El obsequioso
Albares, sabe que a su paso se comentan cosas. Que los pasillos del Ministerio de Exteriores están rebosados de grandes diplomáticos a los que 'Napoleonchu' ha mutilado y cercenado definitivamente sus carreras
En un alarde de generosidad sin límite, el pitiminí de Exteriores ha eliminado la verja de Gibraltar sin garantías fiscales, jurídicas y territoriales. Se les regala todo a los ingleses a cambio de nada, porque el territorio robado a España durante los últimos años no será reclamado. Gibraltar es la punta sur de Europa, de España y de Andalucía, y siempre que adivino el peñón en el horizonte me avergüenzo de la incompetencia de políticos de muchas generaciones que han sido incapaces de darnos a los españoles una pequeña esperanza de la recuperación total de nuestro mapa. Se podría haber llegado a un acuerdo de condominio o una devolución a plazos cuando los británicos decidieron desvincularse de Hong-Kong, pero España no es la China experimental comunista.
De niños cantábamos en el colegio la nostalgia de Gibraltar. En mi caso, con poca decisión. Sí recuerdo haber oído a mis padres detalles de una manifestación que superó los límites del riesgo. Estaba todo pactado entre el Ministerio de la Gobernación de don Camilo Alonso Vega, y el Embajador de la Gran Bretaña. Sucedió que un grupo de manifestantes tomó posiciones y a pedrada limpia hicieron añicos varias cristaleras de la Embajada. Y el Embajador llamó al señor ministro para protestar. «¿Desea, señor embajador, que le envíe más protección policial? No señor ministro. Lo que le agradecería es que me mande menos manifestantes».
Ya lo sé. Recuerdos y nostalgia. Pero todos somos recuerdos y a todos nos alcanza la melancolía pensando en los buenos años vividos. En la calle de Velázquez tomaban sus cervezas los policías secretos, los grises y los falangistas. Hubo un momento de confusión, cuando los manifestantes observaron un radical cambio de actitud de los policías nacionales. El ministro de Gobernación no podía permitirse la licencia y la mala imagen de un diplomático británico herido durante una manifestación en Madrid. Se dice –y no me consta–, que Alonso Vega llamó al Jefe del Estado para recibir instrucciones. «Camilo, ten contención que tú sabes cómo eres. Que rompan una ventana más y que la Policía actúe contra los revoltosos».
-«¡Eso sería como traicionarlos, Excelencia!». «Mis saludos cariñosos a Ramona».
Este hombre, que cada día tiene más vocación de alto sin reunir las mínimas condiciones, ha regalado un trozo de España, en principio, sin mi autorización. Ramón Pérez-Maura, que lo tiene muy estudiado y compungido, le llama 'Napoleonchu' y con pleno acierto. Albares, sabe que a su paso se comentan cosas. Que los pasillos del Ministerio de Exteriores están rebosados de grandes diplomáticos a los que 'Napoleonchu' ha mutilado y cercenado definitivamente sus carreras. Es víctima y sufridor de amplios complejos de inferioridad. Cuando un personajillo se conoce y se convence de su inferioridad, puede hacer estragos. Del mismo que el abajo firmante está perfectamente en su derecho negándose a regalar Gibraltar. No sólo pretende el gusanillo disponer libremente de mi copropiedad, también desea borrar de mi memoria en blanco y negro aquella primera manifestación de mi infancia que supuso un paso atrás en nuestra histórica reivindicación.
Gibraltar Español. A mi tierra le robaron, tierra hispana del Peñón. Y aquel trepidante «Adelante por España, que si en Rusia ya triunfó tu División, no es bastante vuestra hazaña, si es inglesa la bandera del Peñón». Los niños de aquellos tiempos teníamos esa ilusión. Pero bueno, lo de Ramona es divertido.