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28 de marzo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Desde luego no se va quedar calva

Pasada la verbena de Magariños, pasma la simpleza del ideario yolandiano: gastar más, freír a impuestos a las empresas y listo

Actualizada 09:48

Los asesores del yolandismo han tenido el ojo de programar su espectáculo en plena salida en tromba de Semana Santa. Al caer el volumen de información ha chupado mucho foco. Pero pasada la romería, ¿qué propone exactamente esta veterana de todas las siglas de la extrema izquierda, ataviada ahora con galas de cóctel?
Para intentar descubrirlo leo la entrevista a fondo –valga la expresión– que ha concedido a un periódico sanchista (lo cual tiene toda la lógica, pues el siguiente cambio de chaqueta de Yolanda concluirá con esta clásica militante del comunismo descubriendo que ella en realidad es del PSOE de toda la vida). La líder carismática de Sumar divaga con un parloteo trufado de clichés. ¿Pero cuál es su oferta? Pues cabe en media cara de un palillo plano y está más pasada de moda que la cinta en la frente del guitarrista de los Dire Straits. Lo que propone Yolanda es más gasto público para fomentar «la igualdad», lo cual se logra friendo a las empresas a impuestos. Así de sencillo. No parece que corra el riesgo de quedarse calva por el esfuerzo neuronal.
En lo demás, evasivas (se escabulle por los cerros de Fene cuando le preguntan si apoya que España envíe armamento a Ucrania). Y en algunos lances muestra una jeta de hormigón armado, como cuando proclama que «hace falta más democracia y menos jerarquías», dicho por una tía que acaba de crear un partido de la nada solo a mayor gloria de su ombligo. Notable también cuando reniega de quien la colocó ahí, Iglesias Turrión, advirtiendo muy enfática que «soy una mujer libre y no me gusta que nadie decida por mí». Unos gallardos principios que se tragó encantada cuando el jefe de Podemos la atornilló a dedo como su sucesora (en grave error táctico, pues ha acabado mordiendo esa mano y traicionando a la marca morada).
Yoli ya habla de sí misma en tercera persona, como el egregio timonel Xi Sanchín. Pero no ofrece una sola opinión sobre el problema de la unidad de España, la disrupción digital que cambiará nuestras vidas, la política exterior o el récord europeo de paro juvenil que ella misma está rubricando como ministra de Trabajo. El penoso momento de forma de cierto periodismo español queda acreditado cuando a las dos entrevistadoras se les olvida preguntarle por el pequeño detallito de que la Autoridad Fiscal Independiente acaba de acusar a esta gran figura de trucar los datos del paro.
El yolandismo no es más que un poco de comunismo camp embadurnado en merengue. Su forma de ver el mundo es la del error socialista de siempre: la solución de todo es «lo público» y los empresarios y emprendedores son seres sospechosos, a los que urge vigilar de cerca y ordeñar con una fiscalidad confiscatoria (como paso intermedio a la espera de que alcancemos la gran meta: el paraíso de la dictadura del proletariado).
El único interés de esta historia radica en saber si Podemos, que hoy consiste en los hacendados de Galapagar y poco más, mantiene su ataque de cuernos, o por el contrario acaba mezclándose con el yolandismo en una candidatura única. Si la extrema izquierda populista acude a las urnas con dos marcas, Sánchez lo tendrá todavía más fúnebre. Le ocurrirá lo mismo que le pasó al PP cuando la derecha estaba partida en tres. Mi pronóstico es que al final Irene, Ione, Lilith y Pam acabarán entendiéndose con Yolanda, porque a todas les chifla el coche oficial y saben que si caen nunca volverán a verse en otra igual. Pero para España sería una bendición que continuasen los pellizcos entre estas dos sectas del resentimiento.
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