Todo lo que le rodeaba tenía que ser perfecto, en el fondo y en la forma

Como hacíamos todos los veranos, habíamos quedado en jugar una partida de golf en Llanes, con los hermanos Matías y Juan Rodriguez Inciarte, y luego darnos una mariscada en el Mirador de Toró, que pagarían los perdedores. Santi y yo éramos el equipo Vega y después de muchos años de esa tradición, tengo la impresión, de que, el saldo de victorias era a nuestro favor; a Santi, le encantaba competir y por supuesto ganar y como era un gran gourmet, el almuerzo en Toró era el perfecto fin de fiesta.

Habíamos concertado la partida para el 29 de Agosto y Santi me llamó el 27 para decirme que había que cancelarla: «Javi, se me ha olvidado jugar al golf... ayer estuve en Santa Marina y perdí 9 bolas» me dijo. Le animé a que diera unas bolas para entrenarse y la siguiente noticia que tuve de él fue la llamada de su yerno, José Camiña, para decirme que había sufrido un ictus que parecía grave… A pesar de la gravedad, su gran energía y su temperamento lo han mantenido con vida hasta el viernes en que terminó su lucha.

Santi Gil de Biedma y Vega de Seoane, era el más pequeño de los primos de mi padre y siendo mi padre el mayor, estaba, por edad, más cerca de nosotros y aunque en realidad era tío nuestro, lo tratamos más como a un primo y sobre todo como a un gran amigo.

Su inteligencia, su genio, su instinto comercial y su determinación, hicieron de aquella correduría de seguros, que su padre, el Conde de Sepúlveda, junto con el Conde de Fontanar y otras familias amigas crearon a finales de los años 20’s del pasado siglo, se convirtiera bajo su liderazgo, en el principal bróker de seguros de España. Conseguido aquel sobresaliente logro, Santi, consciente de la inevitable globalización y consolidación del sector, fue también el promotor de la integración de Gil y Carvajal en el Grupo AON, líder mundial en este campo, que tras esa integración, ha mantenido su liderazgo en el mercado español.

Santiago, era un comercial de pura sangre: disfrutaba vendiendo y lo hacía como nadie, integrando su actividad profesional en su vida personal. Sabía que la calidad de una cadena, era la de su peor eslabón y por eso cuidaba al máximo todos los pequeños detalles. Todo lo que le rodeaba tenía que ser perfecto, en el fondo y en la forma… Aquellas oficinas que montó en el precioso palacete de Mejia Lequerica, eran un monumento al buen gusto, y no había restaurante en Madrid que superase la cocina de Gil y Carvajal.

Tenía un gran ojo para fichar el mejor talento y con nuestro también añorado Rafa Esteban, creó el mejor equipo del sector. Yo recuerdo con orgullo cuando, al poco de integrarnos en el Grupo AON, comparábamos en el Consejo de AON-Gil y Carvajal, nuestros parámetros con las mejores filiales del Grupo AON y siempre salíamos muy destacados: en la primera división.

Con su espíritu emprendedor, se ponía en marcha cuando alguien le traía una idea y enseguida, organizaba un grupo de amigos para financiarla… disfrutando si el proyecto salía bien, pero sabiendo perder si fracasaba, asumiendo con naturalidad, el riesgo que conlleva la libre empresa y el libre mercado.

Adoraba a España y su diversidad pues lo mismo se sentía segoviano, que cántabro, donostiarra, madrileño o gaditano. Fue un gran disfrutón de la vida y persona muy habilidosa, fuera con sus caballos de polo, los palos de golf o las escopetas. Detrás de su mal genio se escondía una persona entrañable y cariñosa, gran amigo de sus amigos y siempre dispuesto a ayudar.

Santi, era de esas personas, que ponen pegamento en su entorno social y familiar, siempre organizando encuentros y creando buen ambiente.

Querido Santi, aquí dejas a tu querida Marta, tus cuatro hijos y tus 8 nietos y tantos amigos que vamos a recordar los innumerables buenos momentos que hemos vivido contigo. Te echaremos muchísimo de menos. Adiós querido tío Santi, descansa en paz en tu querido Cóbreces…