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26 de abril de 2024

Los Angeles Times Photographic Archive, Library Special Collections

Los Angeles Times Photographic Archive, Library Special CollectionsCharles E. Young Research Library, UCLA

Newton N. Minow (1926-2023)

Influyente asesor de Kennedy y mentor de Barack Obama

Su intervención fue decisiva en el brote de las cadenas televisivas de gran audiencia y en el lanzamiento de los satélites de telecomunicaciones

Newton Mintow icono
Nació el 17 de enero de 1926 en Milwaukee (Wisconsin, EE.UU.) y falleció el el 6 de mayo de 2023 en Chicago (Illinois, EE.UU.)

Newton Norman Minow

Doctor en Derecho desde 1950, fue socio de los más señeros bufetes de Chicago e influyente miembro del Partido Demócrata desde la década de los 50. Kennedy le nombró presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones y Obama le condecoró con la Medalla Presidencial de la Libertad.

Newton Minow, en su condición de presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones –cargo para el que fue nombrado por el presidente John Kennedy en 1961–, ha dejado una huella indeleble en la historia de la televisión en Estados Unidos. Primero, por haber inspirado la ley que exigía la tecnología UHF para todos los televisores vendidos en Estados Unidos. Su efecto inmediato fue el vertiginoso aumento del número de emisoras, así como la puesta en marcha de las televisiones sin ánimo de lucro, origen del canal público PBS, el único en todo el país financiado por el erario federal.
Mas adelante, convenció al Congreso de la necesidad de autorizar los satélites de comunicaciones. Venció, asimismo, las reticencias de Kennedy al espetarle que «los satélites de comunicaciones serán mucho más importantes que enviar hombres al espacio, porque enviarán ideas al espacio. Las ideas duran más que los hombres». Irrebatible.
Mas el impulso desatado fue complementado por un lúcido discurso pronunciado el 9 de mayo de 1961 ante la Asociación Nacional de Radiodifusores. «Cuando la televisión es buena», dijo Minow, «nada –ni el teatro, ni las revistas ni los periódicos– es mejor. Pero cuando la televisión es mala, nada es peor». Por lo tanto, invitó a todos «a sentarse frente a su televisor cuando su emisora entre en antena y a permanecer allí durante un día sin un libro, sin una revista, sin un periódico, sin una hoja de pérdidas y ganancias o un libro de índices de audiencia que les distraiga. Mantenga los ojos pegados a ese aparato hasta que la emisora dé el pistoletazo de salida. Le aseguro que lo que observará es un vasto páramo».
Vasto páramo, la expresión ha perdurado para referirse la frecuente vacuidad de contenidos de las televisiones comerciales. El corolario de estas acertadas palabras –que siguen teniendo su vigencia– fue la imagen de elitista que persiguió a Minow hasta el final de sus días. Bien es cierto que frecuentó desde muy pronto los puestos de mando: el primero fue el de asesor del candidato demócrata, Adlai Stevenson –en cuyo bufete de Chicago había prestado sus servicios–, en sus dos fallidas candidaturas presidenciales de 1952 y 1956. Allí conoció a Robert Kennedy, con el que mantuvo una primera conversación acerca de los riesgos y oportunidades que para la infancia suponía la televisión a gran escala.
Sus ideas al respecto le sedujeron; rápidamente le puso en contacto con su hermano John. Este último le integró en el equipo de asesores que paulatinamente iban preparando el asalto a la Casa Blanca. Una iniciativa de la que Minow no estaba muy convencido por la juventud de Kennedy. El historiador Robert Dallek recoge en su rigurosa biografía del asesinado presidente una conversación entre ambos en la que Minow le advierte del peligro de presentarse antes de tiempo.
Esta vez le faltó clarividencia, pero Kennedy no se lo tuvo en cuenta, integrándole, junto a Ted Sorensen y Richard Goodwin, entre el selecto grupo de treintañeros de los que se rodeó una vez alcanzó el poder. Después de cesar como presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, Minow volvió a la práctica de la abogacía en Chicago, siempre en bufetes de influencia. Décadas más tarde, fichó a un jovencísimo Barack Obama que, en el bufete Sidley Austin, conocería a su esposa Michelle, más joven que él, pero que ya ostentaba el rango de social. El primer presidente afroamericano de Estados Unidos nunca olvidó a Minow y le impuso las insignias de la Medalla Presidencial de la Libertad.
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