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19 de mayo de 2024

Al bate y sin guanteZoé Valdés

Destruir es la consigna

Los comunistas no pueden con la belleza del lenguaje, del idioma, saben que destruirlo, desfragmentarlo, parametrarlo, significa destruir el pensamiento

Actualizada 01:30

Destruir es la palabra de orden de los fascistas y los comunistas, su consigna y motivación permanentes. Destruir en nombre de un mal que por bien no venga.
Durante la Ocupación de la Alemania fascista en París, a los nazis, sobre todo a Hitler, les dio por apropiarse las obras del Louvre y llevárselas a Alemania, esa fue la obsesión principal –aunque no la única– que les motivó para que no bombardearan París. Por robar que no quedara, por robar Hitler pensó hasta en desmontar la Torre Eiffel y montarla de nuevo en Berlín. Por suerte, en el Louvre, los franceses tuvieron al director del Museo, Jacques Jaujard, que no sólo los enfrentó, consiguió salvar bastantes obras, las otras se lograron rescatar con el tiempo.
Existe una novela escrita por Josselin Guillois (1986), publicada por Seuil (2019) en Francia y por Edhasa en España, que cuenta acerca de este despropósito: «El 3 de septiembre de 1939, Francia declara la guerra a Alemania. Unas semanas más tarde, la balanza se inclina hacia las fuerzas del Tercer Reich. No es descabellado pensar que tarde o temprano ingresen en París, poniendo la ciudad y sus tesoros a sus pies. Entre ellos, las obras maestras del Louvre. Jacques Jaujard, director del museo, decide que eso no habrá de suceder. Hay que vaciarlo. Tres mujeres ligadas a él y al arte, su esposa, su ahijada y una antigua amante, participan de esta gesta secreta… Basada en hechos reales, Louvre es a la vez una magnífica reconstrucción de la salvación de una pinacoteca excepcional, de la intimidad de tres mujeres que no se dejan vencer por la realidad, de las incertidumbres del deseo en tiempos aciagos. Con mano maestra, Josselin Guillois trama los destinos personales con el destino de un país y su arte más preciado. El telón de fondo es la guerra, el hilo que cose el telón y lo justifica es la búsqueda del amor».
Aclaro: «Vaciar» el museo para salvar las obras del horror, no para afanárselas.
En Cuba, los comunistas hicieron más de lo mismo, pero desde luego con la intención de atracar, birlar, mangar, y destrozar. No hubo un Jacques Jaujard, me refiero a su equivalente, que detuviera semejante oprobio.
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También yo creí, como muchos creyeron, que Camilo Cienfuegos era uno de los buenos de la película de terror cubana iniciada en 1959, tras conocer la noticia de que Fidel y Raúl Castro, esos dos engendros del mal ñangareta (comunismo en cubano) se dieron a la tarea de despedir al llamado ‘Héroe de Yaguajay’ de manera expedita y definitiva mediante un accidente de avión del que nunca aparecieron los despojos, y mucho menos los restos de Camilo ni del piloto.
Después de asesinarlos, o sea de «desaparecerlos», Castro ordenó a varias generaciones de niños cubanos dirigirse al Malecón habanero, al mar que bordea aquella isla, para lanzar flores blancas al océano cada 28 de octubre. Primero fueron flores reales, pero cuando la tierra se resecó y esta gente exterminó hasta las flores, llevaron flores plásticas fabricadas en los países del este excomunista, tras el derrumbe del Muro de Berlín se acabaron las plásticas, y llevaron entonces flores blancas de papel chinas; ahora sólo van y con sus manitas hacen el gesto mímico de lanzar flores de aire a Camilo, cuyo avión no cayó en el mar ni en ninguna parte, sino en el «mal».
El hecho es que luego de un tiempito Camilo se convirtió en enemigo de los Castro, lo que no quita que antes él también cometiera sus fechorías. Uno de esos desmanes fue cuando le dieron la tarea (que él cumplió con alegría al pie de la letra) de desvalijar la Colección de arte del Palacio Presidencial, que era una de las más valiosas de Cuba, una gran cantidad de obras adquiridas con el dinero personal del presidente Fulgencio Batista y Zaldívar, el «malo», que era un hombre civilizado, hablaba inglés y francés, adquiría obras de arte de pintores cubanos, lo que siguió haciendo durante sus dos exilios, algo que se puede comprobar en la Sala que lleva su nombre en el Museo de Daytona Beach, en Florida, cuya donación hizo él personalmente, además de haber vivido en esa ciudad.
Existen fotos del desahucio que perpetraron Camilo Cienfuegos y sus secuaces durante los días en que, no sólo rompieron cuadros y pisotearon obras, entre ellos un retrato al óleo de la primera dama, además se apropiaron de una gran cantidad de arte de esa colección y del Museo de Bellas Artes, cuyos originales los Castro mandaron a copiar, luego colgaron las copias falsas en las paredes y vendieron los originales al extranjero, o sencillamente se las apropiaron sin más, como una de las obras más emblemáticas del pintor Víctor Manuel (1897-1969), titulada Gitana Tropical, que se pudo percibir en un vídeo durante una de las visitas de uno de los Papas en la antesala de Punto Cero, el búnker de Fidel Castro.
Los comunistas no pueden con la belleza del lenguaje, del idioma, saben que destruirlo, desfragmentarlo, parametrarlo, significa destruir el pensamiento y su esplendor magnificado a través del idioma de las palabras. Lo mismo sucede con el arte, les molesta el arte concentrado en un solo sitio y para disfrute de todos. El arte, lo bueno, la belleza, les importa poco, pero el valor contante y sonante del objeto artístico les obnubila, de ahí que vacíen y descompongan salas de museos, palacetes, y donde quiera que existe el arte, pero no para salvar, como hizo Jacques Jaujard, sino para devastar, demoler, depredar… Sólo puedo agregar: España, sálvate.
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