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25 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Nadia Calviño contra la libertad de prensa

Insultar a un periódico en sede parlamentaria porque no te gusta una de sus informaciones refleja lo grande que le queda al Gobierno la palabra democracia

Actualizada 12:03

Sabido es que el público bosteza cuando los medios de comunicación y los periodistas nos ponemos a alardear de nuestros éxitos (o supuestos éxitos). Pero para ubicar el tema que vamos a abordar me veo obligado a hacer algo parecido.
En sus quince meses de andadura, El Debate ha publicado informaciones relevantes de todo tipo, que se han visto confirmadas y que en ningún caso han sido refutadas en los tribunales. Algunos ejemplos:
Este periódico ha revelado en exclusiva que el presidente del Gobierno no informó al jefe del Estado de su giro diplomático en Marruecos, incumpliendo así sus deberes constitucionales. Ha dado cuenta de la aventura empresarial off-shore en Suiza de Jordi Cuixart, uno de los cabecillas del golpe sedicioso de 2017. Ha destapado el argumentario con el que el Gobierno justificó los indultos. El Debate adelantó con semanas de antelación el plan de Sánchez para hacerse con el TC, una información que se cumplió punto por punto. Este periódico ha publicado también varias noticias propias y significativas sobre la turbia financiación del PSOE en Valencia, incluida una de esta semana bajo el siguiente título: «Calviño avaló con 4,3 millones al constructor que pagó con dinero negro la campaña del PSOE en Valencia».
Toda obra humana es falible, y más en el periodismo, hermano inevitable de la prisa. No existe en la historia un diario que no se haya equivocado alguna vez. Pero los estándares deontológicos de este periódico son altos, acordes a las exigencias de máximo rigor impuestas por sus editores. No se publica nada que no esté bien confirmado. De hecho, algunas historias prometedoras nunca llegan a ver la luz al faltar una certidumbre absoluta. Ante la duda se prefiere esperar, o renunciar, antes que buscar un impacto con una información con pies de barro.
Este martes, en la sesión de control del Senado, el portavoz del PP, Javier Maroto, preguntó a la vicepresidenta Nadia Calviño por la referida información de El Debate que la citaba, mostrándole una copia impresa de la noticia. La respuesta de Calviño fue la siguiente: «No tengo más que ver cuáles son sus fuentes de información sobre cuestiones económicas. Ya no me sorprende nada, que solo hagan que decir barbaridades y falsedades como el tiempo siempre demuestra» (las incorrecciones gramaticales se deben a la literalidad del mal uso del español por parte de Calviño, tal vez nerviosa con el tema).
Al haber eludido la vicepresidenta el fondo de la cuestión, Maroto le volvió a preguntar al respecto. Calviño se negó de nuevo a aclarar el asunto, y continuó con su tono despectivo hacia este periódico, tachándolo esta vez de «panfleto».
Este episodio confirma algo ya sabido: tenemos un Gobierno que no soporta a la prensa que no comparte y apoya su ideario. Sánchez es el primer presidente de nuestra democracia que solo concede entrevistas a medios de su órbita, práctica que imitan casi todos sus ministros. Es ya tristemente habitual que este Gobierno señale a medios y periodistas que considera hostiles, lo cual supone un intento de acogotar la libertad de prensa.
Las palabras de Calviño suponen además una falta de respeto a los profesionales que con mucho esfuerzo y honestidad trabajan cada día en El Debate intentando ofrecer un buen periódico. La vicepresidenta también está denigrando a nuestros lectores, cuyo número es creciente –a diferencia de la intención de voto del Gobierno– y que alcanza ya los 9 millones de navegadores únicos mensuales. Por último, Calviño demuestra una absoluta falta de respeto a las instituciones parlamentarias, pues en lugar responder a la pregunta que se le planteaba (¿por qué financió con 4,3 millones al constructor que pagó con dinero negro la campaña del PSOE en Valencia?), elude por completo la cuestión y se limita a denigrar al periódico que la ha publicado.
Resultaría un ejercicio interesante comparar el nivel de exactitud de las informaciones que publica este periódico con el de Calviño en su labor. Estamos ante la vicepresidenta económica que vaticinó que el impacto de la pandemia sería «poco significativo o transitorio» (cuando tuvimos la peor caída del PIB de la OCDE y somos los únicos que todavía no hemos recuperado el nivel previo a la covid). Estamos ante la vicepresidenta económica cuyas predicciones han marrado una y otra vez. La vicepresidenta económica bajo cuyo mandato se manipulan los datos del paro para salir mejor en la foto. La responsable última de una gestión de los fondos europeos tan mala que ya ha merecido la reconvención de las instituciones comunitarias. Todo trufado de un sectarismo regañón y una rendición constante ante las ocurrencias de los socios de Podemos.
El retrato de la vicepresidenta se completa con una truncada operación para intentar colocar a su marido en Patrimonio Nacional, con el que nada tenía que ver. La intentona fue abortada, gracias a que algunos periódicos destaparon el posible caso de nepotismo, entre ellos, El Debate.
Ciertos insultos conviene ponerlos en su contexto. E incluso honran a quien los recibe.
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