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29 de abril de 2024

Un mundo felizJaume Vives

No mires hacia arriba

La rutina tiene su belleza, pero el mundo moderno la ha difuminado y nos ha confundido hasta el punto de hacernos aborrecer lo cotidiano

Actualizada 04:48

Me decía el otro día una amiga que estaba preocupada porque no se sentía valorada en el trabajo. Veía cómo otros subían de posición mientras ella seguía estancada donde siempre.
Después de muchos años en la empresa, con un sueldo que envidiaría el 95 por ciento de los españoles, sentía que había dejado de crecer y progresar y, en cierto modo, como consecuencia, su trabajo parecía haber perdido sentido.
Y le dije dos cosas que, aunque a mí me cueste vivirlas, creo sinceramente que pueden ayudar a quien las vive.
La primera es que no es necesario progresar ni escalar puestos de responsabilidad. Uno puede vivir feliz realizando siempre el mismo trabajo, sea atender llamadas telefónicas, sexar pollos, trabajar delante de un ordenador o enseñar en un aula. Como hicieron nuestros abuelos.
La rutina tiene su belleza, pero el mundo moderno la ha difuminado y nos ha confundido hasta el punto de hacernos aborrecer lo cotidiano. Me hizo mucha gracia cuando, en una entrevista realizada a Jesús Vidal, uno de los protagonistas de la película Campeones, la entrevistadora no daba crédito a que el actor llevase toda la vida en el mismo trabajo con el mismo sueldo.
Pero la realidad es que ¡ojalá muchos tuvieran la libertad de Jesús Vidal para no necesitar ni un aumento de sueldo ni mayor reconocimiento! Ese sería el verdadero triunfo. Vivir satisfecho con un salario justo y el mismo trabajo hasta la merecida jubilación. La felicidad está en la estabilidad, en el arraigo, no en la agitación.
La segunda cosa que le dije es que es importante asumir que hay otros que son mejores que nosotros (seguramente muchos) y que lo normal cuando uno mira hacia arriba es que encuentre a ingenieros excepcionales, escritores brillantes, abogados muy inteligentes, y artistas súper creativos, y lo normal es que eso le haga más consciente de sus limitaciones.
Y entonces la reacción natural es mirar hacia abajo, para consolarse con la miseria ajena. Pero lo importante es descubrir que incluso a nosotros, que estamos por debajo de muchos, y por encima de unos pocos, el Señor nos ha bendecido con abundantes dones, algunos todavía por descubrir. Y que de poco sirve mirar hacia arriba o hacia abajo si no somos capaces de observar que todo es regalo en todos. Y en todos hay belleza, desde el último de la fila hasta el más aventajado de la clase, y eso nos incluye a cada uno de nosotros. También a ti.
De modo que si miras hacia arriba sea para aprender y celebrar el éxito del hermano, no para atormentarte, y si miras hacia abajo sea para descubrir la belleza en el más pequeño, no para consolarte de tu mediocridad.
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