Miguel de Cervantes Saavedra. Grabado del siglo XIX
Así salvó un vecino de Alcalá de Henares la partida de bautismo de Cervantes durante la Guerra Civil
La historia de su salvación, gracias al valor de unos vecinos anónimos, revela cómo la conciencia y el amor por el patrimonio pueden prevalecer incluso en tiempos de barbarie
Hace 478 años, el 9 de octubre de 1547, un bebé llamado Miguel fue bautizado en la parroquia de Santa María Mayor, en la plaza del Mercado de Alcalá de Henares. Era el hijo del barbero de la ciudad y vivía en una casa modesta, en el número 48 de la calle Mayor. Dicho así, no parece algo especial, suena de lo más cotidiano.
Aunque la familia del niño contaba con una posición económica acomodada, no era una familia especialmente poderosa o destacada por ninguna razón. ¿A quién se le habría ocurrido pensar que el apellido del niño, algo así como «Cervantes Saavedra», sería reconocido en todo el mundo? Quién le habría dicho al «reverendo señor bachiller Serrano», oficiante de la ceremonia, que la plaza en la que se encontraban, dentro de cinco siglos, tendría el nombre del niño. La «plaza del Mercado» pasó a llamarse «plaza de Cervantes» y una gran estatua de bronce del autor se situó en el centro de la misma.
Plaza de Cervantes
El reverendo Serrano habría sido incapaz de imaginar algo así cuando bautizó a Miguel, un bebé de apenas semana y media en ese momento. Sin embargo, tuvo el cuidado de registrar el hecho en un libro de bautismos. De hecho, reservó una hoja exclusivamente para la familia Cervantes, donde apuntó el bautismo de Miguel y sus cuatro hermanos. Hoy en día se encuentra prácticamente intacta, perfectamente guardada en el Archivo Municipal de Alcalá de Henares. Y eso guarda una gran historia detrás.
Si las piedras de la antigua iglesia de Santa María de Alcalá de Henares pudieran hablarnos, nos contarían millones de cosas. Y digo «antigua» porque hoy en día solo queda la torre, las bases de las columnas y los restos de dos capillas anexas. Teniendo en cuenta que este era el lugar donde se guardó el documento durante siglos, ya se pueden imaginar lo complicado que debió de ser que la partida llegara sana y salva.
La iglesia era uno de los edificios más antiguos de la ciudad, pues fue construida durante el reinado de Juan II, el padre de Isabel la Católica. Posteriormente, fue ampliada por mandato del arzobispo Carrillo de Acuña, que la elevó al estatus de parroquia. Era una de las parroquias más importantes de toda la ciudad y la mayoría de bautizos y bodas tenían lugar aquí, por lo que su archivo era inmenso.
La iglesia, antes de su destrucción, al fondo de la plaza de Cervantes (fotografía ca. 1890)
El problema llegó en 1936. Al poco tiempo de producirse el alzamiento, las milicias izquierdistas de Madrid, dirigidas por el coronel Puigdengolas, se hicieron con el control de la ciudad. El 21 de julio, derrotaron a los insurrectos del bando nacional, que se habían apostado en la torre de la iglesia magistral de San Justo y Pastor (hoy catedral) y, en un arranque de odio y euforia, prendieron fuego a la magistral y a la iglesia de Santa María.
Todo ardió: las piedras se resquebrajaron, las paredes y el techo cedieron, cayendo sobre los sepulcros y la pila bautismal. Se quemaron los cuadros renacentistas, el retablo barroco y, por supuesto, el archivo eclesiástico al completo. Solo hay una pieza que se salvó: la partida de bautismo de Miguel.
Apenas una semana antes de la tragedia, el párroco de la iglesia, César Manero, decidió sacar el libro a escondidas y entregárselo a un vecino llamado Juan Barroso, un comerciante que vivía en el número 8 de la calle Cerrajeros. Durante unos días, guardó el libro en su casa, cambiándolo de ubicación continuamente, sin saber cómo guardar un documento de tal valor.
Así que pidió a su vecino, el hojalatero de la ciudad, que fabricara una pequeña caja cerrada herméticamente en la que poder introducir el libro. Entonces introdujeron la caja en las profundidades del pozo de la casa, que databa del siglo XV y se hallaba en un patio interior, lejos de miradas indiscretas. Días después, el párroco murió asesinado, pero los vecinos no fueron descubiertos. La partida permaneció escondida en el pozo hasta 1939, cuando fue entregada al Ayuntamiento.
Partida de bautismo de Miguel de Cervantes
Hoy en día, parte de la iglesia se ha reconstruido y aloja a la oficina de turismo de Alcalá de Henares. Aunque normalmente se expone una copia facsimilar, cada aniversario del bautismo la partida original es expuesta durante unas horas. Su supervivencia es un símbolo. Por un lado, nos recuerda lo terrible que puede ser el hombre, las barbaridades que es capaz de hacer en nombre de una ideología, qué fácilmente puede destruir su patrimonio, su cultura… Nos recuerda cómo casi nos destruimos a nosotros mismos. Pero, también, es un símbolo de que entre la barbarie hubo hombres conscientes, que velaron por salvaguardar algo que poco importaría a nadie en ese momento.