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Esta imagen satelital proporcionada por Maxar Technologies, tomada el 22 de junio de 2025, muestra un primer plano de los cráteres tras los ataques estadounidenses contra la Planta de Enriquecimiento de Combustible Fordow (FFEP) de Irán, al noreste de la ciudad de Qom.

Imagen satelital de los cráteres tras los ataques estadounidenses contra Fordow, en IránAFP

¿Dice Trump la verdad cuando asegura haber pulverizado el programa nuclear de Irán?

Un informe preliminar del Pentágono asegura que la República Islámica logró trasladar gran parte de sus reservas de uranio altamente enriquecido al 60 % a emplazamientos secretos antes de los bombardeos estadounidenses

Israel lanzó el pasado 13 de junio su sorpresiva 'Operación León Ascendente' contra Irán, con el objetivo declarado de acabar con el programa nuclear iraní que, según el Gobierno de Benjamin Netanyahu, estaba a meses —incluso días— de conseguir fabricar un arma atómica. Durante casi dos semanas, en lo que ya se ha bautizado como la guerra de los 12 días –a modo de analogía con la Guerra de los Seis Días–, el Ejército hebreo ha atacado de manera sistémica las tres plantas nucleares de mayor envergadura del país persa: Fordow, Isfahán y Natanz, así como sus instalaciones militares.

El pasado sábado, Estados Unidos decidió unirse a Israel y entró en la guerra contra la República Islámica, bombardeando también las instalaciones nucleares en una ofensiva que recibió el nombre de 'Martillo de Medianoche'. Los bombarderos estadounidenses B-2 lograron penetrar las diezmadas defensas antiaéreas iraníes y lanzar hasta 14 potentes bombas 'rompebúnkeres' GBU-57, de casi 14 toneladas y capaces de penetrar hasta 60 metros bajo tierra antes de explotar, contra Fordow, corazón del programa nuclear iraní y que se cree está enterrado a unos 90 metros de profundidad.

Para esta ofensiva, Washington también empleó submarinos nucleares desde los que lanzó misiles Tomahawk contra las instalaciones de Isfahán. A las pocas horas del ataque –el primero contra territorio iraní desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979–, el presidente estadounidense, Donald Trump, se aventuró a asegurar que su país había logrado «pulverizar» el programa nuclear de Irán. Este mismo miércoles, desde la cumbre de la OTAN en La Haya (Países Bajos), Trump insistió en que las instalaciones nucleares iraníes fueron «totalmente destruidas».

Sin embargo, un informe preliminar de Inteligencia del Pentágono, filtrado a CNN y a The New York Times horas antes, señalaba que los bombardeos estadounidenses del pasado sábado solo habrían logrado retrasar el programa atómico de la República Islámica unos meses. El documento indica que gran parte de las reservas iraníes de uranio altamente enriquecido al 60 % —unos 400 kg— se habían trasladado a emplazamientos secretos antes de los ataques. En este sentido, destaca que componentes clave como las centrifugadoras podrían volver a ponerse en funcionamiento en cuestión de meses. De hecho, el régimen de los ayatolás ya ha adelantado que continuará con su programa atómico.

Para Javier Gil, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas, «la gran incógnita es saber cuánto uranio enriquecido han podido salvar, si simplemente es un farol de los iraníes y hasta qué punto ha sido destruida toda la industria subterránea nuclear de Fordow». Gil considera que los ataques israelíes, y sobre todo los estadounidenses, sí han logrado degradar los esfuerzos nucleares de Teherán, pero no han eliminado completamente la amenaza de que Irán pueda desarrollar armas atómicas en el medio plazo. El académico explica que el programa nuclear iraní consta de tres patas: una industria especifica para ello, el uranio altamente enriquecido y vectores para transportar estas bombas, en el caso de Teherán, misiles.

«De esos tres elementos, lo que sabemos hasta ahora es que Israel inició esta guerra para degradar estos tres componentes que constituyen el programa nuclear iraní», señala Gil, por lo que los ataques contra las instalaciones, sostiene el experto, fueron «exitosos porque dieron en el blanco». Gil afirma que, como advirtieron también Israel y Estados Unidos, Irán había acelerado durante los últimos años su programa y estaba «cerca» de dotarse del arma atómica. «No sé si semanas, pero sí digamos en un período muy cercano», insiste. En este sentido, recuerda que, una vez que un país consigue dotarse de armas nucleares, «lo que nos dice la historia es que muy pocos se han deshecho de ellas», y como excepción nombra el caso de la Sudáfrica del apartheid y los tres países de la extinta Unión Soviética: Kazajistán, Ucrania y Bielorrusia.

Un reciente informe del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), un prestigioso think tank estadounidense, señalaba de igual manera que la ofensiva contra Irán ha logrado dañar las infraestructuras de las tres grandes plantas nucleares del país, pero pone en duda que esto haya acabado por completo con las aspiraciones del régimen de los ayatolás. Este extremo fue también confirmado por el propio director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, que declaró este jueves que los bombardeos estadounidenses habían provocado daños «muy significativos», especialmente en la planta subterránea de enriquecimiento de uranio de Fordow. Algo que ha reconocido hasta el propio Irán.

Aun así, en su análisis, el think tank aclara que varias instalaciones nucleares permanecen aún intactas tras los ataques estadounidenses e israelíes, entre ellas Arak –un complejo de alta seguridad que se cree produce plutonio– y Bushehr, la planta de energía nuclear del país. «Cuando un país decide proliferar en materia nuclear, no hay acuerdo que lo pare», defiende en este sentido Gil. «Si Irán ha decidido políticamente que tiene que dotarse de un arma nuclear para proteger al régimen ante sus enemigos internacionales, los futuros acuerdos que se puedan firmar no lograrán equilibrar la balanza».

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