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Aquilino Cayuela
AnálisisAquilino Cayuela

Cachemira y el riesgo de una escalada incontrolable entre India y Pakistán

El enfoque del primer ministro indio, Narendra Modi, hacia Cachemira es inseparable de su estrategia política más amplia, en la que proyecta fuerza como un hombre fuertemente nacionalista hindú

Actualizada 23:43

Manifestantes queman una pancarta con la imagen de la bandera nacional de la India y del primer ministro Narendra Modi

Manifestantes queman una pancarta con la imagen de la bandera nacional de la India y del primer ministro Narendra ModiAFP

Como hemos informado en este medio, Cachemira es ahora mismo y, una vez más, uno de los puntos más conflictivos de la tierra.

Aún no está claro qué grupo fue el responsable del atentado del pasado 22 de abril que causó la muerte de 26 turistas en Pahalgam, una pintoresca estación de montaña en Cachemira, pero esta atrocidad ha llevado a la India a una encrucijada. Ahora la muerte de un joven bajo la custodia del Ejército indio agrava la tensión.

Los episodios anteriores de violencia terrorista en Cachemira han llevado a la India a atacar a su vecino Pakistán, que es el origen de los atentados que siguen azotando el territorio en disputa.

La retórica actual del primer ministro indio, Narendra Modi, se hace eco de los discursos que pronunció en 2019 antes de que aviones indios atacaran Pakistán, tras un atentado suicida con coche bomba en Cachemira que mató 40 paramilitares indios. Pakistán respondió derribando un avión de combate indio y capturando a su piloto, y los dos países con armas nucleares se acercaron a un precipicio que se pudo salvar gracias a una intervención de potencias extranjeras, principalmente Estados Unidos, que bajo la Administración Trump logró la distensión.

Lisa Curtis, funcionaria entonces, señaló en 2022 que altos funcionarios estadounidenses se pusieron en contacto telefónico con ambas partes y «elaboraron un plan para distender la situación y reducir las tensiones».

Hoy, sin embargo, las condiciones no son tan propicias para la distensión. La situación en Cachemira es más volátil que antes. Las políticas de línea dura de Modi y la imposición del control central directo sobre Cachemira han alimentado una profunda alienación en la región de mayoría musulmana. La reciente masacre de turistas ha reavivado las hostilidades entre la India y Pakistán, mientras los líderes y figuras públicas indias piden venganza y los funcionarios pakistaníes condenan las políticas de la India en Cachemira.

Nueva Delhi podría optar simplemente por intentar una forma más discreta y encubierta de represalia contra Islamabad, pero es poco probable que eso satisfaga a una opinión pública que parece querer una acción más contundente.

La Administración Trump no está, aparentemente, prestando mucha atención a la región, como si lo estuvo en 2019 porque ahora no tiene fuerzas militares en la zona como sí las tenía entonces en Afganistán. De hecho, Estados Unidos aún no ha nombrado embajadores en ninguno de los dos países.

En Cachemira se encuentra una mezcla explosiva de nacionalismo religioso, gobierno autoritario y agravios políticos sin resolver.

El enfoque de Modi hacia Cachemira es inseparable de su estrategia política más amplia, en la que proyecta fuerza como un hombre fuertemente nacionalista hindú. Modi promete represalias violentas contra sus enemigos y busca reunir el apoyo interno aprovechando los momentos de crisis de seguridad nacional.

Modi invocó repetidamente temas nucleares, alardeando de que la India había «desenmascarado el farol nuclear de Pakistán» y sugiriendo que el arsenal nuclear de la India no era solo «para Diwali», la fiesta hindú en la que la gente enciende fuegos artificiales. Utilizó esa retórica nuclear para demostrar la dureza de su Gobierno.

Ahora la insistencia del Gobierno en castigar a Pakistán –alimentada por la cobertura mediática ultranacionalista india—ha reducido el margen para la distensión y ha dejado a Nueva Delhi con pocas herramientas, salvo la coacción por medios militares.

Es probable que la India inicie ataques transfronterizos con artillería o misiles, ataques aéreos contra objetivos militantes sospechosos o incluso incursiones terrestres limitadas a través de la línea de control, es decir, la frontera no oficial entre las partes de Cachemira administradas por la India y Pakistán. Se esperan acciones contundentes pero que no alcancen el umbral de una guerra a gran escala.

Al otro lado de la frontera, Pakistán que se encuentra sumido en una grave crisis política y económica, con un Ejército, la institución más poderosa del país, profundamente impopular, y su líder político más popular, el exprimer ministro, Imran Khan, languideciendo entre rejas.

El Ejército podría aprovechar el conflicto con la India por Cachemira para reforzar su legitimidad, como ha hecho a menudo en las últimas décadas. Syed Asim Munir, jefe del Ejército pakistaní, se encuentra bajo presión para restaurar la credibilidad de la institución. Es más probable que responda con contundencia a las acciones de la India que su predecesor, Qamar Javed Bajwa, que esperaba forjar lazos amistosos con la India de Modi, pero fracasó.

Por otro lado, está el apoyo de China, que tiene sus propios intereses en Cachemira. El Corredor Económico China-Pakistán, un proyecto de inversión en infraestructuras de miles de millones de dólares, atraviesa la Cachemira administrada por Pakistán. Pekín también se opuso enérgicamente a las medidas de la India para poner fin al estatus especial de Cachemira en 2019 y reafirmó sus propias reivindicaciones territoriales en la zona desplazando sus fuerzas en el verano de 2020 a zonas controladas por la India en Ladakh, a unos 320 kilómetros al este, lo que desencadenó un enfrentamiento militar que continúa hasta hoy.

La implicación de Pekín añade una nueva y peligrosa dimensión a la crisis, ya que plantea el espectro de un compromiso en dos frentes para la India y complica cualquier cálculo sobre una posible escalada con Pakistán. El domingo pasado, China expresó su «apoyo» a la «soberanía» y las «legítimas preocupaciones de seguridad» de Pakistán.

Para poner la cosa aún más interesante ahora Irán y Rusia se ofrecen como mediadores.

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