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18 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Covid: Ayuso también debe espabilar

Algo no funciona bien cuando una cita con tu médico, aunque sea telefónica, o un test en la sanidad pública se convierten en misiones casi imposibles

Actualizada 11:32

El Gobierno de España ha destacado por su pésima gestión frente a la pandemia. Sánchez es el único presidente de la UE que pasada la primera ola se puso de canto, delegando en las regiones toda la labor gubernativa. También es el único tres veces condenado por el Tribunal Constitucional de su país por el uso abusivo del estado de alarma y el único que falsea groseramente las cifras de muertos. Mientras todos su pares europeos toman medidas, él se limita a hacer de reina madre y comentar la jugada. Es el principal culpable de la errática respuesta de nuestras autoridades ante la crisis sanitaria de la covid, que sin duda debió ser abordada con medidas generales para todo el Estado.
Pero mi crítica anterior perdería toda credibilidad si no contase que hay más políticos que deben mejorar su gestión ante la enfermedad, por ejemplo, la presidenta de Madrid. Y lo digo tras mi propia experiencia.
Como saben, la covid está disparada como nunca antes, porque la nueva variante es enormemente contagiosa. Me la he pillado –voy bien, gracias– y ello me ha permitido vivir de primera mano la atención que te ofrece la Comunidad. El pasado fin de semana tenía mucha fiebre, me hice un test casero y salieron las dos rayitas. Intenté hablar con el médico de cabecera, pedir consulta telefónica o presencial para que me facilitase una PCR confirmatoria. La cita telefónica con el médico me la dieron para seis días después y la presencial, para diez días más tarde. Mi única opción para hacerme un test en la sanidad pública era por tanto plantarme en un centro de salud y hacer una cola de tres horas; un mal plan cuando estás como si te acabase de pasar un tractor por encima. Así que acabé recurriendo a una PCR en una clínica privada (98 euros). Allí también había una buena cola, y supongo que si la gente acude a la solución privada no es por el placer de pagar, sino porque no reciben atención pública.
Tras mi positivo no he recibido noticia alguna de la sanidad pública madrileña. Mi mujer, si quiere salir de dudas, también habrá de pasar por taquilla en un laboratorio privado. Existe un teléfono para consultas covid de la Comunidad de Madrid, cierto. Tras unos cinco intentos fallidos, por fin conseguí hablar con una operadora. Le conté los insólitos retrasos para hablar con un médico, a ver si me podía ayudar de algún modo, y su respuesta casi me hizo reír: «Uy, ¡pero qué me cuenta! Qué barbaridad. Hay que ver cómo están las cosas. Bueno, en fin... Si se pone peor llame al 112». Ahí se quedó la asesoría.
¿Es universal este estado de cosas? Pues parece que no. Hablo con unos amigos españoles que viven en Londres y han pasado la enfermedad. Me cuentan que pudieron hablar al momento con su médico de cabecera y hacerse el test en el NHS -la sanidad pública- a la mañana siguiente. Hablo con un amigo que vive en un pueblo del interior de Galicia. Su hija supo el domingo mediante un test casero que se había contagiado. El lunes pudo ver a su médico sin problema y el martes a primera hora ya le hicieron la PCR de la sanidad pública. Sus padres y hermana fueron contactadas de inmediato por los servicios sanitarios de la Xunta para testarlos.
Entiendo que Madrid es mucho bicho para cualquier gobernante, pues aquí vivimos millones de personas apelotonadas. Entiendo que ómicron está creciendo de tal manera que se está volviendo casi ingobernable. Entiendo a Ayuso cuando denuncia que puede haber una izquierda sindical en el mundo sanitario madrileño que no esté arrimando el hombro todo lo que debería ante esta crisis. Pero es innegable que en Madrid no se está atendiendo bien a los ciudadanos.
A mí también me gusta la libertad y apostar por los empresarios, y creo que fue un acierto no cerrar nunca la Comunidad a cal y canto, como hicieron otros presidentes autonómicos. Ahora bien, la mandataria madrileña debería espabilar, aparcar su culebrón para tratar de ser califa en lugar del califa y centrarse en lo urgente, lo prioritario, que en esta hora consiste en atender mejor a las personas ante la súbita crecida de la epidemia. Aunque se ha tomado alguna iniciativa buena, como regalar un test de farmacia a cada madrileño, la situación real a pie de calle es de abandono y desconcierto. Si llegas a una situación de hospitalización por fin serás bien atendido, pero antes, la verdad es que impera un puro «búscate la vida como puedas».
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