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Manual de paz trumpiano: ¿Ofertas de Black Friday para dictadores?

El viejo continente asiste, con su tradicional impotencia cómo las decisiones que marcarán su futuro se toman sin consultarle

Vladimir Putin, Donald Trump y Xi Jinping

Vladimir Putin, Donald Trump y Xi JinpingLu Tolstova

Las últimas iniciativas de Trump confirman su obsesión por el arte de la transacción, en detrimento de seguridad a largo plazo. Su administración esta convencida que la avaricia vence al odio. Y en ese bazar geopolítico todo tiene precio: Crimea, el Donbás, Taiwán... hasta la dignidad europea.

Mientras tanto, Putin y Xi aprovechan la obsesión trumpista por llegar a «deals» para socavar el orden mundial de alianzas e intentar imponer sus intereses imperiales. ¿Los grandes perdedores en este tablero? Ucrania, Taiwán y, sobre todo, Europa. El viejo continente asiste, con su tradicional impotencia cómo las decisiones que marcarán su futuro se toman sin consultarle.

Trump y su «art of the deal»

La diplomacia de Trump para acometer complejos conflictos geopolíticos es un auténtico libreto veneciano. A golpe de aranceles, inversiones o promesas de acceso al mercado americano, va hilando acuerdos que parecen más propios de Davos que diplomáticos. En Gaza el modelo fue relativamente simple, ya que se aprovechó el cisma Chiita-Sunita para aislar al régimen iraní y sus satélites en Siria, Líbano y Gaza. Los petro-emiratos abandonaron sin pestañear a los molestos palestinos a cambio de jugosas oportunidades de inversión y transferencias de tecnología.

En Ucrania, el patrón se repite. Mientras los emisarios Witkoff y Dmitriev elaboraban el borrador del acuerdo de paz más favorable a Rusia desde la caída del Muro, se multiplicaban las señales de que los grandes inversores americanos ya se posicionaban para un «día después» con Moscú.

Exxon negocia su regreso a Sakhalin; Todd Boehly y Elliott estudian activos de Lukoil; amigos de Trump Jr. buscan entrar en proyectos gasistas árticos de Novatek. Una «paz» con ofertas de Black Friday.

Afortunadamente, el primer salvo de Witkoff no ha cuajado. La inusitada reacción de la UE, unida al hecho de que la propuesta no satisface las necesidades internas y las ambiciones imperiales de Putin, ha frenado, de momento, un acuerdo que humillaba a Ucrania y dejaba vendido el flanco oriental de las antiguas repúblicas soviéticas y Polonia.

En Asia, los objetivos son diferentes. Trump esta obsesionado en lograr un nuevo orden mundial comercial con China y, en su camino, no hay vacas sagradas. Ni Taiwán. El rapapolvo a la primera ministra nipona Takaichi, por unas declaraciones sobre la defensa de Taiwán que otrora no habrían merecido ni una nota de prensa, muestra con crudeza la prioridad real: ni Taiwán será un estorbo para lograr un entente con el gobierno chino.

Make Money; Not War

Contrario a lo que sus enemigos critican, no se trata de procesos instintivos no razonados, ni de ganancias personales. Es una profunda convicción, compartida por sus más íntimos aliados – Kuchner, Witkoff, Bessent o Sachs) – que el comercio evita las guerras. No muy diferente, por cierto, que el razonamiento que dio luz al proyecto inicial de la Unión Europea.

Trump olvida que sus adversarios no se han leído el manual. Están jugando otra partida, y aprovechan cuan judocas su obsesión transaccional para promover y avanzar sus objetivos estratégicos y geopolíticos. La propuesta de paz en Ucrania cumple muchos de los objetivos estratégicos de Rusia, y levanta la losa de las sanciones para que el Sr. de la KGB tenga un respiro antes de seguir en su camino belicista. El ansiado acuerdo comercial con China deja a Taiwán a los pies de los caballos.

El Límite: América si importa, el resto…. menos

El consenso entre los sesudos analistas internacionales es que en este mundo trumpiano, la única esfera de influencia que Trump quiere mantener está en las américas. Mientras no se metan en su patio trasero, la administración Trump hará primar los intereses comerciales frente a los geoestratégicos.

Es cierto que Trump ve el uso de la fuerza militar con «botas en el suelo» como un recurso que solo utilizará contra un riesgo existencial contra Estados Unidos. Defiende que el poderío americano deber ser utilizado como apoyo aéreo y logístico, pero los muertos los deben poner los locales. Una postura condicionada por su base electoral, pero también por un convencimiento personal. Su desconfianza con Europa es real y antigua: ¡Que paguen ellos! (Y no le falta razón). Su compromiso con Taiwán también es condicional: mientras EE.UU. dependa de los chips taiwaneses, protección. El día que deje de depender... «on verra»

Siguiendo la narrativa, obsesionado con agradar a su base MAGA, Trump hará concesiones tan grandes a los enemigos de Occidente, que para cuando el detonante ocurra (la invasión de Taiwán, Estonia, o Polonia) será demasiado tarde. Y que, en el fondo, «Trump siempre se raja».

¿De verdad Trump siempre se raja?

Quizás. Sin embargo, los hechos parecerían dibujar otro patrón. Esta administración está dispuesta a negociar hasta con el diablo para lograr ventajas comerciales o percibidas como estratégicas, sin importarle el color del adversario, pero también es cierto que está dispuesta a utilizar su poderío militar en situaciones donde todas las anteriores administraciones americanas «se han rajado».

El bombardeo del programa militar de Irán es un ejemplo. La actual concentración militar en el Caribe, con amenaza cinética explícita, otro. Y no olvidemos la primera presidencia: los asesinatos selectivos de Soleimani y al-Baghdadi, los ataques contra Assad en el 2017, o los 32,000 bombardeos contra ISIS en el 2017. Al monstruo naranja no siempre le tiembla el pulso.

Putin, la humillación y el ego trumpiano

Las próximas semanas serán reveladoras. Dudo mucho que Putin acepte el plan propuesto y mucho menos con las modificaciones introducidas tras las reuniones de Ginebra. A pesar de que es un acuerdo en el cual Rusia lograría casi todos sus objetivos declarados. Trump detesta dos cosas: perder y sentirse rechazado. Cada desplante del Kremlin endurece sus declaraciones. Desde las sanciones secundarias, pasando por los Tomahawks para atacar a Rusia en su territorio, o el traslado de más sistemas Patriot a Ucrania, las amenazas van in crescendo. El 25 de este mes dejó caer, para que se publicara, que «Putin es un bastardo muy duro, pero me está cabreando. Cree que puede dictar los términos indefinidamente».

Los próximos pasos de Trump nos dejaran ver si el lobo tiene dientes. Si las palabras se traducen en acciones, la señal no será solo para Moscú o Bruselas, sino para Pekín. Si Trump se traga el sapo ruso, Taiwán tiene los días contados.

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