La supuesta debilidad de Feijóo
Aznar era entonces un jefe de la oposición que había disputado una vez la jefatura del Gobierno a Felipe González y había ejercido la Presidencia de la Junta de Castilla y León durante dos años y dos meses, apenas medio mandato, y sin mayoría absoluta
Estoy al otro lado del Atlántico y seguí la manifestación del pasado domingo en la Plaza de España por los medios de comunicación. Me pareció que no fue simplemente otra manifestación más. Reunir a esa cantidad de gente en el mes de junio, cuando hay tantas alternativas, no es fácil. Y la reacción del PSOE descalificando la concentración por la escasa asistencia es de risa. Demuestra que les impactó. Las fotos de las masas que ha publicado El Debate no pueden ser más elocuentes. En verdad una imagen vale más que mil palabras.
Y todo lo anterior me llevó a una melancólica reflexión. Estoy cansado de oír decir una y mil veces que Alberto Núñez Feijóo no da la talla, que es blando y que no vale para ser presidente del Gobierno. Y me acuerdo sin parar de lo que pasaba en la primera mitad de la década de 1990, cuando Aznar intentaba acabar con el felipismo que se mantuvo en el poder trece años. Con amplísimos respaldos. Infinitamente más de los que tiene hoy Sánchez.
Recuerdo la última campaña electoral de Felipe González en 1996, cuando fue efímero ministro de Asuntos Exteriores mi sin embargo amigo Carlos Westendorp. Éste declaraba en cualquier entrevista que Aznar no tenía talla para ser presidente del Gobierno. Que «en Europa se ríen de Aznarín» y lindezas similares. Estaremos de acuerdo en que el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. ¿Quién se acuerda de Westendorp?
Aznar era entonces un jefe de la oposición que había disputado una vez la jefatura del Gobierno a Felipe González y había ejercido la Presidencia de la Junta de Castilla y León durante dos años y dos meses, apenas medio mandato, y sin mayoría absoluta. Alberto Núñez Feijóo ha ganado cuatro veces las elecciones de Galicia. Siempre por mayoría absoluta e impidiendo el brote de Vox. Son datos incontestables que cada uno puede interpretar como tenga por bien. Pero decir que no sirve para lo que tiene por delante me parece un insulto a la inteligencia.
Por supuesto que es legítimo decir que se discrepa de su línea política. Sólo faltaba. Pero lo que no se puede decir es que lo que hace falta es echar a Sánchez de Moncloa y al mismo tiempo machacar sin parar diciendo que el PP y el PSOE son la misma cosa. ¿Por qué será que dicen eso algunos seguidores de Vox a la vez que el Equipo Nacional de Opinión Sincronizada sostiene una y otra vez que el PP y Vox, «la derecha y la ultraderecha» según su sintagma favorito, están en las mismas posiciones? A ver si al final va a resultar que los que están en la misma posición son VOX y el sanchismo.
Yo admiro el esfuerzo que está haciendo Iván Espinosa de los Monteros por buscar las posiciones comunes de ambos partidos de derecha. Pero imagínense por un instante que los últimos sondeos de El Debate o ABC se confirman y la suma de los dos partidos tiene una mayoría absoluta amplia. Pero que, si no se unen, puede seguir gobernando el sanchismo. ¿Qué haría Vox en ese escenario? ¿Explicaría al fin a su electorado que va a gobernar con el PP porque no es lo mismo que el PSOE? ¿O gobernarían con lo que algunos de sus seguidores llaman PPSOE?
Una de las circunstancias más penosas en las que ha derivado esta profesión que tengo la suerte de practicar es que implica una cascada de insultos y descalificaciones personales como las que sé que me llegarán por escribir un artículo como éste pidiendo a PP y VOX que trabajen coordinadamente para acabar con la tragedia que vive España. Una tragedia provocada por el sanchismo. Un país donde el fiscal general del Estado es procesado por el Tribunal Supremo y no dimite, es cualquier cosa menos un Estado de derecho. Y si no hay Estado de derecho, no hay democracia. Y esa es la España del sanchismo. Y el que no haga todo por cambiarlo está con ellos.