gracias por haberles desilusionado». Conclusión de Roy Jenkins, otro biógrafo de Churchill: «Había engrandecido a Attlee en vez de empequeñecerlo». Y tanto: el 26 de julio los laboristas obtuvieron 393 escaños sobre un total de 640. Los conservadores perdieron más de la mitad de los suyos, pasando de 432 a 213.

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