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05 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Los de siempre

Este artículo es muy elitista. Lo he escrito para divertirme, y de paso, molestar un poquito a los resentidos y envidiosos

Actualizada 01:30

Se ha dicho siempre de los restaurantes y las casas particulares.
«Me han convidado a comer los Castro Mendiluce. Un rollo, pero se come muy bien». Luis Escobar, un portento, marqués de Las Marismas del Guadalquivir y marica «de los de toda la vida», de los de siempre, sólo sentía temor, un temor fronterizo con el pavor, por un hecho que se repetía todos los años. –Ya he recibido la invitación para cenar en casa de los Calderones. Terminada la cena, siempre con gente atroz, ella nos lee sus últimos poemas. Y lo peor, es que nos pide nuestra opinión. Se come fatal–.
Lo de la delicia o perversidad culinaria se ha trasladado a las monterías.
«No hay un bicho, pero nos dan de comer divinamente». En el interesante libro de reciente edición Recuerdos de La Almoraima de María del Mar Ortega Marchante, se reproduce el menú de una montería organizada por el duque de Medinaceli en 1906. Medinaceli contrató al prestigioso cocinero Ignacio Domenech Puigcercós para homenajear gastronómicamente a sus invitados. «Almuerzo a las 9 de la mañana. Consomé a la madrileña, huevos escalfados, filetes de merluza rebozada con salsa veneciana, pechugas de pichón salteadas con arroz a la milanesa, chuletas de ternera con judías verdes a la inglesa y postres variados». Posteriormente, con una cesta de taco en la que no faltaba un rollo de papel higiénico, dejaba a los cazadores en el campo hasta que eran recogidos a las 4 de la tarde. Llegados a la casa principal, les aguardaba el té de las cinco. «Sándwiches variados, de foie-gras natural, roast beef, pollo asado o jamón, acompañados de brioches a la Rossini, croquetas, pastas, galletas, pan tostado con mantequilla, mermeladas, té de Gibraltar y leche». Posteriormente, los invitados eran autorizados a descansar en sus habitaciones. Muchos de ellos lograban llegar a sus camas reptando, y otros sesteaban en el suelo por la imposibilidad física de culminar, tras varios intentos, subirse a la acogedora piltra. A las nueve, eran despertados. La cena era a las 10, de punta en blanco y obligada etiqueta de «smoking». Once platos con entremeses les aguardaban. Mortadela de Bolonia, alcachofas a la griega con aceitunas sevillanas rellenas. Sopa de crema Georgette, brioches a la morisca y salmón, con cangrejos y guarnición de patatas al vapor, acompañado de salsa normanda. Capón de España a La Almoraima, medallones de ternera a la algecireña, espárragos de Aranjuez con vinagreta, bizcochos châteaudun y postres finos variados. Siempre con la compañía de los mejores vinos de Jerez, Rioja, Burdeos y digestivos. La montería no presentaba un cuadro aparatoso porque los monteros apenas podían sostener el rifle. Pero no todos los anfitriones eran como el duque de Medinaceli. Otro Grande de España, el duque de Santoña, se caracterizaba por todo lo contrario. Él convidaba a cazar a sus amigos en La Ventosilla con toda generosidad, pero ese dispendio no contemplaba la seguridad gastronómica. Un montero de la época, creo que el conde de Maceda, culto y dotado de facilidad poética, lo dejó escrito.
Si vas a La Ventosilla
Lleva una buena tortilla
Para no desfallecer,
Porque el duque de Santoña
Suele gastarte la coña
De dejarte sin comer.
«Los de siempre», como decía Luis Escobar, inspiraron al genial Antonio Mingote a publicar en ABC un dibujo, no gastronómico, sino religioso. Se acababa de aprobar la libertad religiosa en España. Dos mujeres hablaban con un sacerdote en las puertas de una iglesia. «A mí, lo de la libertad religiosa me parece muy bien, pero al cielo, lo que se dice ir al cielo, iremos los de siempre».
Este artículo es muy elitista. Lo he escrito para divertirme, y de paso, molestar un poquito a los resentidos y envidiosos.
A los que no entienden el significado y el fin de la caza, fundamentales para el equilibrio de las especies de nuestra fauna, y a los que no van a ir al cielo porque se lo impediremos los de siempre.
¡Arsa pilili!
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