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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Zelenski no se empolló ‘The Apprentice’

En la Casa Blanca no se vio nada que no hubiese aparecido ya en los diez años de Trump al frente de su reality show televisivo

Actualizada 11:40

Zelenski, de 47 años, tenía parte de razón. Y Trump, de 78, y Vance, de 40, también. El presidente ucraniano exponía una verdad obvia cuando señalaba que su país fue invadido por el dictador Putin y está sufriendo horriblemente. Y sus anfitriones también estaban en lo cierto cuando le recordaron molestos que Estados Unidos (país con una deuda colosal) ha gastado una burrada de dinero para sostenerlo, que no se puede alargar esta guerra indefinidamente, que hay que cerrar ya un acuerdo de paz con cesiones —no hay otra vía— y que el público estadounidense se ha cansado de sostener a Ucrania con un dispendio que solo conduce a un sangriento empate.

Pero Zelenski, aun siendo su país la víctima, se olvidó del arte de la diplomacia y de que en la vida, guste o no, el pelotilleo y la gratitud funcionan (y más ante una psicología como la de Trump). Se lanzó a debatir de igual a igual, cuando depende por completo de la respiración asistida de Estados Unidos, y salió escaldado de la Casa Blanca y de la encerrona en forma de reality show que le montó Donald.

Estados Unidos cuenta con las primeras empresas del mundo, porque lidera la tecnología, y tiene 340 millones de habitantes. El país más poblado de Europa, Alemania, tiene 83 millones y es una patata en lo digital. En la perezosa Francia manda un débil figurín. Hungría pretende cambiar la mentalidad del continente con 9,5 millones de almas, solo un millón más que Andalucía, una quimera. En España malgobierna un proyecto de autócrata, sostenido por los comunistas y los enemigos separatistas de su país. No pintamos nada por separado en el gran tablero de China y Estados Unidos –que es la auténtica liza– y la gris burócrata quedabien Von der Leyen tampoco aporta mayor peso. Trump lo sabe y por eso nos desdeña. Pero durante cuatro años de guerra, Zelensky se ha acostumbrado a recibir los rendidos homenajes y el dinero gratis de los gobernantes europeos y ha perdido de vista que Trump es otra cosa. Se trata de un puro hombre de negocios, que en sus pulsos no hace ascos a epatar y a la más rampante chabacanería, parte de su puesta en escena.

A Zelenski le habría ido mejor si se hubiese empollado The Apprentice, el reality show televisivo que Trump produjo y presentó entre 2004 y febrero de 2015. Se reinventó entonces como personaje televisivo para diversificar sus intereses, tras varias bancarrotas a finales de los noventa con algunos hoteles y casinos. En el concurso se ve a las claras su manual. Allí está todo: las ocurrencias epatantes para descolocar al oponente, el tono asertivo e imperativo, los toques de matonismo ante el débil, los superlativos si toca el elogio, alguna chanza, un inteligente sentido común a bocajarro…

El Aprendiz consistía en el enfrentamiento de dos equipos. Los concursantes eran alojados en la Torre Trump de Manhattan, que albergaba el plató. El reto consistía en cumplir una tarea, normalmente relacionada con las ventas y el márketing. El premio era un empleo de un año en alguna firma de la corporación Trump, con sueldo de 250.000 dólares. Los concursantes contaban con asesores, entre ellos algunos hijos de Trump, y el equipo derrotado se enfrentaba al examen final del magnate neoyorquino del tupé amarillo, que decidía desde un butacón carmesí quién era el expulsado. Cada entrega acababa con Trump fulminando a un concursante con su famoso «you are fired!», estás despedido. Supuso un éxito de audiencia y Trump reveló que había ganado unos 300 millones de dólares. Además le aportó un aprendizaje enorme a la hora de manejar las emociones del público, que le resultó muy útil cuando al año siguiente de dejar el concurso ganó las elecciones.

A Zelenski le ha caído encima el dedazo del «you are fired!». Ha ocurrido en un reality en directo desde el Despacho Oval, el programa más sonado ya de la historia de la televisión. Jamás se habían dirimido las negociaciones para acabar con una dramática guerra en forma de espectáculo en vivo.

Occidente está atónito, flipado. Aunque todo encaja dentro de la lógica-ilógica de Trump, cuya primera divisa es cerrar buenos negocios, muy por encima de los valores que los sustenten. La política-espectáculo alcanza umbrales desconocidos. Con el desaire a Zelenski, Europa recibe un jarro de agua fría que la obliga a espabilar, unirse y defenderse por sí misma (aunque no lo hará). El brutal Putin se descangalla de risa en Moscú. Y el gran ganador de este circo del desconcierto, el taimado PCC chino, celebra ver cómo Occidente se parte y se queda sin un discurso anclado en los valores morales del mundo libre y sin un capitán que los lidere.

Me temo que al valeroso Zelensky lo veremos volviendo a la tele de donde salió, porque se ha metido en un atolladero por no escuchar una máxima del antiquísimo manual del estratega chino Sun-Tzu: «Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo, y saldrás triunfador en mil batallas». No supo asumir que su supuesto amigo ha virado y que él no cuenta con cartas para ponerse estupendo, aun teniendo razón.

«Tiempos nuevos, tiempos salvajes», cantaban aquellos Ilegales de nuestra feliz juventud ochentera. Aunque por entonces gobernaba Ronald Reagan y san Juan Pablo II ocupaba la cátedra de Pedro y todavía imperaba la gratificante sensación de que existían el bien y el mal.

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